La ideología de ultraderecha es la herramienta política del capitalismo en una época en la que el planeta vive una crisis ecológica sin precedentes. El neoliberalismo supone la toma de los estados para centralizar el poder en pocas manos y legislar exclusivamente en favor de un puñado de ricos. Para la ideología neoliberal, los países de África y América Latina son minas de recursos naturales, Oriente Medio, Libia, Irak e Irán, pozos de petróleo y gas, China, los países sur asiáticos e India, las fábricas sin derechos del mundo y Europa el territorio donde sacrificar la democracia. En este contexto Rusia es una anomalía nuclear llena de agua, petróleo, gas y recursos mineros.
En la era de la escasez de recursos materiales para mantener viva la producción de capital, el crecimiento, la economía capitalista necesita de cuatro expolios permanentes, el expolio de recursos naturales con la consiguiente destrucción ambiental, el expolio de los derechos de las mujeres y su reclusión bajo el dominio del hombre, el expolio de los cuerpos de las personas inmigrantes, y la liquidación de los derechos laborales y de ciudadanía para financiar la deuda de los estados. Las guerras, la extorsión a los gobiernos de izquierdas electos con la participación de judicaturas y medios, los estados fallidos, la guerra de Ucrania, y el disciplinamiento de las poblaciones bajo el dominio de estados autócratas y centralistas, son las formas con las que opera el terror del capital.
En la batalla desatada del capitalismo contra
la democracia, los partidos de ultraderecha son instrumentos a sus
órdenes. Los objetivos políticos de los capitalistas son, resumidamente,
cuatro. Uno, la concentración del poder en pocas manos para hacerlo
manejable, están contra de la federación o confederación del poder
político. Dos, el disciplinamiento de las mujeres para que se dediquen
gratuitamente a las tareas de reproducción social, todas aquellas que no
tienen precio pero sí valor para la vida, los cuidados. Tres, la
anulación de cualquier protección ambiental para que la naturaleza
entregue su tiempo de vida acumulado durante millones de años sin tasa
de retorno; legado de deuda y muerte para las generaciones futuras. Y
cuatro, el mantenimiento de una bolsa de inmigrantes que entreguen su
tiempo y su cuerpo en forma de trabajo esclavo sin derechos.
Si
se percibe cómo el capital afronta el objetivo de destruir la
democracia, concentrando la distribución territorial del poder político,
promoviendo el antifeminismo, aniquilando cualquier legislación de
protección ambiental, cultural o patrimonial, matando personas
inmigrantes en las fronteras, no es difícil comprobar que la
ultraderecha europea, con la española, PP y Vox en papel destacado, es
el brazo armado de un puñado de personas muy ricas dispuestas a todo. Si
el capital agrede con su aparato ideológico, el pueblo no puede
defenderse sin ideología. La ideología es la forma cultural de
interpretar, concebir y dar respuesta al mundo. Si no insertamos en
nuestras mentes ideología para la igualdad, la protección ambiental, los
derechos humanos, de las generaciones futuras y de la vida no humana,
el camino lo andará la barbarie.
La traducción en España de cualquier proyecto democrático en cualquier región, territorio o nación de las que forman el estado, pasa por defender sin fisuras el feminismo y sus símbolos, el ecologismo y sus causas, el republicanismo frente a la monarquía, el federalismo plurinacional como alternativa al centralismo radicado en Madrid, los derechos humanos de las personas inmigrantes y el antibelicismo. Ese es el motor ideológico de la izquierda, un motor que pasa por no ceder bajo ninguna acusación de ruido ni ninguna petición de sumisión o silencio.