Hasta el viernes nueve de junio Sumar y Podemos tienen margen para acordar una candidatura de unidad. Esperemos que quede inteligencia pragmática en Yolanda Díaz y su equipo. La pasada semana la llamada a conseguir la unidad de la izquierda señaló la puerta de salida a Irene Montero. Querer recluir a Podemos en la sentina de escombros es un error que puede estrellar su proyecto contra la espuma del desencanto. Ni las bases orgánicas de Podemos, ni las bases electorales del cambio, ni mucho menos el feminismo de clase, se verán concernidos por una suma con Podemos escondido en la bodega de carga.
Destacados analistas han puesto de relieve que el proceso errático de Sumar, con el inadecuado manejo de los tiempos, ha contribuido a desconcertar al electorado del cambio. El acto de Magariños alimentó el desasosiego. Pedir la unidad y avanzar sin Podemos genera desconcierto. Hablar de escucha, decir que esto no va de partidos, pero visibilizar guiños con partidos para ocupar puestos en las listas es incoherente. Los resultados electorales del pasado 28M son la consecuencia.
El presidente del gobierno, Pedro
Sánchez, a la vista de que el gran perjudicado en las elecciones
municipales y autonómicas ha sido el PSOE, ha adelantado su objetivo de
volver al bipartidismo monárquico con una izquierda subalterna del
régimen del 78. Sánchez ha dado la orden de merendarse a Sumar en las
elecciones del 23 de julio. Para ello podemiza su discurso adelantando a
Yolanda Díaz por la izquierda. Es lo que hizo para ganar a Susana Díaz.
Un indicador de que el potencial votante de Sumar sin el factor
diferencial de Podemos puede preferir al PSOE como voto útil.
La
unidad es un mito en el campo de la izquierda, un fin en sí mismo. Se
impone la matemática de la ley D´Hont. El debate de la unidad hurta
pensar la línea del horizonte estratégico. La derecha tiene trazadas con
nitidez las líneas defensivas de la España monárquica. Son el estado
centralista contra Cataluña y Euskadi y el estado machista contra el
feminismo de clase. Del lado de esa derecha se ha situado siempre el
PSOE cuando de debilitar la fuerza de transformación de Podemos en su
alianza estratégica con ERC y Bildu se trataba.
Reformar con el PP en 2011 el artículo 135 de la CE, alinearse con Rajoy para la aplicación del 155 en Cataluña, o pactar la liquidación del consentimiento en la ley del solo sí, junto con la indolencia para renovar el CGPJ o derogar la ley mordaza, definen la función del partido que aglutina la mayor parte de voto progresista. Ignorar eso deja a Pedro Sánchez todo el campo de maniobra para pedir el voto útil. Tanto en solitario como dentro del bloque de Sumar, Podemos representa el empuje de transformación que ni el PSOE ni la derecha española desean. Yolanda Díaz debe decidir antes del nueve de junio si Sumar es un PSOE bis o un proyecto que aspire, no a suplantarlo, sino a sustituirlo.
PUBLICADO EN DIARIO RED