La España que se ve desde Zarzuela, Génova o el barrio de Salamanca es una ficción hecha realidad a fuerza de concentración de poder, las más de veces acompañada de imposición y desprecio de culturas, historias y anhelos diferentes. Es la España del PP, Vox y Ciudadanos.
La Andalucía que hace tiempo no se mira a sí misma, gobernada por la coalición de Populares y Ciudadanos con apoyo de Vox, es una realidad –cultural y política– hecha “de la materia con la que están hechos los sueños”. Así la intuye Cernuda en 1931: “Andalucía, ya se sabe, es el Norte de España; pero no la busquéis en parte alguna, porque no estará allí. Andalucía es un sueño que varios andaluces (y andaluzas) llevamos dentro”.
En 1977, 4 de diciembre, el “varios” del poeta sevillano se hizo millones en las calles bajo el lema “Libertad, amnistía, estatuto de autonomía”. Dos años después, 1980, 28 de febrero, millones de papeletas con el Sí llenaron las urnas. La metáfora de la irrupción del pueblo andaluz que dibujó el estado autonómico en la CE, forzando la introducción, aun leonino, del artículo 151, la cantó Carlos Cano: “Entró como un vendaval, bata de cola, peineta, la reina superstar”. Andalucía es la única comunidad autónoma que en la conformación del régimen del 78 se constituye como pueblo en las calles y gana su reconocimiento institucional como nacionalidad histórica en las urnas. Así, por sí, “por Andalucía libre, España y la humanidad”, como dice el himno oficial andaluz según la letra que escribiera Blas Infante, se abre el camino a todas aquellas regiones que no iban a ser reconocidas con autonomía plena como sí lo iban a ser Cataluña, Galicia, Euskadi con su foralidad bilateral y Navarra con su convenio económico.
Entonces, en los albores del la democracia española tras el largo infierno franquista, Andalucía se apuntó al con nosotros, como la que más, contribuyendo de una manera decisiva a la descentralización y desconcentración del poder radicado en Madrid. Cuarenta años después, en el punto más crítico de la reivindicación del derecho a decidir en Cataluña, devenido unilateral por las fuerzas independentistas catalanas, Andalucía fue apuntada al “a por ellos” por el núcleo dirigente del partido que había sido hegemónico desde las primeras elecciones autonómicas de 1982. Así, la secretaria general del PSOE-A y expresidenta andaluza, Susana Díaz, abrió a lo grande la puerta a los bárbaros. Cuarenta y un años después de 1977, esta vez en sentido contrario, Andalucía inaugura la definición de los equilibrios de poder abriendo el ciclo en el que Vox instala su discurso en el sistema.
Esta misma semana de 1936 asesinaron a Blas Infante, Sevilla, 11 de agosto, kilómetro 4 de la carretera de Carmona. Lo mató el mismo fascismo insurrecto que una semana después, Granada, 18 de agosto, destroza la vida de Federico García Lorca llenando de sangre el barranco de Víznar. Blas Infante y Federico García Lorca son los, al menos, 45.556 muertos arrojados a las 708 cunetas, barrancos y fosas comunes andaluzas que el franquismo legó al régimen del 78 como usufructo de represión y olvido. También son las más de 210.000 personas exiliadas, trabajadoras esclavas y expoliadas andaluzas víctimas de una concepción de España uniforme y feroz. La rebelión fascista entró por el sur propalando la muerte como en ningún otro lugar.
Semanas antes de la memoria de los asesinatos de Infante y Lorca, las noticias suizas y británicas, han contado que Juan Carlos I de Borbón transportaba, inmune, maletines llenos de petrodólares, disponía en palacio de máquina de contar billetes, controlaba una salpicadura de cuentas bancarias en paraísos fiscales ocultas a la hacienda pública del reino y se dedicaba a la compraventa de inmuebles de gran valor financiero entre otras labores de intermediación comisionista. Señal de que ha huido es que no sabemos donde está. Ayer es hoy. El golpe de Estado asesino de 1936 viaja en maletines reales y se esconde en cuentas extranjeras. En la corte, personajes con título nobiliario o sin él insisten en llamar patria a sus negocios familiares.
La esperanza habita en corazones de bien de todas las Españas
“Hombres (y mujeres) de España, ni el pasado ha muerto ni está el mañana en el ayer escrito”. La esperanza hoy como ayer también la escribe otro andaluz, Don Antonio Machado, “estos días azules y este sol de la infancia”. La esperanza habita en corazones de bien de todas las Españas, corazones que aspiran al reconocimiento del diferente, al cuidado mutuo y del planeta. Por eso es tan importante apoyar el Gobierno de coalición contra el que se acaba de emprender desde la corte ubicua otra, una más, infame batalla judicial al puro estilo golpe de Estado ‘lawfare’. Fracasará porque “hay una España que quiere vivir y a vivir empieza”.
Dice Xavi Domènech en una magnífica entrevista en ‘El Salto’, a propósito de su nuevo libro ‘Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad en España (1830-2017)’, que “el Estado centralista fue una de las herramientas clave de las clases dominantes para desarrollar el capitalismo en España.” Efectivamente, lo sigue siendo ahora, siglo XXI, bajo la forma de capitalismo global neoliberal. La centralización del poder para satisfacer a los poderes económicos de la corte y rescatar a la banca con cargo a los derechos sociales y las clases medias populares, consumada en la CE con la reforma del artículo 135 y su epígono jurídico, la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera de las Administraciones Públicas, llamada Ley Montoro, ha sido un continuum que venía siendo practicado desde la transición, que se lo pregunten a las alcaldías actuales.
Dice también Domènech “me pregunto cómo uno de los lugares, como era España, con más diversidad cultural y espacios políticos de Europa a principios del XIX pudo devenir en uno de los Estados más centralistas del continente. Fueron esas clases dominantes las que llegan a la conclusión de que para desarrollar un proyecto profundamente desigual en lo económico y lo social necesitaban de un Estado blindado a la población y con voluntad de control territorial desde el centro”. El análisis es válido en los actuales tiempos, hay un vínculo sinérgico entre federalismo y progreso como lo hay entre centralismo y reacción.
Por eso es tan importante que en Andalucía se construya una voz hegemónica alejada del PP, Ciudadanos y Vox, que se apunte a una estrategia republicana conjunta como la que propone el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. No parece que el camino sea andar dándole tirones a la blanquiverde considerándola propiedad de parte, ni alejarse de apoyar al único gobierno de la democracia desde 1979 que tiene en su ADN genes para la traducción proteínica de una España diversa, justa y plurinacional.
Soñamos, tomémonos en serio nuestros sueños.