La pregunta que intento responder es cómo votar el legado de Irene Montero. La declaración de Ione Belarra, en el entorno de las dos de la tarde del 9 de junio, comunicando la decisión del Consejo de Coordinación de Podemos, avalada por el 93% de las cincuenta y dos mil personas que votaron en veinte horas, para entregar la confianza se decidiese lo que se decidiese, responde al óptimo posible en este momento. Si Podemos no aceptaba la unidad de la izquierda iba a ser despedazado en campo abierto, culpándole de todos los males pasados, presentes y futuros.
Es imposible que aceptar la unidad con Sumar en condiciones inaceptables, con vetos directos e indirectos a líderes tan relevantes como Irene Montero, Pablo Echenique o Rafa Mayoral, fuese una decisión sin la aprobación explícita de estas personas. Las honra profusamente. Los vetos, negados tres veces como San Pedro negó a Jesucristo, existieron. A la cabeza de los vetos estaba la presidenciable Yolanda Díaz, pagando así a quienes la llevaron a estar donde está.
Excluir a la mejor ministra feminista, progresista y
de izquierdas de todos los tiempos, de un puesto relevante en la listas
electorales, es una carga de plomo en la mochila de Yolanda Díaz. La
soberbia de quienes han fraguado Sumar impedirá enmendar semejante
infamia, denunciada hasta por la Fundación Internacional de Derechos
Humanos. Ojalá se rectifique a la vista de cómo la carroña
ultraderechista, que emite radiación atómica desde Madrid, se ha lanzado
sobre el cuerpo de Irene. Lean a José Antonio Zarzalejos en El
Confidencial, a ver si son capaces de atravesar el campo de hienas hasta
el final.
Desde que Pablo Iglesias dimitió YD, con su grupo de
fieles procedentes del PCE y de la antigua ICV, se fue alejando del
podemismo y retornando a los parámetros de una izquierda más parecida a
la que vino a sustituir la fuerza quincemayesca. La caminata hacia atrás
ha sido apoyada por medios desde la ultraderecha hasta la progresía y
la izquierda, por el propio Pedro Sánchez, a la búsqueda de una
izquierda que se constriña a los límites que el imperio y las fuerzas
económicas neoliberales y liberales de la Unión Europea marcan como
insuperables.
Las próximas elecciones generales pintan mal para Pedro Sánchez y la izquierda. Atacar y participar con silencios cómplices de los ataques a Podemos, no solo reduce el espacio electoral de la fuerza violentada, reduce el campo simbólico y cultural del progresismo. La consecuencia son los resultados de las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Joan Baldoví e Íñigo Errejón, al predicar la unidad, con Podemos en trastero, se han aliado con la España monárquica, que desde Madrid coloniza los cerebros del resto de territorios para extraer capital ambiental, capital humano y capital monetario de todos ellos.
La pregunta que debemos hacernos es cómo votar el 23J para votar el legado de Irene Montero. Si no se vota, su sacrificio y su trabajo habrán sido inútiles. El día después será, si cabe, más importante. Nunca cuanto peor mejor. Es preciso intentar salvar todo lo que se pueda de los avances conseguidos en esta legislatura gracias a Podemos y su alianza estratégica con Bildu y ERC. Seré explícito, quiero que salga Ione Belarra, quinta por Madrid, Lilith Verstrynge, cuarta por Barcelona, y todas las personas de Podemos que encabezan listas o tienen posibilidades en otras provincias.