La consigna “derogar el sanchismo” proclamada por la ultraderecha de cara a las elecciones generales del 23 de julio es un acierto. Derogar el sanchismo tiene la potencia del símbolo, una vez enunciado no hay que explicar nada. El mensaje de futuro de “derogar el sanchismo” es liquidar el presente y volver al pasado. Sirve al tándem PP/Vox que se ha impuesto en las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Feijóo es un meritorio de la extrema derecha enraizada en la capital del reino. Valencia, Baleares, Extremadura, Murcia, demuestran que los votos del neofranquismo serán aceptados sin sonrojo alguno allá donde se necesiten.
La ultraderecha ha instalado en el electorado la pregunta Sanchismo sí o no. Entretanto PSOE y Sumar juegan al catenaccio defensivo. Antes respondieron a otra pregunta formulada por la misma extrema derecha, Podemos sí o no; no. Los hechos son los hechos. Lo dicen a las claras o entre líneas, Enric Juliana, Iván Redondo, José Luis Rodríguez Zapatero, El Gran Wyoming, y muchas y muchos más. Mal negocio dinamitar el pilar central de los logros progresistas del gobierno de coalición. No obstante, libertad de expresión aparte, nadie debería dejar de votar flanco izquierdo.
Frente a “derogar el
sanchismo”, ¿qué hay al otro lado? Pedro Sánchez ratificando su sumisión
al imperio, su falta de compromiso con la paz, estrenando la
presidencia española de la UE con un viaje a Kiev, mientras hace tourné
en campos enemigos donde conseguir votos es más difícil que transmutar
el hierro en oro. El sustrato de guerra inyecta miedo e induce al
electorado al mercado de certezas reaccionarias. Por su parte, Yolanda
Díaz no encuentra la consigna que resuma su proyecto de estado. Al
contrario que PP y Vox, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, tras las
connivencias en el gobierno, se comportan como ciclistas que pedalean
sin sentido. El primero pide el voto útil, la segunda no condensa en un
mensaje ni la esperanza, ni su diferencia con el PSOE, ni su proyecto de
estado. Hasta la editorial de este domingo de El País les pedía que
espabilasen con el temor de que España caiga en las garras de una
ultraderecha que alimenta el retroceso democrático de la UE.
En
la caminata dominguera, antes de escribir estas líneas, uno escucha el
programa de debate de Canal Red que dirige Laura Arroyo, Zona Comanche, y
se alegra. En el último, Felipe VI: ¿El rey de la derecha?, uno
encuentra frases lanzadas por Manu Levín como ésta: “La república es el
proyecto democrático de los pueblos de España”. O el resumen de un
proyecto republicano plurinacional que hace Rafa Mayoral en estos
términos: “La derecha monárquica tiene una crisis institucional y una
crisis en el proyecto económico y social que ha sostenido esa
institucionalidad, por eso solo tiene un camino, el reaccionario. La
reflexión que hay que hacer en la izquierda es cómo resolvemos la
posibilidad de conformar una mayoría republicana, esa es la clave de
bóveda, y en torno a qué: La cuestión de la plurinacionaliad, la
garantía de los derechos civiles y políticos, la garantía de los
derechos económicos y sociales, y en el siglo XXI, la garantía de los
derechos feministas y de los derechos de la madre tierra, configurarían
un proyecto para salir del neoliberalismo.”
Los programas se escriben negro sobre blanco y, en el bipartidismo de régimen, si te he visto no me acuerdo. Tuvo que llegar Podemos para que el PSOE cumpla a duras penas sus acuerdos con la izquierda. Lo ha expresado El Gran Wyoming en un corte de entrevista que podéis ver aquí. “Derogar el sanchismo” es liquidar el gobierno de coalición. Frente a eso cabe defender la coalición y trazar un horizonte democrático como el que describe Rafa Mayoral, con Andalucía como la que más, pues, sin el pueblo andaluz, el proyecto republicano será imposible. Andalucía, por tamaño, identidad e historia, tiene el potencial para inclinar la balanza a favor de un proyecto de profundización democrática para sí y por todos los pueblos de España.