martes, 24 de enero de 2017

Llevar un libro en el bolsillo


Mantengo ya una vieja costumbre de llevar un libro en el bolsillo por si acaso. El libro puede pasar días y hacer kilómetros sin que yo ni siquiera lo hojee. Ya me gustaría que lo que en él viaja se desplazase por ósmosis desde su celulosa a mis tejidos y de ahí al cerebro. A veces pienso que ocurre y me alegro. Sería como inyectarse un poema o una novela o, mejor, un ensayo, porque yo soy más de ensayo.

Un día, y ese día siempre llega, ocurre otro milagro. En el espacio-tiempo apresurado aparece un agujero cuántico, un tiempo sin tiempo, un tiempo muerto. Por ejemplo en una sala de espera, o con un corte de luz en plena jornada laboral, o con una caída de la web que tanto nos entretiene.

Hoy me ha ocurrido eso y yo llevaba en el bolsillo EN BRUTO, Una Reivindicación Del Materialismo Histórico, de un tal César Rendueles, publicado recientemente por Catarata.

El arranque es de novela grande: "Mi madre tenía la costumbre de acunarme con canciones revolucionarias. Nací en 1975, unos meses antes de la muerte de Franco, así que, al menos en ciertas circunstancias no era necesariamente una buena idea."

No es una novela, aunque se puede disfrutar desde el principio de párrafos como ese. Por ejemplo:

"Entender el modo en que nuestro tiempo articula socialmente su subsistencia es esencial para refinar los proyectos colectivos que laten en bruto en nuestra imaginación política, para descubrir alternativas coherentes con la formación histórica en la que vivimos y, por eso, realistas. La liberación política se convierte así en un proceso de desarrollo de posibilidades implícitas en las estructuras productivas, sociales y culturales presentes. Seguramente nadie lo expresó mejor que Buenaventura Durruti, un revolucionario anarquista de gran inteligencia moral: "Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía (hoy diríamos los capitalistas) tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia (enseguida tuve a Donald Trump en la cabeza). Pero a nosotros y nosotras no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante."" -los entre paréntesis no son de Rendueles, son míos.

O, tras una primera diatriba contra el romanticismo idealista del tipo auto explotación subjetiva vía "ideología del emprendedor" como la expresión más acabada del idealismo laboral, y una segunda contra la ilusión tecnológica con el maravilloso epígrafe de Hegel en Silicon Valley:

"Aprovechar las posibilidades tecnológicas contemporáneas para profundizar en la democracia, la ilustración y la prosperidad es posible, por supuesto. Para hacerlo solo hace falta una transformación radical de las relaciones de producción, acabar con el poder de las elites económicas e iniciar un proceso de construcción política emancipatoria."

Seguiré leyéndolo una vez fuera del bolsillo.