El Gobierno se acerca al Cabo de Hornos. Naufragar o doblarlo en otoño son las opciones. Si se aprueban los PGE antes de que llegue el invierno astronómico, el navío entrará en el océano Pacífico con tres años de singladura por delante. Antes habrá de enfrentarse a tormentas, vendavales huracanados, olas de más de doce metros, corrientes y mareas poderosas entre la Antártida y Tierra de Fuego que intercambian miles de niágaras de agua entre el Pacífico y el Atlántico.
Si creíamos que lo peor había pasado tras la irrupción y gestión del estado de alarma de la pandemia, estábamos equivocados. Lo único, no es poco, que ha demostrado el gobierno en estos meses de huracán atlántico es la capacidad de trabajo inteligente de la tripulación, junto con la fortaleza de los aparejos, las cuadernas, los palos y las velas del bajel, ante una oposición amotinada con intención de derrocarlo en alta mar y arrojarlo a los fondos abisales. No habrá sido tan mala la gestión de la pandemia y la negociación de los fondos de recuperación en Europa cuando ahora, Pablo Casado y sus baronías piden al gobierno que se responsabilice de asuntos de competencia autonómica (salud, educación, residencias) con la misma intensidad que exigen los euros del pacto mancomunado europeo, que el propio líder del PP intentó reventar aliándose con Holanda y otros paraísos de fondos buitre.
La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) será el punto de inflexión entre una navegación con meteorología virulenta y otra que permita orientar la popa hacia los problemas estructurales de España y sus naciones dentro de la crisis capitalista y ecológica global. La mayor o menor calidad progresista y de izquierdas de esos presupuestos va a depender de si ERC sigue entregada a la oscuridad del unilateralismo, que fractura cultural, emocional y económicamente la nación catalana que dice defender, o por el contrario decide definitivamente aspirar a ser el partido hegemónico catalán en un mundo europeo que necesariamente, si se refuerza la democracia, va a avanzar hacia las soberanías propias, cooperativas y compartidas que dibujen equilibrios territoriales complejos.
En las proximidades de Hornos, la moción de censura de Vox abrirá el curso político con estruendo de cañonería. La derrota del partido de Santiago Abascal será tan estrepitosa como el ruido fascistoide de sus bots y fake en las redes sociales. Le prestaran potencia amplificadora las montañas de falsedades de las portadas de ABC, El Mundo o La Razón. Antes, en los últimos compases de agosto, PRISA se ha sumado a los preparativos del ataque. Los francos artículos con los que Juan Luis Cebrián vuelve a la casa del padre, los manojos de tertulianos antiPodemos de la SER y los enfoques de sus noticiarios hacen el pasillo pretoriano a Vox. El grupo de comunicación que fuera símbolo de la democracia desde la transición, como la corona juancarlista, le extiende la alfombra roja a Santiago Abascal para que avance principesco hacia la censura.
Durante el combate en el mar del Congreso Abascal y, distante, Casado dirigirán los ataques más envenenados contra Unidas Podemos, es la estrategia en la que los poderes profundos del estado, los que se creen dueños del BOE, no cejan. Tratarán de abrir botanas por babor, la zona del casco donde se pergeñan los avances progresistas, feministas, ecologistas y de izquierdas.
El error de cálculo está en que en la nave del gobierno, en el camarote de popa llamado Moncloa, viaja un pasajero egregio. La corona no tiene más bergantín para limitar su desprestigio que el del gobierno donde le ha dado cobijo el PSOE de Pedro Sánchez. La estrategia de Vox es tan burda que parece estúpida. Para tomar la nave no solo va a obligar al gobierno a gastar una energías, que bien podían dedicarse ya a negociar los PGE y a afrontar los coletazos socioeconómicos y sanitarios de la pandemia, van a debilitar soberanamente a Ciudadanos, al PP y al mismísimo Felipe VI que sentirá pavor cuando los vivas al rey los clamen los herederos de quien puso a su padre en el trono de España.
Si el gobierno dobla el cabo de las tormentas, ministros, ministras y tripulación adornarán su oreja izquierda con el arete marinero que señala su hazaña. Hace siglos las marinerías a vela que logran superar el cabo meridional del continente americano condecoran con un zarcillo su lóbulo izquierdo. El adorno les otorga el derecho consuetudinario a unas exequias dignas en tierra, cualquiera que sea el mar en el que termine su singladura. Ojalá.