jueves, 14 de agosto de 2025

Unidad, qué bonito nombre tienes

Irene Montero e Ione Belarra, en un acto de Podemos.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.

Miguel Hernández

Apelar a la unidad de la izquierda es hermoso, pero no sirve para nada si detrás de esa invocación solo hay un análisis matemático coyuntural que ignora el pasado, el momento histórico y la construcción de un horizonte estratégico de futuro esperanzador, pese a que como es habitual muchas personas bienintencionadas piensen que es la mejor solución.

La izquierda transformadora que irrumpe en 2014, está situada insistentemente en la diana de la unidad. Sin embargo ha sido la que más unidad ha promovido desde su nacimiento. Unidades electorales malogradas, con el nombre de Unidas Podemos o Adelante Andalucía. Coaliciones que, junto con la estrategia de bloque de dirección de estado con fuerzas soberanistas, dieron la mayor cantidad de representación política y los mejores frutos para mejorar la vida de la gente. La unidad estaba hasta que la presión exterior del régimen (cloacas, lawfare, bombardeo comunicativo y violencia política), consiguió romperla con no poca ayuda interior. La operación Sumar responde a esa historia.

Nos encontramos en un momento histórico en el que debemos comprender que lo que está pasando a escala global no es algo circunstancial que puede cambiar con un cambio de gobierno en los EEUU. La socialdemocracia liberal en España no tiene proyecto político ajeno a la inercia de sostener su estructura organizativa sobre lo que le quede, cada vez menos, de poder en el estado, y la izquierda vinculada al PCE parece no querer salir del bucle desde el que legitima y sostiene a un PSOE entregado al régimen de guerra. La negativa e incapacidad del gobierno de Pedro Sánchez para plantear un auténtico horizonte democrático de transformación, puede hacer que el trumpismo por la vía de Feijóo y Vox gobierne el estado con la mayoría de territorios autonómicos.

La línea de confrontación izquierda-derecha que dibuja este horizonte de sucesos está trazada con tres pinceles interconectados ideológicamente. Uno, la destrucción total del estado social y el desprecio por los derechos básicos como el de la vivienda o los derechos humanos y democráticos de la inmigración, potenciando solo las funciones para la coerción y el rearme. Dos, en la España diversa y plurinacional, la presión para la recentralización del poder en las instituciones con residencia en la capital del reino, porque el capitalismo trumpista precisa de reducir la complejidad para facilitar su dominio. Y tres, el genocidio palestino tolerado para que la dinámica del sur global se atemorice bajo la amenaza de lo que EEUU es capaz de hacer por sí solo o a través del sionismo israelí.

Esa línea de confrontación define el parteaguas de los dos bloques que se están configurando en el plano político, un bloque de izquierdas plurinacional con distintos grados de soberanismo y (con)federalismo, que habría de llegar a alianzas cooperativas, electorales o no, y un bloque formado por la masa ultra reaccionaria de PP, Vox.

En este contexto poner en el centro la apelación a la unidad de la izquierda, teniendo en cuenta además que siempre se aprovecha contra el potencial de la izquierda transformadora, es ignorar la historia reciente, sin autocrítica por parte de quienes han contribuido decididamente a debilitarla. La construcción de un horizonte de esperanza que, por supuesto, también tenga en cuenta lo electoral, requiere una ruptura previa con lo que el PSOE está representando en este momento histórico. Con estas mimbres un gran número de personas de izquierdas que están hastiadas de la política, por creer imposible derrotar al bipartidismo, podrán volver a ilusionarse.

Unidad es una bonita palabra a la que nadie puede oponerse, para construirla debemos entender el sentido histórico de las tres heridas de Miguel Hernández, la del amor, la de la muerte, la de la vida. La del perdón, la de la ruptura, la de la esperanza.

Publicado en La Voz del Sur

domingo, 10 de agosto de 2025

Pensar el andalucismo en el siglo XXI

Pensar el andalucismo en el siglo XXI | TuPeriódico Soy

Blas Infante nace en el siglo XIX, lo asesinan los fascista españoles la madrugada del diez al once de agosto de 1936. Siglo XX. Cuando escribo este texto se van a cumplir ochenta y nueve años de la vileza cometida en el km 4 de la Carretera de Carmona. Termina el primer cuarto del siglo XXI. Es momento de recordar la figura y el pensamiento del padre de la patria andaluza, no como añoranza, sí como esperanza. El mundo vive extenuante los efectos infames de la crisis del capitalismo occidental. Lo que de democracia y derechos se ha construido con sacrificio y muerte en Europa y Andalucía está en completo riesgo. Los actuales liderazgos europeos están arrodillados ante el fascismo estadounidense. Las bases del imperio en territorio andaluz cooperan con la muerte en Oriente Medio ayudando al estado terrorista de Israel.

Durante el último cuarto del siglo XX, el Andalucismo de la transición recoge y adapta al contexto histórico el pensamiento de Blas Infante. En 1971 se funda en Mairena del Alcor ASA (Alianza Socialista de Andalucía) por quienes luego liderarían el PSA (Partido Socialista de Andalucía). No olvidamos la relevancia del PSA, y de su líder, Alejandro Rojas Marcos, en el impulso de las grandes movilizaciones del pueblo andaluz el 4 de diciembre de 1977, las cuales consiguieron condicionar las posiciones del resto del espectro político, siendo determinantes para que Andalucía accediese mediante el ejercicio del derecho a decidir, en unas condiciones normativas casi imposibles, a la autonomía plena que iba a ser concedida en la CE del 1978 solo a los pueblos gallego, catalán y vasco.

Estamos cerrando el primer cuarto del siglo XXI. El pueblo andaluz ha mejorado sus condiciones de vida, solo faltaría que hubiésemos empeorado en términos absolutos en el marco de la UE. No obstante, las condiciones estructurales de desigualdad se mantienen en términos relativos. Tenemos una economía colonizada por grandes empresas con domicilio social fuera de Andalucía, dependiente de sectores con poco valor añadido que se mantienen explotando mano de obra precaria e inmigrante, con especial intensidad de desigualdad en los empleos de las mujeres. Una economía destructora de territorio y naturaleza. Una economía a su albur, con los gobiernos español y andaluz que consienten el expolio de lo público y no actúan decididamente contra la emergencia habitacional y la crisis de acceso a la vivienda de una mayoría de la población.

Como pronosticó hace décadas la ecología política, la crisis de límites biofísicos planetarios a la que conduce el modelo de extracción, producción y consumo del capitalismo, solo puede ser abordada desde el polo democrático reduciendo la dependencia de insumos, materias primas y energía, e imitando la capacidad de resiliencia de la vida en la naturaleza, biomimesis. Este abordaje choca directamente con la esencia del capitalismo: la acumulación y concentración indiscriminada de capital en pocas manos a costa del expolio de la vida y los recursos naturales.

Para que esa rueda no vuelque debe girar constantemente alimentada por el tiempo y la vida de los pueblos, el tiempo y la vida de la clase trabajadora, el tiempo y la vida de la inmigración, el tiempo y la vida de la naturaleza y, por último, pero quizá lo más importante por revolucionario en este siglo XXI, el tiempo y la vida de las mujeres. El tiempo y la vida son las categorías que conectan todo tipo de explotación material y cultural al servicio de los dueños del capital. Esa explotación ocurre sobre los territorios que habitan los pueblos culturales, algunos de los cuales han devenido pueblos políticos. Lo más parecido sociológicamente hablando a un ecosistema natural es un pueblo cultural.

La obra de Blas Infante tiene su mayor valor histórico en la creación de las bases para que el pueblo andaluz, de cultura milenaria reconocible universalmente, tomase conciencia de pueblo político. El fascismo lo asesinó tan solo un mes antes de que el estado republicano español fuese a aprobar el primer estatuto de autonomía política de Andalucía, al igual que había aprobado los estatutos gallego, catalán y vasco. El andalucismo de la transición consiguió que el pueblo cultural que somos, consolidase sus instituciones políticas de autogobierno. Ahora están en riesgo debido a que la crisis del capitalismo estadounidense, representado por un neoliberalismo faccioso, necesita liquidar la capacidad de autogobierno de los pueblos y concentrarla en virreinatos que rindan pleitesía arrodillados en sus campos de golf. Un capitalismo genocida como lo demuestra su connivencia con el asesinato por bombas, balas y hambruna del pueblo palestino.

Pensar el andalucismo para el siglo XXI requiere, pensar global y actual local. Requiere pensar las alianzas con otros pueblos del estado, con los pueblos ibéricos, mediterráneos, africanos y latinoamericanos de los que el pueblo andaluz es parte y fruto mestizo. Pensar en la integración del feminismo y el ecofeminismo como ideologías revolucionarias imprescindibles para la emancipación de la humanidad. Pensar en la inmigración y proteger sus derechos y su dignidad. Pensar en la transición ecológica a una economía verde.

Pensar, más allá de procesos electorales, en el fortalecimiento de la autoconciencia andaluza, la cual, fruto de siglos de historia, es una aleación cultural valiosísima para enfrentar el racismo con el que el capitalismo occidental está peleando a unos pueblos con otros en su propio beneficio. Pensar el andalucismo del siglo XXI no puede ignorar la necesidad de trasformar el estado español para que no siga estando en manos de la herencia franquista. Pensar el andalucismo del siglo XXI es pensar en nuestra bandera republicana, la verdiblanca, como parte de un proyecto de estado republicano, plurinacional y (con)federal en el que, como exaltó José Luis Serrano Andalucía sea como la que más. Pensar el Andalucismo del siglo XXI es pensar que con Andalucía todo y sin Andalucía nada.

¡Viva Andalucía Libre!

Publicado en Tu periódico andaluz

lunes, 4 de agosto de 2025

La propuesta de Gabriel Rufián

Gabriel Rufián en el Congreso.

Desde la izquierda, me tomo en serio la propuesta de Gabriel Rufián, no la desprecio como hace su camarada Oriol Junqueras. La tomo en serio, al igual que lo han hecho Iván Redondo desde posiciones progresistas moderadas o José Antonio Zarzalejos desde posiciones a la derecha. Gabriel Rufián es fruto, como el pueblo andaluz, del mestizaje cultural y, como el pueblo catalán, del mestizaje político. Tal vez por eso le es más fácil mirar desde afuera de los límites endomórficos de su partido.

