Si Pedro Sánchez pretende salvarse personalmente y que el PSOE siga teniendo relevancia política en un futuro a medio plazo (dos condiciones límite), le basta casar los vórtices de tensión política que vivimos desde hace años con los resultados electorales del 20D y con la trayectoria cualitativa de los partidos con representación parlamentaria, para deducir de esa ecuación que sólo hay una opción de gobierno políticamente viable y matemáticamente posible.
Los vórtices de tensión están claros, son tres. El socioeconómico del incremento de la desigualdad y sus consecuencias. La degradación de partidos e instituciones por los masivos escándalos de corrupción y los déficit y recortes democráticos. Y la cuestión territorial o de modelo de estado con el asunto catalán a la vanguardia (y la desaparición definitiva de ETA).
Las trayectorias de los partidos políticos en relación a estos vórtices nos indican, como si de tres conjuntos que interseccionan se tratase, lo posible y lo imposible para que sea entendido mayoritariamente por el electorado de cada quien. En políticas sociales (antisociales), económicas (neoliberales) y territoriales (centralistas y nacionalista españolas) PP y Ciudadanos tienen amplios espacios comunes (todos), pero no dan las matemáticas para la investidura de Rajoy (suman 163 síes frente a 187 noes). La integración del PSOE en este espacio supondría su rápida autodestrucción, aun liderándolo.
La intersección definida por ciertas políticas de regeneración democrática puede hacer coincidir a Ciudadanos, PSOE y Podemos más confluencias e IU, pero quedan fuera de ella los espacios socioeconómico y territorial. La viabilidad matemática de esta opción (201 síes) choca con la imposibilidad, cualitativa siquiera, de mezcla temporal en un gobierno de coalición. Ciudadanos y Podemos son inmiscibles incluso con la intermediación del PSOE.
De modo que la única opción viable es la de un gobierno de coalición PSOE + Podemos y confluencias + IU, con investidura apoyada por activa por el PNV y por pasiva de DL y ERC (167 síes y 17 abstenciones, al menos). Difícil, sí, pero es la única que puede cuadrar la conjunción de propuestas para aflojar la tensión en los tres vórtices.
Cualquier otra opción que pretenda cumplir las dos condiciones límite, mantener a un tiempo la relevancia de Pedro Sánchez y preservar el futuro del PSOE con alguna garantía al menos en el medio plazo, es imposible. Cualquier otra opción que pase cuantitativamente por el apoyo activo o pasivo del PP y Ciudadanos a un gobierno liderado por Sánchez derivaría inmediatamente en la degradación acelerada del espacio electoral que aún le queda al PSOE. Si Pedro Sánchez busca exclusivamente su supervivencia temporal y el aseguramiento de su futuro y el de su equipo de proximidad, entonces le vale una investidura con el sí de Ciudadanos y el apoyo abstencionista del PP. Esta opción resulta políticamente destructiva para el Partido Socialista.
Es imposible que quienes mandan e influyen en las decisiones del PSOE ignoren esta matemática condicionada por límites, vórtices y trayectorias. Imposible. Es imposible que el PSOE y el propio Sánchez busquen su suicidio voluntario.
Así que asistimos estos días a la teatralización de un guión escrito, e improvisado, día a día por múltiples manos (con una opinión pública expectante hacia el teatro político y hacia la realidad judicial y policial que acorrala al PP y Rajoy) que, o da el resultado de un gobierno de PSOE + Podemos + IU o habrá elecciones generales.
En el primer caso el PSOE y Sánchez ganan tiempo para frenar el avance implacable de Podemos y éste tiene la oportunidad de demostrar (como hace Mónica Oltra con Compromìs en el Paìs Valencià) que lleva la iniciativa de gobierno.
En el segundo caso, Sánchez llegará a unas nuevas elecciones generales con el estigma de intentarlo y no conseguirlo, será Pedro Sánchez el fracasado. Que las baronías operen para sustituirlo es, después del espectáculo dado tras el 20D, irrelevante para intentar mejores resultados del PSOE, ya ni Susana Díaz puede enmendar el próximo desastre electoral, el primero en decírselo fue Felipe González en Canal Sur: “yo no lo haría”.
@mariortega