Los negacionismos del cambio climático, de las causas estructurales de la desigualdad de género y del derecho de los pueblos políticos y culturales a su soberanía que abraza abiertamente la ultraderecha española, PP-Vox, tienen una conexión ideológica fuerte. El Partido Popular es garantía de retrocesos legislativos, no solo volver a leyes de interrupción del embarazo que tutelan e infantilizan a las mujeres, también liquidar las políticas de igualdad y contra la violencia de género o derogar la legislación que ha introducido fiscalidad o derechos laborales feministas y de los cuidados. Temeroso de perder voto femenino, Feijóo no asume abiertamente los postulados de Vox, pero justifica, atrapado en la amplificación mediática de los neofascistas, las posiciones negacionistas de sus aliados ideológicos. Igualmente, la ultraderecha forma un pack que une el desprecio por las causas ambientales con la negación del calentamiento global y sus efectos económicos y ecosistémicos devastadores. Feijóo promete frenar el avance de las renovables, ampliar la vida de las centrales nucleares, políticas de agua tan insostenibles como inútiles y liquidar toda legislación que ordene el territorio y la actividad productiva teniendo en cuenta los límites para la vida.
El negacionismo de las causas
estructurales de la desigualdad y de los efectos reales del
calentamiento global actúa culturalmente contra la conexión ideológica
entre el ecologismo y el feminismo: Poner la vida en el centro. Poner la
vida en el centro es, en este momento de crisis geopolítica derivada de
la crisis de límites del productivismo, la premisa más revolucionaria
para construir un proyecto de largo alcance para la izquierda. La
virulencia de los ataques contra el feminismo, simbolizado a nivel
mundial, español y europeo por Irene Montero, con la intención de
desvirtuar sus logros políticos, tiene que ver con que el capitalismo es
un devorador de tiempo. El tiempo de las mujeres, el tiempo acumulado
en la naturaleza y el tiempo de la clase trabajadora. Quienes declinan
actuar contra el cambio climático, tampoco quieren legislar contra la
desigualdad de género, ni a favor de la reducción de la edad de
jubilación, el tiempo de trabajo o la conciliación familiar.
Para
mantener débiles las líneas de fuerza del proyecto emancipador
ecofeminista de las izquierdas, es imprescindible limitar la democracia
territorial, la capacidad de autogobierno de los pueblos. El denominador
común entre la reforma del artículo 135 de la CE, la aplicación del 155
a Cataluña y la regla de gasto para controlar los presupuestos de las
instituciones es la limitación de la soberanía territorial. Los grandes
poderes económicos del estado dominados por capital exterior,
multinacionales y fondos de inversión, ponen todo su esfuerzo en
centralizar el poder. Así reducen la complejidad de actores con los que
tratar, e imponen con más facilidad las políticas dedicadas a su voraz
enriquecimiento.
La conexión ideológica del negacionismo antifemimista, antiecologista y de la plurinacionalidad de España de la ultraderecha española, PP-Vox, demuestra que son capataces bien pagados de un puñado de propietarios del mundo capaces de llevarnos a guerras (ignorada la de Ucrania en esta campaña electoral), destruir estados, ecosistemas y derechos de las mujeres sin ápice de remordimiento moral. El buenísimo frente a ellos es tan inocente como inútil. Quizá Zapatero se haya dado cuenta y ha decidido agitar una campaña electoral a la que el PSOE y Sumar salieron a la defensiva, bajo la premisa de no molestar con ruido, escondiendo el motor de empuje de la izquierda en un garaje subterráneo. Tenemos la esperanza que que aprovechen esta última semana de campaña para corregir las ausencias y aumentar la fuerza del combate ideológico.