El globo terráqueo está a punto de superar las 450 ppm de CO₂ atmosférico. Esto nos sitúa, según la ciencia más destacada, en un contexto de riesgo irreversible en la lucha contra el cambio climático y sus efectos. Los líderes de la UE con Ursula von der Leyen a la cabeza, han concedido a Donald Trump un acuerdo sobre gasto en armamento para la OTAN correspondiente al 5% del PIB hasta 2035, aranceles del 15% para la exportación a los EE.UU. y compra de combustibles fósiles para los próximos tres años por valor de 750.000 millones de dólares. La UE ha aceptado sin chistar que Rusia es el enemigo militar y China el enemigo económico, pero quien arrodilla a los pueblos europeos es Donald Trump y la corte anglosionista de Wall Street, que consienten y ayudan a Israel a matar con hambre, sed y balas al pueblo palestino, descomponiendo la posibilidad de paz e igualdad en todo el planeta.

La situación del gobierno de Pedro Sánchez, fruto de su conformismo y falta de visión estratégica, es más que crítica. Pensar que con liquidar a Podemos iba a capitalizar suficiente voto para sostener la farsa democrática del Estado español, y que de esta manera iba a ser aceptado como mal necesario para la función de dar apariencia democrática a la monarquía parlamentaria que sobrenada las cloacas policiales, judiciales y mediáticas, es no comprender el momento global del capitalismo estadounidense. Estos señores de los aranceles y la guerra no necesitan a la socialdemocracia liberal, a la que califican de comunista, izquierdista y hasta marxista. No la necesitan para vestir ningún santo bipartidista porque van decididamente a por los vestigios de democracia que puedan quedar. Lo quieren todo todo el tiempo en su declive imparable frente al sur global y los BRICS.

Desde la irrupción de Podemos en 2014, fruto político callejero de la crisis metabólica de 2008, la única mayoría posible para sostener un gobierno que no fuese de derecha ultra o de ultraderecha, era la que podía conformar el PSOE con la izquierda transformadora, la cual no tuvo más remedio que reconocer pronto que el Estado español era plurinacional, y con los soberanismos periféricos. Pedro Sánchez leyó el momento y en mayo de 2017, camuflado de podemita y federal, venció a la oficialidad de su partido representada por la escasa astucia de Susana Díaz. Solo cinco meses después apoyó la aplicación del artículo 155 de la CE a la Generalitat de Cataluña.

En los últimos diez años, hemos vivido los intentos de destrucción de Podemos, primero mediante las cloacas, la pseudo justicia española y las grandes corporaciones mediáticas. Después con la operación Sumar. En esta etapa se ha revelado que el PSOE ni es de izquierdas ni acepta la plurinacionalidad del estado, salvo cuando no tiene más remedio para sujetar lo que le queda de poder, y que la izquierda que ahora pide desesperadamente unidad es una mera muleta del mismo, capaz de traicionar sin miramiento a quienes con generosidad le tendieron la mano para montar algo lo más parecido a un frente amplio que hemos conocido. Ahora, la corrupción bipartidista ha vuelto a florecer sobre raíces que ahondan los estratos de la transición española tutelada por el franquismo, sus poderes económicos y la CIA.

Con la caída de la socialdemocracia liberal y de todo lo lleva en su sentina de escombros, se abre una etapa de gobierno de España con PP y VOX, ya se convoquen las elecciones en lo que queda de 2025, en 2026 o al acabar la legislatura en 2027. Eso es lo altamente probable. Contra eso, la propuesta de Gabriel Rufián es una propuesta, aunque difusa e indefinida, decente. Una propuesta que, para que sea verdaderamente atractiva no puede nutrirse solo de la matemática electoral y las expectativas de corto plazo. Es preciso trabajarla para que tenga solidez estratégica y capacidad de sustituir a la socialdemocracia liberal derechizada que hoy por hoy representa el PSOE, razón por la cual es incapaz de plantar cara a la ultraderecha que viene.

La propuesta de Gabriel Rufián necesita de la alianza cooperativa entre los soberanismos, cualquiera que sea su profundidad y el territorio que pisen, y la única fuerza de estado, Podemos, con visión republicana plurinacional que ha demostrado que no se pliega al PSOE en virtud de intereses de corto alcance. La propuesta de Gabriel Rufián necesita, imprescindiblemente, de sentido de estado de las fuerzas nacionalistas de los territorios sin estado. La propuesta de Gabriel Rufián necesita del aporte federalista del territorio que construyó, contra todo pronóstico, el actual estado autonómico, Andalucía. La propuesta de Gabriel Rufián serviría para empezar a proponer un nuevo armazón ideológico que enfrente el actual momento histórico dibujado entre las tinieblas de la izquierda europea.

La propuesta de Gabriel Rufián ganaría fuerza si se labra sobre el mestizaje de los pueblos ibéricos, como el andaluz y el catalán, en una suerte de alianza para combatir lo que se nos viene encima, que no es otra cosa, como bien ha visto el portavoz de ERC en el Congreso, que la destrucción sistemática de los derechos democráticos y los avances feministas, y, como preocupa al analista de derechas, José Antonio Zarzalejos, el frente entre la recentralización del estado y los autogobiernos.

El capitalismo occidental estadounidense va a por todas. Necesita expropiar la vida y el tiempo de la naturaleza, la vida y el tiempo de las mujeres, la vida y el tiempo de las personas migrantes, la vida y el tiempo de la diversidad de género y cultural, la vida y el tiempo de los pueblos europeos, los con estado y los sin estado. A esa tarea es a la que se va a dedicar el futuro gobierno del PP y VOX por medio de la coerción y la persecución.

Por eso, la propuesta de Gabriel Rufián es una propuesta decente, digna de tener en cuenta tanto dentro de ERC, como por las fuerzas nacionalistas periféricas, como por la izquierda trasformadora no subalterna del PSOE que representa Podemos. Digna de ser pensada a nivel de estado con carácter estratégico y aplicada tácticamente en los distintos niveles electorales y territoriales. Gabriel Rufián nos propone que dejemos de mirar nuestro ombligo, porque mientras lo hacemos exponemos la cabeza a la guillotina trumpista que manejarán, como verdugos pagados, PP y Vox.

Publicado en La Voz del Sur

jueves, 31 de julio de 2025

Una ciudad como un bosque

bosque mo

Si nuestra ciudad fuera como un bosque amaríamos los árboles que la habitan, no los dañaríamos, curaríamos sus enfermedades y acompañaríamos sus desdichas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los edificios imitarían a los árboles y aprovecharían la energía solar que atina en sus azoteas, tejados y fachadas; como las hojas realizan su función clorofílica, la fotosíntesis urbana de calor, energía solar térmica, y electricidad, energía solar fotovoltaica, evitaría gases cargados de molestias. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, el aire que acaricia los valles de sus ríos revolotearía en fuentes y calveros para colarse por los balcones en verano. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las hojas caerían en otoño para que el sol calara los ventanales.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, ríos y acequias juguetearían a la vista, y tendríamos riberas, paseos con olmos, castaños y alamedas. En el bosque, las aceras serían amplias y llenas de banquitos a la sombra, las paradas de autobús no quemarían, como quema la chapa metálica de sus asientos. Sería raro ver un coche o una moto, porque el bosque invita al paseo y al encuentro. El ruido no existiría y solo conoceríamos el rumor de la vida en el bosque.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque, los desechos serían mínimos y reciclables. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, sus pavimentos serían porosos y no recolectarían el calor del verano, ni el frío del invierno. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, la recorrerían tranvías y bicicletas. Si nuestra ciudad fuera como un bosque estarían prohibidas las altísimas torres de hormigón y cristal. Si nuestra ciudad fuera como un bosque no nos importaría mancharnos de vez en cuando los zapatos, ni que los niños jugaran con la tierra. No nos molestaría el piar de los pájaros ni el pulular de la vida en los arriates.

Si nuestra ciudad fuera como un bosque el arte inundaría sus rincones. El aire estaría oxigenado y limpio. Si nuestra ciudad fuera como un bosque, las constructoras y los arquitectos serían amigos de todos y no solo de alcaldes y concejales de urbanismo. Si nuestra ciudad fuera como un bosque habría muchas gentes que entienden que el debate está donde están las necesidades de las personas, y no donde están las ilusiones ópticas de la codicia.

Pero, nuestra ciudad se convierte en escombro de arboleda. Sus calles son cauces grises sin orillas, sus plazas techos de piedra que despiden el calor de los motores que alberga la oquedad oscura de aparcamientos subterráneos.

Presiente, siempre, la ciudad, nuevas agresiones infames… Y se cumplen.

lunes, 21 de julio de 2025

Madrid en España o España en Madrid

 Juan Manuel Moreno Bonilla, saluda a Salvador Illa en la misa rociera en la Sagrada Familia - Kike Rincón / Europa Press

El sueño húmedo de la burguesía catalana es una gran coalición formada por un PP con las formas de Juan Manuel Moreno Bonilla y un PSOE que se parezca al PSC de Salvador Illa. Este pasado domingo La Vanguardia publicaba una entrevista al presidente andaluz en el lugar más privilegiado de su portada digital. Jordi Juan y Enric Juliana lo tratan como si fuese un santo.

San Juan Manuel Moreno Bonilla el que quita impuestos a los ricos, abre la mano al urbanismo sin escrúpulos, entrega la universidad a San Ignacio de Loyola, contrata sanidad privada para corregir el abandono de la pública, cierra unidades de educación sin tocar la concertada, aumenta las horas de religión, abandona al alumnado con necesidades educativas especiales, deja si medios a los bomberos forestales, desprecia a los trabajadores del metal o permite que los pueblos y ciudades estén tomados por AirB&B sin acometer el gravísimo problema de acceso a la vivienda.

A la derecha de la entrevista, la columna del director, Jordi Juan, titulada "El éxito de la moderación", presenta un desiderátum imposible: “Moreno e Illa encarnan la esperanza para un futuro de consenso entre el PP y el PSOE”. La Vanguardia, fiel a su línea editorial confía en un retorno al bipartidismo de régimen que pivote sobre el nacionalismo catalán y vasco. Para ello la Andalucía dócil, ahora del PP y antes del PSOE, es condición sine qua non.

El diario catalán, influyente en todo el estado, presta voz a la burguesía catalana, cuyos intereses son parte esencial de su línea editorial. Las burguesías territoriales catalana y vasca saben que sus intereses estarían a salvo con un gobierno en minoría de Alberto Núñez Feijóo, no dependiente de Vox, apoyado desde la bancada del Congreso por un PSOE en catatónico. Empujar la gran coalición es un intento desesperado de las elites periféricas del estado autonómico, con la intención de seguir contando con su parte del pastel del régimen, se substancie con inversión del estado para ampliar el aeropuerto del Prat, o con la adopción del principio de ordinalidad en la financiación autonómica.

La gran coalición es imposible. La impedirá el Madrid ayusista que emite y ejecuta desde la capital del reino su poder monárquico. En Madrid DF se amamanta el trumpismo, fase senil del neoliberalismo. En los cenáculos de poder madrileños el cálculo está hecho, el PP gobernará con Vox y acometerá contra la esencia misma del estado autonómico. Por otro lado, si el PSOE que va a legar Pedro Sánchez intentase siquiera jugar a la gran coalición caería en picado. Madrid en España o España en Madrid es la dicotomía que dibuja la línea de confrontación de modelo de estado que reaparecerá en el nuevo ciclo electoral. Aún no sabemos si inaugurado por unas elecciones generales, por unas elecciones andaluzas o por sendas al mismo tiempo como parece que pretende el presidente andaluz.

La intención del neoliberalismo respecto del poder de los estados se resumen en dos líneas estratégicas. De un lado liquidar las competencias que tengan que ver con los servicios públicos, la economía y la fiscalidad, dejándole solo las relacionadas con la coerción. Y de otro, simplificar los poderes políticos con los que tengan que entenderse los dueños del capital concentrando todo el poder en un punto. El último ejemplo en la UE es la intención de eliminar la participación directa de las regiones en la distribución de los fondos europeas, centralizando toda la gestión y todas las decisiones en las capitales. Se podrá hablar catalán en Bruselas, pero los euros  dirigidos a la economía del rearme pasarán por Madrid, previa decisión de la Comisión sobre a dónde y en qué deben ser destinados.

El régimen de guerra es la evolución táctica del neoliberalismo para que unos pocas manos se apropien de todo todo el tiempo en su confrontación con China y los BRICS. El régimen de guerra exige coerción y concentración de poder. El régimen de guerra ya ha optado por liquidar lo que queda de democracia. La distribución territorial del poder es, para ello, un obstáculo. No hay política sin territorio, no hay democracia sin poderes democráticos territorializados. Las burguesías vasca y catalana lo ven venir y buscan aliados en el PSOE o en la apariencia de moderación del presidente andaluz. La izquierda plurinacional y las izquierdas soberanistas quedarán condicionadas en sus propuestas de avances democráticos por la nueva línea de confrontación territorial. Madrid en España o España en Madrid.

En el estado español todo debate sobre avances en derechos socioeconómicos, feministas o ecologistas, acaba atravesado y condicionado por la cuestión territorial. Las líneas de confrontación que interesan a las izquierdas, no pueden ignorar este hecho. El nuevo ciclo político y electoral pondrá sobre el terreno de juego la idea que cada quien tenga del estado español. O Madrid en España o España en Madrid. La primera permitirá fortalecer la democracia, los poderes territoriales y los avances democratizadores, la segunda nos lleva al abismo antidemocrático. De ahí la necesidad de cooperación entre quienes interpretan en sus propias orquestas territoriales, sin pintar nada, y quienes quieren que las diferentes orquestas acompasen sus objetivos en defensa de los intereses de todos los pueblos de España.

Publicado en Diario Red

lunes, 14 de julio de 2025

No es lo mismo ser que estar

Preocupación en Sumar porque no logran tener visibilidad en la crisis con Israel

Hay una izquierda que está dentro del gobierno de la guerra. No es lo mismo ser que estar. Hay una izquierda que lanza ultimátums, que separa su futuro en el gobierno de su futuro en Andalucía. Dice que es por Andalucía, pero Andalucía alberga las dos principales bases de la OTAN del estado, que a su vez son las bases europeas que más apoyo logístico han prestado al ataque estadounidense a Irán. «Que si Morón que si Rota», en Carlos Cano, como en los griegos el pensamiento, está todo lo que a Andalucía concierne.

No es lo mismo ser que estar, canta Alejandro Sanz. Nadie duda que esa izquierda es de izquierdas, como nadie duda que la mayoría del electorado del PSOE es de izquierdas. Otra cosa es que su acción política esté a la izquierda. No es lo mismo ser que estar, es distinto. Hay una izquierda que se sienta a la siniestra de Pedro Sánchez, pero no está haciendo de izquierda. El dinero se va con facilidad a las armas y se extrae de los servicios públicos, del Fondo de Liquidez Autonómica o del freno a las políticas feministas. No es lo mismo ser que estar.

Hay una izquierda que afirma que hay una «gobierno que asume la responsabilidad de afrontar la destrucción de la corrupción que ha caracterizado al sistema político español», que, contenta y satisfecha por las propuestas de Pedro Sánchez ante el congreso de los diputados, en su comparecencia para rendir cuentas por la corrupción del PSOE que han practicado sus dos últimos secretarios de Organización, declara que «hay legislatura». Pero el problema no es si hay o no legislatura, el problema es que haya o no haya gobierno progresista (no diré siquiera de izquierdas).

Hay una izquierda que prefiere ser del gobierno del rearme, del 5% del PIB para la OTAN, de 10.500 millones comprometidos ya para gasto en defensa, que irán en su mayor parte a la industria de la guerra que dirige el fascista Donald Trump. Una izquierda que prefiere ser a estar, porque estar es actuar. Una izquierda que no actúa para impedir que el gobierno siga comerciando con el estado terrorista y genocida de Israel. Un gobierno que dice ser progresista pero que está completamente escorado a la derecha.

Hay una izquierda que es de izquierdas que argumentó a favor del recorte a las prestaciones de los parados de 52 años. Una izquierda incapaz, no ya de exigir medidas de izquierdas en materia de derecho a la vivienda, sino de forzar al menos que el presupuesto del ministerio de vivienda, del cual solo se ha ejecutado el 32% del año 2024, se destine a bajar el precio de los alquileres y a ampliar la oferta de vivienda social, sin prebendas fiscales para los tenedores del negocio. Una izquierda sumada a los sindicatos «mayoritarios», UGT y CCOO, que consiente la ampliación subrepticia de la edad de jubilación hasta los 71 años, montando así una vía de escape para cuando las pensiones miserables se vayan imponiendo.

No es lo mismo ser que estar, es distinto. Se puede decir ser de izquierdas pero estar en otro lado. Con el PSOE ha ocurrido desde el principio de la transición, ahora, además, con el peligro bélico del momento trumpista, ya no se oculta, ni es ni está. La puerta de entrada a la ultraderecha y el fascismo, la abre el PSOE por circular con el freno de mano puesto y el volante girado a la derecha. Hoy, estar en su gobierno es ser cómplice de su acción. Estar en su gobierno, es unir tu futuro a su futuro.

Nos adentramos en un nuevo ciclo político, un ciclo hegemonizando por quienes quieren destruir toda función social del estado para dedicarlo en exclusiva a la guerra y la coerción. Pensar la estrategia y la táctica desde la izquierda solo en términos electorales es la condición de posibilidad del fracaso y la desesperanza. La socialdemocracia liberal europea ha atado su futuro al rearme trumpista, estar a su lado es acompañarla al desastre que ella misma alimenta y promueve. Estar con quienes se empeñan en estar a su lado sería buscar la misma condena.

En el Estado español, lo que se viene encima no es solo una acometida contra los derechos sociales de las clases medias y populares, lo quieren todo, todo el tiempo. Lo que prepara la ultraderecha significada en Vox y el PP de Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla es convertir en legal el estado profundo ilegal que opera desde las cloacas, los medios concentrados en Madrid DF y la alta judicatura. El objetivo es acabar con cualquier atisbo de poder distribuido territorialmente, convertir autonomías en protectorados administrados por virreyes.

No es lo mismo ser que estar. Se puede ser, pero si no se está en el lado del parteaguas que se sitúa en contra del gasto en rearme, que afecta a la inversión social, de la OTAN, del Genocidio, de los retrocesos en políticas de género, del olvido de la inversión en un sistema preventivo y productivo verde o de las prebendas para propietarios, inútiles para acabar con el problema de la vivienda, entonces no se está en la izquierda.

Ese parteaguas define al sindicalismo que la izquierda debe potenciar al igual que define las alianzas de futuro que se deben promover. No es lo mismo ser que estar. En Andalucía, después del conflicto del metal en Cádiz, resulta evidente que hay un sindicalismo que está y uno que es, pero no está. En Andalucía resulta evidente que hay partidos y opciones políticas que están y son y otras que son y no están. Como en el resto del estado, en Andalucía más, la esperanza se construye con el efecto sinérgico de la cooperación entre la izquierda más soberanista y la que está comprendiendo el estado plurinacional (con)federal. No es lo mismo ser que estar, es distinto.

Publicado en Tu Periódico Andaluz

domingo, 13 de julio de 2025

Geografía de un sueño

Manifestación por la autonomía de Andalucía, 1977 - YouTube

Dijo escrito el poeta sevillano Luis Cernuda que Andalucía es un sueño que algunos andaluces, y andaluzas, llevamos dentro. Por contra, España es una realidad impuesta, las más de las veces con el ejercicio de la violencia. El vínculo entre la concepción mono color de la España una y el ejercicio de la violencia contra la clase trabajadora, las mujeres, el medio ambiente o las diferentes culturas, incluyendo las de las nacionalidades inmigrantes, es un vínculo reaccionario cuando no, fascista.

El vínculo entre la ley mordaza, la aplicación del 155 de la CE al independentismo catalán, la represión policial y judicial a los trabajadores del metal en Cádiz o Murcia, la coacción y destrucción desde las cloacas del estado de adversarios políticos, la contaminación química del Mar Menor o la obstrucción al reconocimiento de la humanidad en la inmigración, está construido sobre la concepción de un estado, cuya fuerza ejecutiva radica en Madrid y cuyos operadores, electos o no, no consienten que nada se mueva en contra de los intereses para los que trabajan.

La fuerza de las políticas extractivas de la sangre del trabajo, del tiempo de las mujeres, de la vida de las personas migrantes, de los recursos naturales y del sudor del campo, tiene un vínculo estrecho con el desprecio e intento de anulación de las realidades culturales y políticas por la vía de la concentración de poder en la capital del reino de España. Se trata de anular cualquier conato de autogobierno, o reivindicación de soberanía, para convertir los territorios en protectorados o colonias administrados al servicio de los poderes enraizados en la metrópoli, desde la que turbo alimentan a los dueños del capital, esencialmente estadounidense, acomodado en los acertadamente llamados fondos buitre.

Aquí quería llegar. No hay política sin territorio. Como escribe a menudo Enric Juliana: mapas, mapas, mapas. El actual dibujo autonómico del estado español (ahora ya no hablaré de España) es obra de Andalucía. Cuando se recuerdan los grandes hitos de movilizaciones populares que han contenido el avance de la ultraderecha desde el postfranquismo y la etapa democrática, se olvida el gran hito fundacional de la España autonómica. La movilización de dos millones de andaluzas y andaluces el 4 de diciembre de 1977, en las calles de las capitales de las ocho provincias y en las calles de la novena provincia andaluza, Barcelona, (también en menor medida en las de Madrid y Bilbao), para equiparar su estatus político al de las naciones que iban a ser reconocidas constitucionalmente en 1978 como exclusivas nacionalidades históricas.

Para cultivar el territorio sobre el que habrá de nacer una república (con)federal plurinacional, es imprescindible interiorizar la fuerza política de un pueblo, el andaluz, mestizo y no independentista, para cuyo reconocimiento universal no ha necesitado nunca idioma propio. Mapas, mapas, mapas. Andalucía con sus casi nueve millones de habitantes, con su costa este y su costa oeste, con sus olivares, sus campiñas y sus vegas, con sus sierras, gatas y doñanas, es una fuerza telúrica.

Andalucía es una nación de ciudades, la inmensa mayoría de la población está concentrada en poblaciones de más de 20.000 habitantes, decenas de municipios podrían ser por población capitales de provincia. Mapas, mapas, mapas. Andalucía tiene cuatro conurbaciones con poblaciones que van desde los más de 500.000 habitantes, como el área metropolitana de Granada y su entorno próximo, pasando por la Málaga metropolitana litoral, o Cádiz y su bahía, hasta el más del millón y medio de habitantes en la gran conurbación de Sevilla.

Mapas, mapas, mapas. Percibir Andalucía como una comunidad agraria y atrasada, y al pueblo andaluz como solo aspirante a limpiar hoteles, servir raciones o emigrar, es un sesgo impuesto desde el gran emisor de centralismo colonial, Madrid DF. Mapas, mapas, mapas. Mapas de geografía humana que nos hablan de nuestra sangre negra, gitana, morisca, judía, norteña y latinoamericana. Mapas de geografía política, que nos hablan de Granada y Almería, cunas milenarias de la verdiblanca. Mapas de acentos y culturas comarcarles. Mapas de anhelos y necesidades. Mapas de reivindicación y lucha jornalera, forestal, metalera, kellys, taxis, estudiantes, universidades, AMPAs, profesionales de la sanidad, los cuidados o la educación.

No hay política sin territorio. Conocer los mapas de Andalucía, es la primera condición de posibilidad para abonar un republicanismo andaluz que luche por sí y coopere en la construcción de un estado que desborde las vínculos reaccionarios entre el capital y la coerción de la diversidad. Las y los andaluces una vez dibujamos el mapa autonómico del estado haciendo nuestro sueño realidad.

Ahora, las y los andaluces de conciencia, debemos dibujar el mapa republicano plurinacional clamando al resto de pueblos del estado para que cooperen en beneficio propio y del conjunto. Una cooperación que pasa por buscar sinergías entre las posiciones más soberanistas y las más (con)federalistas. Andalucía es un sueño que algunos andaluces y andaluzas llevamos dentro, un sueño que podemos hacer realidad en alianza con el resto de pueblos ibéricos.

Como cantó Carlos Cano en sus Coplas de Emilio el Moro, con letras completamente actuales: “No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes, ni por qué llamas mi tierra aquello que no defiendes.” Esta geografía de un sueño va por los trabajadores del metal en Cádiz, símbolo de dignidad de las clases trabajadoras del mundo.

Publicado en Diario Red

lunes, 30 de junio de 2025

Predicar en el desierto

El presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa, en la sede del PSOE en Ferraz - Gabriel Luengas / Europa Press

El régimen de guerra, en el que la infamia y la mediocridad de los lideres europeos han instalado a las sociedades que gobiernan, es una huida hacia adelante del capitalismo occidental afincado en EE.UU. y gobernado por el sionismo genocida que ocupa Palestina. Se trata de controlar recursos, flujos y mercados, para que la máquina del capital no gripe, a costa de cualquier atisbo de protección de los derechos humanos o la democracia.

En este contexto, toda la derecha española tiene los mismos objetivos. Desde Juan Manuel Moreno Bonilla, como comercial andaluz de productos sanitarios fabricados fuera de Andalucía, hasta Santiago Abascal como el Cid Campeador, pasando por Isabel Díaz Ayuso, como la muñeca diabólica con pinganillo, y Alberto Núñez Feijóo, como el Santiago Matamoros del Obradoiro, buscan tomar el poder del Estado para entregar la economía española al trumpismo sionista. Con esa maniobra, como buenos vasallos, se garantizan su bienestar personal y el de la corte madrileña.

Si toda la derecha tiene el proyecto de destrucción del Estado autonómico, social y de derecho, nadie en la izquierda puede tener dudas, a estas alturas de la OTAN, la guerra de Ucrania o el genocidio del pueblo palestino, que el PSOE es el verdadero obstáculo para defenderse de su agresividad antidemocrática. El episodio del 5% del PIB, para financiar las guerras de los Estados Unidos, firmado por Pedro Sánchez y demás lideres europeos, revela en materia de política internacional, la misma farsa que reveló el pacto de renovación del Consejo General del Poder Judicial con el Partido Popular.

El PSOE, desde Felipe González, pasando por José Luis Rodríguez Zapatero, hasta Pedro Sánchez, es el traje de carnaval con el que el bipartidismo monárquico oculta la corrupción sistémica de la que vive. El PSOE, lo sabemos por los hechos y por los audios, por el brutal incremento del gasto en guerra y por la inacción para proteger a las clases medias y populares contra la desigualdad, no está por el derecho a la vivienda, por los avances feministas o por crear las condiciones para desvincular la economía española de los combustibles fósiles, del uranio nuclear y, consiguientemente, de la guerra.

Pedro Sánchez, como buen actor, mueve los músculos de la cara, pero no ha movido la imprenta del BOE para romper relaciones con Israel, dejar de comerciar con armamento, enfrentar con Marruecos el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, promover la paz en Ucrania o protestar por el uso de Morón y Rota para bombardear Irán. Sonrisa o circunspección en la cara, según convenga a la farsa del género epistolar que de vez en cuando practica. Proteger a este PSOE, el PSOE de siempre, desde sectores progresistas y de izquierdas, en tiempos de riesgo de guerra global, es tomar el camino a la perdición.

En el próximo ciclo electoral, no nos jugamos un diputado más o menos, nos jugamos   poder regar el árbol de la vida en nuestras casas y en el planeta. Cuando todo el arco progresista vinculado a PRISA o subalterno de la corte cultural, política, mediática y periodística del PSOE, se desata para insistir en que Pedro Sánchez se ha enfrentado a Donal Trump y no ha comprometido el gasto del 5% del PIB, o si lo ha firmado es para incumplirlo, lo único que busca es mantener su estatus en la corte. Creen que el PSOE seguirá teniendo cuota de poder real, la cual les permitirá mantener su posición de privilegio.

No va a ocurrir, no han entendido nada de lo que ocurre en el mundo, no reconocen que es el propio PSOE el que crea las condiciones para el desembarco del fascismo en el corazón del gobierno de España. Bastaría que se diesen cuenta que el lawfare contra el PSOE, experimentado con éxito con Podemos y el independentismo, es el indicador de que ya no necesitan a nadie vestido de carnaval que le dé al Estado apariencia de democracia. La socialdemocracia liberal está agotada porque el capital estadounidense y sionista no la necesita para mantener la farsa democrática en Europa. Lo quieren todo todo el tiempo en su lucha contra el sur global y los BRICS.

El régimen de guerra, el desmoronamiento del último reducto de socialdemocracia liberal en Europa, el fin del ciclo del soberanismo independentista en España, y la revelación total de que Sumar era la última operación de régimen para lavar el traje de carnaval del PSOE, crean las condiciones y obligan a empujar un nuevo proyecto de Estado que garantice los derechos de la gente y de los pueblos que lo componen. Pensar una alianza estratégica cooperativa, no necesariamente electoral, entre los soberanismos territoriales de izquierdas y el plurinacionalismo (con)federal, desvinculado de Sumar y sus interioridades, es el único lugar de encuentro para la defensa de la democracia y los derechos que conlleva. Cuanto antes se cultive el territorio pisoteado que va a dejar el PSOE, mejor. No quisiera yo predicar en el desierto.

Publicado en Diario Red

viernes, 13 de junio de 2025

Sustituir al partido del engaño

La nueva explosión de corrupciónbipartidista que dibujan lo audios del número tres del PSOE, Santos Cerdán, transforma, como ha definido perfectamente Ione Belarra, el caso Koldo o el caso Ábalos en el caso PSOE. Pedro Sánchez ha pedido perdón con traje negro y pose compungida. Después se ha ido ha celebrar con el mismo traje el aniversario de la integración de España en la Unión Europea como si aquí no pasase nada. 

El nexo de unión entre la corrupción del PP y la corrupción del PSOE son las elites económicas beneficiarias del sistema. Para que haya corruptos ha de haber corruptores. Esa es la esencia del régimen monárquico. Pero la corrupción no solo son mordidas, no solo es una cuestión de ilegalidad, también es la transacción permanente de recursos públicos a intereses privados por medio las instituciones. Corrupción es también la explotación de las clases medias y populares limitando sus derechos a la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones, la vivienda, el trabajo decente o las prestaciones sociales. Corrupción es perseguir con brigadas patrióticas de bajos fondos a la oposición política.

 Pedro Sánchez, con Santos Cerdán.

En este último sentido el PSOE es el partido del engaño, nunca hace lo que promete salvo que no tenga más remedio para mantener el poder. El PSOE es el auténtico sostén del bipartidismo monárquico. Es el tapón para que nada cambie y todo siga igual. En momentos como este aparece iluminada la fotografía de lo que ha sido y es el verdadero PSOE. Un partido funcional al sistema de poder económico heredero del franquismo, hoy internacionalizado, para vestirlo de “democracia plena”.

El caso PSOE llega en un momento en el que la ultraderecha cabalga a destajo. Un momento en el que el capitalismo occidental quiere prescindir de las socialdemocracias liberales porque, en su choque contra la economía China y de los BRICS y contra los límites ambientales y de recursos, lo quiere todo todo el tiempo. El PSOE está desde hoy atrapado en un cuadrilátero que forman su propia corrupción, el lawfare de la alta judicatura, la entrega voluntaria a las directrices otanistas del imperio trumpista y la complicidad con el estado de Israel en el genocidio del pueblo palestino. De ahí no saldrá más que noqueado.

Si Sánchez convoca elecciones, convocaría su propio suicidio político dejando al PSOE desarbolado al albur del huracán ultraconservador con epicentro en Madrid. Ya no le vale decir que representa el voto útil. Entre tanto, mientras el PSOE se ahoga en su corrupción, sus mentiras y su inacción, siquiera progresista, la cuestión no es pedir elecciones anticipadas a Pedro Sánchez, tampoco sostener un gobierno belicista sin intención alguna de ejecutar políticas sociales, feministas, ecologistas y pacifistas.

La cuestión es levantar un proyecto de izquierdas que afronte el estado corrupto como problema. Un proyecto para el que no sirven ni la sumisión, ni la indolencia, ni el conformismo que hoy representan Sumar y sus integrantes. Un proyecto que solo puede dibujarse contra la ficción de una España que no tolera las diferentes culturas, ya con lenguas propias ya con acentos diversos, con una alianza estratégica entre la izquierda transformadora y las distintas izquierdas soberanistas. Un proyecto cooperativo capaz de acumular fuerzas para sustituir al PSOE y sacarlo del paisaje que usurpa.

Publicado en La Voz del Sur

lunes, 2 de junio de 2025

La auténtica unidad de la izquierda

 Yolanda Díaz y Antonio Maíllo, en un acto en Sevilla.

La unidad de la izquierda es un viejo mantra de la política española. Ese mantra se dispara cuando el espacio del PSOE se reduce. Por eso, el pilar que dio apariencia de democracia plena al bipartidismo monárquico, ayudó con Sumar a construir una canasta que recoja votos en la izquierda para ponerlos a su servicio. En el presente contexto de crisis económica, emergencia climática, tensiones geopolíticas, régimen de guerra, fortalecimiento de la extrema derecha y fuerte deterioro democrático, ese objetivo es para el PSOE imprescindible, no por voluntad de poder, sino por voluntad de permanencia en el poder.

El pacto constitucional, en el que el PSOE y el PCE desempeñaron un papel clave, supuso la renuncia a las aspiraciones históricas de la izquierda —la república o la ruptura con el franquismo— a cambio de cierta estabilidad democrática, integración en Europa y un modelo de economía capitalista con permanente transmisión de rentas del trabajo a rentas de capital. Una transición pactada, tutelada, y condicionada por los poderes fácticos del régimen franquista. Es verdad que, aun así, supuso avances sociales importantes.

Desde entonces, PCE/IU, salvo en la etapa de mayor esplendor que Julio Anguita inició con Convocatoria por Andalucía, ha asumido el marco del bipartidismo monárquico. Ahora lo hace la coalición Sumar con PCE/IU dentro. Es la izquierda sistémica que no cuestiona los pilares del bipartidismo monárquico, una izquierda que no presiona para limpiar las cloacas, reformar el acceso a la judicatura y sus altas instancias, democratizar los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, liquidar la ley Mordaza, acabar con las relaciones con el Estado genocida de Israel, o solucionar el problema mayúsculo de la vivienda. La misma izquierda que ha gozado y goza, aunque de otra manera, de puertas giratorias que le abre el PSOE, Prisa y otras entidades afines.

Quienes se empeñan en presionar a Podemos para que se integre con una izquierda subalterna del bipartidismo monárquico, ahormando una unidad sin más objetivo que la supervivencia del PSOE y de los aparatos de la izquierda sistémica, no se han enterado, o no quieren enterarse, que los grandes poderes económicos, vinculados territorialmente a la capital del reino de España, ya ni siquiera admiten al PSOE en su modelo de mantenimiento del poder. Las palabras de Aznar, “el que pueda hacer que haga” o “cabeza fría y tensión máxima”, son elocuentes en este sentido.

El PSOE vive una crisis de fondo, fruto de una realidad incómoda: el sistema que lo acogió en la Transición ya no lo considera útil y directamente no lo quiere. El bipartidismo es un muerto viviente. De ahí el acoso mediático y judicial contra Pedro Sánchez, su familia y su partido. Una parte de las élites que ayudaron a diseñar, para beneficiarse, el régimen del 78 está expulsando al PSOE, situación a la que este se resiste. Por eso sus pactos con la derecha, como, por ejemplo, el Consejo General del Poder Judicial, el mantenimiento de la Ley Mordaza, la reforma de la Ley del solo Sí es Sí o su alineamiento con los grandes tenedores, rentistas especulativos, fondos buitre y patronal inmobiliaria en materia de vivienda.

Si el PSOE quisiese sobrevivir y ser una fuerza útil para la mayoría social, tendría que romper definitivamente con esa herencia tóxica de obediencia al sistema del 78 y abrirse a una nueva etapa, donde la justicia social, la democracia plena, y la valentía política sean sus señas de identidad. No lo va a hacer porque desde Suresnes no está para eso, está para mantener una farsa, que ya no tiene recorrido político alguno.

La tarea para un horizonte de justicia social, climática, de género, con respeto a los derechos humanos y de las personas migrantes, sustancialmente antibelicista y el reconocimiento de la realidad territorial del Estado español, solo puede abordarla un nuevo bloque histórico. Ese bloque histórico es la auténtica estrategia de unidad que las mayorías sociales, residan donde residan y vengan de donde vengan, necesitan para aspirar a una vida digna.

Para no estorbar en la construcción de ese bloque histórico, al que indudablemente empujaría Podemos, quienes exigen la unidad a Podemos desde la izquierda o desde la progresía mediática y sindical, lo mejor que pueden hacer es coaligarse con el PSOE. Si ya trabajan juntos, que vivan juntos y no molesten en la tarea de transformación fundamental.

Por Salvador Soler y Mario Ortega

Publicado en La Voz del Sur

martes, 27 de mayo de 2025

La ilusión óptica del acelerador de partículas de Escúzar

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Cuentan que cuando se iba a construir la central nuclear de Almaraz en Extremadura, a principios de los setenta del pasado siglo, un agricultor de la zona, ante la lluvia de parabienes políticos y empresariales que aparecían en la prensa, se empeñó en negar las bondades de la mole de hormigón. Decían, erre que erre, que iba a traer el paraíso a la olvidada región extremeña, pero él erre que erre lo desmentía.

Aquel hombre sin estudios lo más parecido a un átomo que había visto eran las cabezas de ajos que recogía en los sembraos. No obstante se empeñaba en negar la mayor enfrentándose a ingenieros, químicos cuánticos, físicos atómicos y otras gentes de ciencia superlativa. En fin, a todo el que alabara el progreso que, según argüían, iba a llegar en forma de kilovatios nucleares.

Su único argumento de oposición era tan breve como irrefutable: “Si fuese tan buena se la habrían quedao en Madrid.”

De esta anécdota, que ya conté en un artículo de hace nueve años sobre el mismo tema, me acuerdo a propósito de la colocación de la primera piedra del edificio principal del acelerador de partículas Ifmif-Dones en Escúzar (Granada). Han pasado nueve años desde que el runrún de la energía nuclear de fusión llegó a Granada. El objetivo es desarrollar materiales que soporten las condiciones de explotación.

Nueve años después, para la primera piedra, el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la ministra de hacienda del gobierno de España, María Jesús Montero, han puesto a medias 422 millones de euros hasta 2034. Nueve más nueve, dieciocho años de ilusión óptica. El edifico principal va a tardar nueve años en construirse. Probablemente se haga con fondos de cohesión europeos que podrían destinarse en Andalucía para proyectos de desarrollo industrial e implantación energética de nuestras fuentes principales, el sol y el viento, y no para una tecnología que lleva ya ochenta años prometiendo que convertirá el planeta en jauja.

La energía nuclear de fusión, basada en la integración de núcleos atómicos de dos isótopos del hidrógeno, el deuterio y el tritio, es una vieja promesa incumplida que lleva muchos decenios enterrando dinero público ya en euros, ya en dólares,  ya en yenes, sin obtener un sólo kilovatio hora comercial de energía eléctrica.

La energía nuclear de fusión, que siempre nos la prometen que será casi gratis, tiene un enorme potencial político para atacar la democracia. La concentración de poder que supondría controlar tecnológicamente esta fuente de energía haría a la humanidad dependiente de unas cuantas multinacionales y unos cuantos estados. Además, una fuente de energía tan inagotable como el sol, induciría tal grado de consumo que cambiaríamos por completo las condiciones de posibilidad biofísicas del planeta. Más que con el efecto invernadero de los combustibles fósiles. La energía de fusión sería en sí un contaminante planetario debido al segundo principio de la termodinámica. Convertiríamos la tierra en una gran olla hirviente que requeriría más y más energía para enfriarla y así en una espiral infernal.

Hay muchas preguntas que deberíamos hacer sobre el acelerador de partículas para desarrollar la energía nuclear de fusión: ¿Cuánto cuesta de verdad? ¿Quienes ponen el dinero y quienes se llevan los beneficios si los hubiese? ¿Qué garantías de seguridad tiene una instalación de este tipo? ¿Qué demanda de recursos naturales, agua, y de dónde se obtendría? ¿Si viene a Andalucía, de dónde se quita? ¿Es necesaria? Hay alternativas que evitan la posibilidad del controles políticos y empresariales antidemocráticos, calentamiento terrestre indiscriminado y tienen, para ya, más potencial de generación de empleo.

El acelerador de partículas para la energía nuclear de fusión es una enorme  ilusión óptica. Con el dinero que se destine a su construcción van a ganar mucha pasta grandes empresas del hormigón y el acero cuyo domicilio social está fuera de Andalucía. Aquí dará trabajo escaso y derramas para pymes. Pan para hoy y hambre para mañana. Como la nuclear de Almaraz. El agricultor cacereño tenía razón. El riesgo y la extracción para Extremadura, el beneficio, de existir en este caso, para otros.

Publicado en Tu Periódico Andaluz

martes, 6 de mayo de 2025

Del apagón al apagón

Central Nuclear —  Igor Golovniov / Zuma Press / ContactoPhoto

Hace más de una semana del apagón que dejó a la península ibérica sin luz. Así llamamos el común de los mortales a la electricidad desde que Thomas Edison inventara la bombilla. Y todavía no se ha dado, ni por el gobierno, ni por las eléctricas, ni por Red Eléctrica Española una explicación sobre las causas del cero eléctrico. Vivimos, tras el apagón otro apagón, el de la verdad. Siendo bien pensados podemos esperar que cuando conozcamos la verdad oficial, ésta será la verdad real.

Siendo mal pensados, dice el refrán piensa mal y acertarás, el retraso en la entrega de información veraz que están protagonizando las grandes empresas eléctricas, alimenta la sospecha de manipulación de la verdad para proteger sus espaldas, pedir más dinero público en inversiones que deberían ejecutar con sus desorbitados beneficios y presionar al gobierno, para que no apague las nucleares y ponga trabas a las renovables como hizo el gobierno de Rajoy.

Pasé más de diez años enseñando, y aprendiendo, sobre energías renovables. Conozco desde los noventa la historia de los ataques a su fiabilidad tecnológica, a su debilidad meteorológica, a su inadaptación a los ciclos diarios y estacionales, a su carestía y a su capacidad de lucha contra el cambio climático. A pesar de todas las patrañas que se han dicho históricamente contra las renovables, vestidas de expertismo científico e ingenieril, éstas se han impuesto en todos los campos. Desde el 1 de enero al 28 de abril las renovables han aportado a red en casi doscientas ocasiones lo que estaban aportando el día del apagón.

Las energías renovables son totalmente fiables electrónicamente, reducen al máximo las interacciones mecánicas, la electricidad no es solo una onda, también, desde el premio nobel De Broglie en 1929, avalado por Einstein, es un fluido de corpúsculos, los electrones. Las renovables son las únicas que en su conjunto están distribuidas equitativamente por todo el planeta. Superada la economía de escala, son las más baratas de fabricar e implantar. Son las que tiran del precio de la electricidad a la baja en el artificioso pool (mercado) eléctrico español. Y son, sobre todo la fotovoltaica, las que pueden hacer productores y autoconsumidores a familias, comunidades y pymes, poniéndo en riesgo así el monopolío de la producción eléctrica.

 

Detrás de culpabilizar a las renovables del apagón hay un claro intento de frenar su capacidad demostrada de implantación distribuida y difusa. En un país enchufado al sol y el viento es difícil de explicar a la población por qué la electricidad es tan cara. Es tan cara porque está en manos de un oligopolio capaz de vaciar pantanos en época de sequía para eriquecerse en momentos calurosos de máxima demanda, o capaz de dejar abandonadas durante años las infraestructuras eléctricas en multitud de barrios olvidados sin importarle el sufrimiento de cientos de miles de familias.

Es tan cara porque su precio depende de un modelo “legal” que hace que la energía más costosa, la del gas en ciclo combinado, marque el precio de todas las demás. De este modo a Endesa, Iberdrola, Naturgy, EDP o Repsol, todas servidoras de las puertas giratorias del bipartidismo y las derechas vasca y catalana, les interesa que siempre entre a cubrir la demanda una porción de gas, pues si toda se cubriese con renovables sus espeluznantes beneficios decaerían.

Para seguir la pista del dinero que ganan los dueños del capital con participaciones en el IBEX 35, hay que seguir la pista de las dos únicas cosas que anclan la economía sobre el mundo real, la energía, la materia y sus flujos. Si España depende del gas, del fuel o del uranio enriquecido para la producción energética, será un país con la soberanía completamente entregada a intereses externos. Atemos cabos. Donald Trump quiere que consumamos mucho más gas estadounidense, Francia quiere que nos enganchemos a su combustible nuclear, su uranio enriquecido (España no tiene ni tendrá es capacidad reservada en exclusiva a países con bomba atómica).

Si a estos dos intereses extranjeros, sumamos el interés del oligopolio eléctrico en ganar dinero a espuertas con algoritmos que “controlan” el mix energético, podemos pensar mal. Pensar que la defensa del gas por ciclo combinado y la nuclear, como energía estabilizadora de la onda herziana con sus generadores sícronos, la primera, o como garantista de suministro, la segunda, por su permanente estado de funcionamiento, aunque no sea necesaria, tiene únicamente interés geoestratégico para potencias extranjeras o económico para el oligopolio español. Pero hay más. China es una potencia en fabricación de paneles solares fotovoltáicos, máquinas eólicas y sistemas de producción de hidrógeno verde. Atacar a las renovables a escala global es alimentar la guerra comercial contra China, uno de los objetivos centrales del gobierno de Donald Trump.

Piensa mal y acertarás. Un refrán cuyo recuerdo provoca el apagón de la verdad, sobrevenido tras el apagón del 28 de abril de 2015. No sabemos todavía si el apagón fue consecuencia de un fallo tecnológico o un error humano, o de las dos cosas a la vez. No sabemos si fue fruto de una manipulación del precio de la energía, cortando la entrada al sistema de importantes instalaciones fotovoltáicas para mantener el precio caro, que se les fue de las manos por un fallo tecnológico o un error humano o las dos cosas a la vez. No lo sabemos además porque tanto REE como el oligopolio eléctrico parecen no querer dar la información precisa, ni siquiera al gobierno de Pedro Sánchez. Una información que seguramente poseen nítidamente, pero nos visten de complejidad.

Sin certezas sobre la causa, una semana después del apagón, sí sabemos que nos quieren engatusar con el gas que daña el clima y el riesgo atómico. Sí sabemos que un país que defiende su soberanía debe defender su soberanía energética. Si sabemos que el sistema energético español, para dar seguridad a nuestras vidas y nuestras economías, debería ser nacionalizado o, como mínimo, contar con una empresa completamente pública de energía que domine los mercados de la generación, la distribución y la comercialización. Si sabemos que esto es defender los intereses de la gente, la única patria para la que debería servir la palabra España.

Publicado en Diario Red

viernes, 2 de mayo de 2025

El déficit de credibilidad de UGT y CCOO

Manifestación 1 de Mayo en Cádiz. REYNA

Son tradición en el bipartidismo monárquico las puertasgiratorias. A la cabeza los expresidentes Felipe González, en los consejos de administración de Red Eléctrica o de Gas Natural, y José María Aznar, en el de Repsol, entre otros como el del fondo de inversión Goldman Sachs. Tampoco son ajenos a las puertas giratorias o la penetración familiar en grandes empresas del Ibex 35 los dirigentes del PNV o de la derecha catalana. Así pagan los grupos económicos de poder la legislación que favorece sus intereses. Así pagan todo el proceso de privatización de sectores que eran públicos.

Pero este modelo, que llamaríamos corrupto, se extiende también con menos grandilocuencia a las dirigencias de los llamados sindicatos más representativos, como UGT y CCOO. Fue sonado el caso de José María Fidalgo que pasó a trabajar para la patronal en la FAES de Aznar. También podemos llamar puertas giratorias al trasvase de dirigentes de estos sindicatos a puestos en partidos, empresas públicas o privadas, o a empleos de alto rango en organismos internacionales. Para la izquierda de régimen, principalmente integrada en IU, la puerta giratoria también se ha abierto en muchas ocasiones. El PSOE la ha colocado en sus listas o en organismos públicos cuando ha tenido poder para hacerlo, o en empresas de sus allegados, como el caso fallido de Alberto Garzón, o en el grupo Prisa otorgando espacios en tertulias o como columnistas.

Así se sostiene la farsa. Lo que ocurre es que esta farsa hace mucho daño a la izquierda al provocar la idea de que “todos son iguales”. Con este modelo de raíz corrupta juega el poder económico para que nada cambie. Si nos centramos en el sindicalismo de régimen el modelo llevó a los sindicatos CCOO y UGT a mínimos de credibilidad. Cuando llegó la crisis de 2008, justo cuando más sindicalismo combativo necesitábamos, los llamados sindicatos más representativos se mostraban incapaces de liderar una confrontación contra la moderación del artículo 135 de la CE que consolidaba constitucionalmente los recortes en derechos sociales y la dinámica asesina de los desahucios en favor de banca y grandes tenedores.

Tras lustros negociando a la baja UGT y CCOO llevaron al descrédito, junto con el bipartidismo monárquico y sus operadores mediáticos la movilización social. Tal es así que tuvieron que surgir, tras el 15M, las mareas y otras plataformas para revitalizar las luchas. Sostengo que el punto de inflexión que provocó una revitalización del sindicalismo de clase fue la negociación de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez que, en octubre de 2018, condujo a la primera fuerte subida de SMI, de 736 a 900 euros. Demostrando que sí se podía. Pero, desde que Pedro Sánchez, con ayuda de Yolanda Díaz y su trup subalterna, expulsó a Podemos del gobierno, previo conjunto de duras maniobras políticas, judiciales y mediáticas, UGT y CCOO han vuelto a las andadas.

En Andalucía lavan de vez en cuando la cara de Moreno Bonilla. En el estado, se apuntan a reformas de prestaciones que limitan derechos. Como el intento de reducir subsidio a parados mayores de 52, el 50% de los cuales está en Andalucía. O la falta de empuje para forzar una buena subida del SMI. O consentir y apoyar que la edad media de jubilación suba de manera efectiva permitiendo que se llegue a los 72 años con incentivos que solo aceptarían personas con bajos salarios. Centran su reivindicación en trabajar media hora menos pero consienten que quien tiene bajo salario tenga que trabajar hasta los 72 años.

Pero lo peor, la puntilla a la recuperación de su credibilidad, es que se han apuntado al régimen de guerra pidiendo. Unai Sordo, líder de CCOO, ha pedido un pacto PSOE/PP para aprobar los PGE. Un acuerdo así, en el actual contexto europeo, anunciaría unos presupuestos belicistas, restrictivos de derechos, antifeministas, antiecologistas, incapaces de afrontar el problema de la vivienda o cargados impositivamente sobre las clases trabajadoras.

Pepe Álvarez, líder de UGT, al pedir un impuesto a la ciudadanía europea para el rearme, se pone a las órdenes de Trump y la OTAN, cuyo secretario general pidió recortes en derechos y pensiones para gastar en armas. También Unai Sordo, en una entrevista en la Cadena SER, ha dejado la puerta abierta, tras el apagón, a acusar a las energías renovables de debilitar el sistema eléctrico y a que el mix energético no evolucione hacia renovables 100%. Así ayuda a la patronal eléctrica, la misma que quiere mantener en marcha las peligrosas nucleares o que no quiere que haya carga impositiva sobre los enormes beneficios que les produce un sistema energético, cuyos precios los definen las propias empresas artificiosamente.

Por todos estos motivos precisamos la construcción de un nuevo sindicalismo de estado con fuerte componente federal y plurinacional, que tenga claro que más armas es menos derechos, menos servicios públicos y más riesgo para nuestras vidas. Un sindicalismo que nos movilice contra el régimen de guerra y que exija que un gobierno que se dice progresista actúe como mínimo en todas las materias como si lo fuese. Un sindicalismo creíble que pida ya la nacionalización de los sectores energéticos y exija una banca pública fuerte.

Publicado en La Voz del Sur

jueves, 1 de mayo de 2025

Por un sindicalismo andalucista y pacifista

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Los sindicatos UGT y CCOO no representan los intereses de fondo de la clase trabajadora andaluza. Los llamados sindicatos más representativos no cumplen la imprescindible función de utilidad. Hace tiempo, demasiado tiempo, que las y los dirigentes de UGT y CCOO están táctica y estratégicamente subordinados a los gobiernos de la Junta de Andalucía, sin capacidad reivindicativa alguna.

Una prueba es el Pacto Social y Económico que firmaron, junto con la Confederación de Empresarios de Andalucía, en marzo de 2023, tan solo dos meses antes del comienzo de la campaña electoral de las elecciones municipales de mayo de 2023. Una forma de vestir de progresista la imagen del PP y del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. Otra prueba, el acuerdo que firmaron el 22 de mayo del mismo año, en plena campaña electoral de las municipales, junto con SATSE y CSIF, «para la mejora de la atención primaria y del modelo de carrera profesional del personal» del Servicio Andaluz de Salud.

Loa mencionados pactos son masivamente incumplidos por parte del gobierno andaluz. Las tasas desigualdad y de desprotección social se mantienen entre las peores de Europa. La dificultad de acceso a la vivienda es trágica. El tejido productivo andaluz, centrado en una economía de escaso valor añadido para las y los trabajadores, como es la de la hostelería y el turismo hotelero, no despega hacia la industrialización y sectores culturales y tecnológicos de alto valor añadido. La gravedad del deterioro de la atención sanitaria pública es manifiesta, sumado al aumento de gasto en externalización a empresas privadas, bien por vía de contratos y concesiones públicas, o por la expulsión de la ciudadanía del sistema público harta de esperar una atención digna.

Andalucía tiene, fruto de casi cincuenta años de gobiernos del PSOE y del PP, a los que este sindicalismo da soporte, los peores datos estructurales de desigualdad económica, social, de género y ambiental de España. Consiguientemente, Andalucía precisa de un sindicalismo comprometido en la reducción de esas brechas históricas. Andalucía precisa de un sindicalismo andalucista y pacifista que ponga en el centro la defensa de los intereses del pueblo andaluz.

Necesitamos un sindicalismo que no se apunte a la dinámica de belicista de Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez. Un sindicalismo que critique y se movilice fuertemente contra el desvío de 10 500 millones de euros para armamento, la mayor parte de los cuales irán a parar al fascismo estadounidense de Donald Trump, que trata con incrementos arancelarios nuestros productos agrarios. Un sindicalismo que no pida un impuesto a la ciudadanía europea para dinamizar la industria armamentística, como ha hecho el líder de UGT, Pepe Álvarez. Un sindicalismo que no pida un pacto PSOE/PP para aprobar los presupuestos generales del Estado, ignorando la inversión social, en materia de servicios públicos y vivienda, como ha pedido el líder de CCOO, Unai Sordo.

Tal vez, mediante el modelo de unidad de acción, sindicatos como USTEA, CGT o SAT, entre otras plataformas sectoriales que defienden los derechos de las y los trabajadores andaluces, podrían construir un sindicalismo apegado a las necesidades de Andalucía con una comprensión federal de estado, cooperativo con los intereses de las clases trabajadoras del resto de pueblos. El contexto de régimen de guerra actual, en el que nos embarcan los dirigentes europeos a las órdenes de Trump y la OTAN, requiere pensar global y actuar local. Andalucía, el pueblo andaluz, podría ser en esto, como en otros momentos históricos, un bastión de ruptura con el bipartidismo monárquico y los apéndices sindicales que lo legitiman. En defensa propia, por los pueblos y la humanidad.

Publicado en Tu Periódico Andaluz

lunes, 14 de abril de 2025

Andalucismo para una república plurinacional

Plaza con pintura de Lorca en Alpujarra de la Sierra, en Granada.

El estado español es un conjunto de identidades culturales con profunda raíz geográfica e histórica, que han devenido realidades políticas con voluntad de poder. La voluntad del pueblo andaluz, fruto de la aleación cultural mestiza que nos constituye, siempre fue la de una soberanía cooperativa. Federico García Lorca, el más universal de los andaluces, dijo “yo creo que el hecho de ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío,… del morisco, que todos llevamos dentro”. Hoy hubiese incluido al pueblo palestino y al pueblo saharaui.

El españolismo, simbolizado en la monarquía de raíz franquista, es un artefacto institucional para la concentración del poder. Sus objetivos son reducir la complejidad para imponer más fácilmente el dominio del capital, poner barreras a la consecución de derechos y traducir la división del trabajo en la división intracolonial de la economía. Así relega a unos pueblos a la desigualdad, la emigración, la destrucción ambiental y a la asignación a sus mujeres del papel de sirvientas, al tiempo que a otros le otorga la función industrial o financiera con la que absorben mano de obra destinada a la precariedad y la explotación.

El centralismo, que defienden la derecha y la ultraderecha, con la complicidad del PSOE y de la izquierda subalterna que no comprende que el internacionalismo no tiene porqué ignorar las distintas condiciones materiales y situación en la cadena de producción capitalista de las clases trabajadoras según el suelo que pisan, es el principal operador territorial del poder del dinero. Contra la concentración de poder político, la izquierda debe traducir el lema de la ecología “piensa global, actúa local” en un proyecto federal de cooperación entre pueblos.

El reconocimiento del valor político de las distintas identidades culturales para avanzar en justicia social y derechos, es clave. Reconocer la existencia de pueblos con conciencia de nación, entre los que se encuentra el andaluz, es condición de posibilidad para consolidar un proyecto emancipador con futuro.

Relegada, en el contexto global trumpista y de régimen de guerra, la etapa independentista de los soberanismos vasco y catalán con la persecución antidemocrática del aparato del estado, y no con el ejercicio del derecho a decidir, es preciso un horizonte republicano federal que busque la alianza entre pueblos. En ese camino estará Andalucía. El andalucismo es un proyecto de emancipación del pueblo andaluz en cooperación con, como dice nuestro himno, “los pueblos y la humanidad”. La arbonaida es la bandera republicana del pueblo andaluz que puede compartir el objetivo común de la tricolor.

Publicado en la Voz del Sur

martes, 8 de abril de 2025

Izquierda muleta o izquierda motor

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez y la líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo en funciones, Yolanda Díaz, se abrazan tras firmar un acuerdo para un Gobierno de coalición progresista, en un acto público en el Museo Reina Sofía, a 24 de octubre de 2023, en Madrid (España). El PSOE y Sumar han alcanzado un acuerdo programático para formar un nuevo Gobierno de coalición "progresista" tras cerrar sus líderes, los detalles de un pacto que es "fruto de las negociaciones que han tenido lugar desde finales de julio". El pacto incluye la reducción de jornada sin reducción salarial.
24 OCTUBRE 2023;GOBIERNO PROGRESISTA;COALICION;SUMAR;SUMAR
Eduardo Parra / Europa Press
24/10/2023

Pedro Sánchez, en la tradición del PSOE de Felipe González, nunca quiso a su izquierda ninguna fuerza política que le obligase a hacer lo que promete cuando se disfraza en los mítines de personaje de izquierdas. Durante mucho tiempo, hasta la irrupción del 15M de 2011, la farsa del PSOE como partido socialista obrero se sostuvo con palabrería, crédito a la clase trabajadora para que hipotecase su futuro y el de sus hijos, y una corte de periodistas y tertulianos a sueldo de grandes grupos mediáticos cuya misión era, y es, vestir el bipartidismo como un combate democrático entre la derecha y la izquierda.

El PSOE es el operador ya desenmascarado del régimen. Valedor de la monarquía, del IBEX 35, del belicismo otanista, del imperialismo estadounidense, del indecente rearme europeo, del genocidio contra el pueblo palestino, del regalo del Sahara a Marruecos, del freno al feminismo de clase y combativo, del camuflaje de la ecología con pintura verde, del permiso para que los fondos buitre estadounidenses acumulen miles de pisos —tres veces se ha citado Sánchez con los lobos de Wall Street en New York—, y de las políticas extractivas del sudor de las clases trabajadoras, promovidas por el FMI y el BCE, con el que acuñan dólares y euros para los bolsillos insaciables de ricos y fondos buitre.

La izquierda transformadora, para sostener los objetivos antifascistas por la democracia y los derechos, debe destapar la farsa de la socialdemocracia liberal que capitaliza voto de las clases trabajadoras con el arte del birlibirloque. Farsa en la que en demasiadas ocasiones son colaboradores necesarios los sindicatos, CCOO y UGT, e Izquierda Unida. A la operación de destape de esa farsa, en la legislatura del gobierno de coalición con Podemos, la izquierda de la transición y la allegada al sindicalismo mencionado, la llamó ruido. Esa izquierda muleta cooperó cuando el frufrú de togas alimentaba el poder mediático que elogiaba las bienaventuranzas de Yolanda Díaz y Pedro Sánchez para desterrar a Irene Montero y reducir Podemos a cenizas.

La matemática del modelo electoral español hace que el PSOE, para seguir con su farsa, busque una izquierda testimonial. El PSOE busca una muleta que pueda revolear cuando no la necesite. Por eso la izquierda tradicional y los medios cooperantes de la farsa se empeñan en el marco de la unidad. Ese marco trata de subsumir a la izquierda transformadora que representa Podemos en la inutilidad, ocultando la esperanza con el conformismo del mal menor. Ninguna matemática electoral debe condicionar el futuro de una izquierda que vino para ganar. El malestar de la época crítica que vivimos, necesita trabajo, paciencia y didáctica mediática para llenar de energía una izquierda que sea motor y no muleta.

Publicado en Diario Red

domingo, 16 de febrero de 2025

¿Nucleares? No gracias

La central nuclear de Cofrentes — Rober Solsona / Europa Press / ContactoPhoto

Con la ocupación de la práctica totalidad de la zona de interés mediático por parte de Donald Trump y las pifias del gobierno con los desacordes entre PSOE y Sumar para parecer diferentes en relación a gravar con IRPF el SMI, ha pasado casi desapercibida la noticia de que el pasado miércoles el Congreso aprobó una PNL, no vinculante para el gobierno, para alargar la vida útil de los siete reactores nucleares que operan en España y, lo que es aún más grave, la posibilidad de afrontar nuevos proyectos nucleares en territorio español.

La PNL presentada por el PP salió adelante con los votos favorables de UPN y las abstenciones de ERC y Junts. Las derechas siempre han sido pronucleares, la cuestión energética es, por supuesto, una cuestión ideológica y política. Lo que no deja de sorprender es que ERC se abstenga en una votación que que te identifica con el modelo energético que defiendes. Aliarse directamente o indirectamente, como ha hecho ERC, con las derechas en materia nuclear expresa una posición de subordinación al lobby nuclear liderado en España por Iberdrola, ENDESA y Naturgy.

En España están en funcionamiento un total de siete reactores, Almaraz I y Almaraz II en Cáceres, Ascó I y Ascó II y Vandellós II en Tarragona, Cofrentes en Valencia y Trillo en Guadalajara. Construidas para una vida de cuarenta años, entraron en funcionamiento el siglo pasado entre 1983 y 1988, cuando dejen de operar, de acuerdo con el “protocolo de cierre ordenado de operación” firmado por sus empresas propietarias en 2019, habrán superado el tiempo para el que fueron diseñadas.

El argumento de ERC para la abstención que entregó la victoria al lobby nuclear no deja de ser calculadamente ambiguo. Por un lado, dice defender la transición energética hacia un modelo sostenible y por otro tener dudas de que el cierre de las nucleares, programado entre 2027 y 2035, vaya a suponer mayor dependencia catalana de las energías fósiles. Un argumento que no demuestra una visión de conjunto del momento ecológico y geopolítico planetario que vivimos.

Si ERC se abstuvo para parecerse a Junts y demostrar que también puede contribuir a infringir derrotas al gobierno, la posición resulta tan infantil como subalterna. Si lo hizo para no enemistarse con sectores sindicales o intereses impositivos municipales o autonómicos de corto alcance demuestra falta de valentía estratégica. Y si lo hizo por los motivos de Junts, esto es, para defender los intereses de las energéticas, que se benefician de la producción nuclear cobrada en el mercado eléctrico (pool) al precio de la más cara, entonces es que no es verdad que defienda la transición hacia un modelo energético que reduzca la dependencia externa de Cataluña y frene el cambio climático.

El modelo energético, junto con los flujos de materia y el modelo agroalimentario, son pilares determinantes para pensar una transición hacia una economía verde que sea cada vez menos dependiente de insumos externos y guerras arancelarias. La energía nuclear no es ecológica por mucho que la Comisión Europea la incluyese entre las energías susceptibles de recibir fondos para la transición energética. Lo que hay detrás de la PNL y de las intenciones del lobby nuclear es la presión de las eléctricas para reacondicionar las nucleares con cargo al estado, de acuerdo a nueva normativa de seguridad europea tras la catástrofe de Fukushima, dado que sus costes de operación son ya superiores a los de las renovables.

En términos económicos, la consideración de la energía nuclear como la energía más barata se ha construido sobre una operación de ingeniería financiera. Sumando, al costo de construcción, operación, mantenimiento y desmantelamiento, la gestión medianamente segura de los residuos nucleares, las cuentas no salen. Si incluyésemos los coste de las aseguradoras para garantizar la cobertura de los daños provocados por un accidente nuclear, el balance en contra resultaría definitivo. El mundo nuclear ha estado cobijado durante decenios por fondos públicos.

Por otro lado, no es generador de energía, no es soberano, quién depende tecnológicamente del exterior para el mantenimiento de la producción, para la obtención del combustible nuclear o su enriquecimiento, como es el caso de las centrales nucleares situadas en España. La energía nuclear no produce riqueza colectiva, produce sólo beneficio empresarial. El territorio que la acoge es solo un contenedor de daños y riesgos.

Si la nuclear resultase tan barata y abundante como se dice, su uso masivo provocaría la conversión del planeta en una sala de calderas, lo contrario de lo que han hecho los ecosistemas naturales durante millones de años. El viento y el sol son recursos distribuidos por todo el planeta. Energías renovables, eficiencia energética y sostenibilidad son las recetas ideológicas que contribuyen al bien común, lo demás son artificios de grupos de poder. Otra cosa es que las renovables no deben implantarse como se está haciendo, sin eficaz control público, con exclusivos criterios economicistas, sin planificación del territorio, destruyendo sistemas agrarios de alto valor, atentando contra espacios y recursos naturales a la vez que concentrando la producción en pocas manos.

Publicado en Diario Red

miércoles, 12 de febrero de 2025

Sin ti no soy nada

Mateo Lanzuela / Europa Press / ContactoPhoto

El editorial de Diario Red titulado ¿Está pensando Pedro Sánchez en convocar elecciones anticipadas?, vincula la alta posibilidad de responder sí a la pregunta con el hecho de que la vicepresidenta Yolanda Díaz y el coordinador federal de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, no paren de poner en el centro de su mensaje político la necesidad de retornar a la unidad con Podemos. La evidencia de que el mundo Sumar, que no hubiese nacido sin el apoyo cerrado del PCE, está bajo la dirección estratégica de Moncloa hace coherente tanto la pregunta como la respuesta afirmativa a la misma.

La machacona retórica de la unidad, tras haberla destrozado, demostraría dos cosas. La primera es que Sumar ha sido un fracaso de la tríada formada por PSOE, Izquierda Unida, dirigida por el PCE, y Els Comuns, dirigida por gente numeraria de la desaparecida Iniciativa per Catalunya Verds. La triada trazaba el eje Andalucía, Madrid, Cataluña, que concentran casi el 50% de la población del estado. El objetivo central de estas organizaciones era destruir a Podemos para repartirse el botín electoral y convertirlo en sillones arrodillados al bipartidismo monárquico. Objetivo que no solo no se ha conseguido, sino que entregó el poder al PP y Vox en buena parte de las autonomías y municipios en las elecciones del 28 de mayo de 2023, además de limitar la capacidad de influencia de la izquierda en todo el estado.

La segunda sería que, con los datos demoscópicos con que cuenta Moncloa, sin un peso electoral de la izquierda fruto de la renovada unidad con Podemos, el PSOE no tendría números para seguir gobernando el estado. Desde esta premisa, Pedro Sánchez ha puesto música de karaoke para que Yolanda Díaz y Antonio Maíllo canten a Podemos el tema de Amaral Sin ti no soy nada. Por contra, las bases militantes de Podemos, cuando oyen la cantinela de la unidad entonada por quienes la destruyeron sin conmiseración, tienen en la cabeza el tema Rata de dos patas de Paquita la del barrio. Esas tenemos.

Podemos ha convocado su quinta asamblea estatal, para la que la actual secretaria general, Ione Belarra, acaba de anunciar su candidatura a continuar dirigiendo el proyecto político que consiguió llevar a la izquierda estatal al gobierno de España después de ochenta años. El objetivo declarado es fortalecerse territorialmente y prepararse para cualquier escenario político y electoral

Parece que Podemos ha aprendido la lección. La prisa es mala consejera, los cambios profundos no se hacen en dos días. Sumar no es problema para nada, es un refresco sin gas. Izquierda Unida, es decir el PCE con su estructura menor dedicada a asuntos municipales, solo existe de facto en Andalucía, pero opera como si fuese una opción de estado. Haya elecciones anticipadas o no, es el momento de fortalecer orgánica e ideológicamente el proyecto de una izquierda transformadora federalista y plurinacional que dispute los espacios con el PSOE plantándole cara, al tiempo que evite las relaciones de dependencia emocional con el actual PCE.

Publicado en Diario Red

lunes, 10 de febrero de 2025

La imagen de Juan Manuel Moreno Bonilla

Juan Manuel Moreno Bonilla, en una imagen reciente.

Juan Manuel Moreno Bonilla, al lado de Donald Trump, Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal parece un santo. Parece, pero no lo es. Moreno Bonilla preside el gobierno andaluz bajo la apariencia de no haber roto un plato en su vida, pero ejecuta las mismas políticas destructivas que Isabel Díaz Ayuso planta en Madrid. Con el agravante de que Andalucía tiene los peores indicadores socioeconómicos del Estado, no contiene sedes de grandes empresas ni de grandes bancos y su capital, Sevilla, es completamente subalterna del centralismo que reside en la capital del reino.

Por el AVE no viajan las inversiones en industria para las que el capital humano y empresarial andaluz están perfectamente preparados. Viajan gentes que vienen a llevarse calentitos los contratos públicos y celebrarlo en la feria de Sevilla. Esa es la metáfora de una economía pisoteada con bajo valor añadido. Salarios, indicadores de desempleo, desigualdad estructural de mujeres y jóvenes, pobreza, precariedad laboral, explotación de la inmigración y vivienda inasequible se suman a la inexistencia de políticas públicas en industria, agroecología, energía, sanidad, educación o dependencia.

El presidente andaluz oculta su auténtico trabajo de tres formas. La primera, una vez que se desprendió de su pacto con Vox, tras las últimas elecciones generales, es envolviéndose en la bandera de Andalucía, como lo hiciera el PSOE tras el referéndum por la autonomía máxima del 28 de febrero de 1980. Pura retórica sin aplicación práctica.

La segunda, no elevar nunca el tono y no perder la sonrisa, mientras entrega la educación pública a la iglesia católica, la formación profesional a tramas empresariales, y la sanidad a empresas con domicilio social en Madrid.

Y la tercera, parecerse al PSOE lo más posible. Por eso no entra al choque con Maria Jesús Montero, y por eso ha conseguido que el propio PSOE, en un error de bulto, lo apoye sin más para ser el próximo presidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea. De hecho, no ha cambiado prácticamente nada de la estructura de poder de la que disponía el PSOE tras casi cuarenta años de gobierno andaluz.

Con una estrategia así, Juan Manuel Moreno Bonilla trabaja para Feijóo, para Isabel Díaz Ayuso y, en última instancia, para Donald Trump y su monaguillo español Santiago Abascal. Con las políticas del Partido Popular andaluz, la comunidad autónoma que podría ser por población el país quince de la UE y por territorio, el dieciséis, Andalucía, no va a tener voz propia para defenderse a sí misma en los debates de estado, en los de la Unión Europea y, mucho menos, en las dinámicas globales que pueden afectar gravemente nuestra economía y nuestros derechos como pueblo político.

Publicado en La Voz del Sur