He aludido directamente en artículos anteriores a la falta de iniciativa institucional, política y civil andaluza ante los nuevos aires que impulsan los acuerdos de la Unión Europea, substanciados en el Plan de Recuperación para Europa, que las y los presidentes de los estados aprobaron en la madrugada del pasado martes 21 de julio. Pues bien, por fin la iniciativa institucional andaluza se anunció un día antes de la convocatoria de la conferencia de presidentes autonómicos, que el gobierno de coalición de España reunió en San Millán de la Cogolla para hablar de la gestión de los fondos del Plan de Reconstrucción. Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente andaluz. firmaba el jueves 30 de julio con la CEA, CC.OO y UGT un Acuerdo para la Reactivación Económica y Social de Andalucía. Moreno Bonilla, un presidente ignorado por Pablo Casado, aún siendo el presidente de la comunidad autónoma con mayor población y territorio, consiguientemente con una alta potencialidad de influencia en la política de estado, se fue a San Millán arropado por el acuerdo con las organizaciones empresariales y sindicales andaluzas.
El acuerdo muy genérico, es un acuerdo abierto con aspectos positivos, ciertas inercias del pasado y algunas carencias manifiestas. Lo mejor es que permite líneas de adaptación de las inversiones en Andalucía a las nuevas condicionalidades verdes, sociales y sanitarias. Que esto ocurra, dada la matemática parlamentaria andaluza y la fuerte ascendencia de Vox sobre el gobierno andaluz, va a depender más de la inteligencia empresarial del tejido productivo andaluz, de la presión sindical y de las capacidades que la oposición andaluza desarrolle para cooperar con la sociedad civil andaluza. aprovechando su potencial influencia sobre un gobierno de España que cumple los requisitos para ser tan amigo de lo público como de la transformación del modelo productivo con parámetros feministas, ecológicos y de justicia social.
No obstante, el acuerdo presenta a mi entender carencias relevantes. Faltan líneas estratégicas clave para hacer la economía andaluza menos dependiente del turismo intensivo, un sector en el que hay que hablar abiertamente de espacios de reconversión y adaptación a un nuevo modelo productivo y de los cuidados. Le falta intensidad en la apuesta por la industria de las energías renovables y su producción y comercialización energética con raíz andaluza. Está ausente la agroecología y el impulso a un tejido de infraestructuras, industria alimentaria y consumo ecológico que otorgue a la actividad agraria un mercado interior estable, de alto valor añadido, y con fuerte resiliencia ante avatares externos. Hay un exceso de interés en los mercados internacionales inversamente proporcional al desinterés por los mercados de proximidad andaluces, españoles o de los países vecinos. Están ausentes las estrategias para la adaptación de los municipios a nuevas formas de movilidad, urbanismo bioclimático, producción eléctrica renovable y autoconsumo. No hay una sola alusión a los municipios andaluces. Ninguna referencia a la necesidad de generar una industria de los combustibles verdes y de que Andalucía participe en las estrategias europeas para la producción de hidrógeno como combustible para vehículos futuros o para los ferrocarriles. Más allá de convenir la necesidad de los corredores ferroviarios mediterráneo y central, la recuperación y ampliación de una buena infraestructura ferroviaria interna ha quedado completamente olvidada. Por no hablar de la total ausencia de apalancar fuertemente la industria cultural andaluza, una de las fuentes más potentes de nuestra universalidad, o de la ausencia de demanda de desconcentración y descentralización situando en Andalucía (no necesariamente en Sevilla) las sedes de organismos e instituciones actualmente concentradas en Madrid, como por ejemplo el Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético, el Centro de Investigación y Control de Calidad o la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, por citar solo tres ejemplos. De la necesidad de una entidad financiera pública ni se habla, así que no estaría de más demandar que al menos parte de Bankia se articule legalmente como una verdadera banca pública andaluza.
No se puede cambiar el rumbo de un trasatlántico con un golpe de timón. Este acuerdo, que tiene en su generalidad y ambigüedad su principal virtud, abre espacios para avanzar hacia una economía más resiliente, sostenible y justa, tanto desde el punto de vista de las empresas andaluzas, los sindicatos y los intereses sectoriales concretos, como para la labor de la oposición política que puede encontrar espacios de demanda, cooperación, crítica abierta o consenso. La oposición progresista y de izquierdas andaluza tiene en septiembre la oportunidad de potenciar una alianza estratégica política con el actual gobierno de España, con el cual comparte un amplio espectro de intenciones. Esto será fundamental para que la acción del presidente Moreno Bonilla no la definan Vox, el debilitado vicepresidente de Ciudadanos Juan Marín, o Pablo Casado y Ayuso desde Madrid.
El debate de septiembre en el Estado será éste, cruzado irremediablemente como en años anteriores con los “asuntos” catalanes y las nuevas noticias sobre la monarquía. Andalucía tiene mucho que decir. Juan Manuel Moreno Bonilla hará su papel en el proyecto de cogobernaza y cohesión que describió Sánchez para le gestión de los fondos europeos. Para que el presidente andaluz no actué al dictado de los intereses de su partido, de la inercia pasada y condicionado por Vox, la Andalucía con más ganas de salir adelante y vivir dignamente, reduciendo los indicadores de paro, precariedad, pobreza y desigualdad, debe ponerse manos a la obra y escribir el guion político de la demanda en el marco de esa cogobernanza con tintes federales que se pretende reflejar en las futuras conferencias de presidentes.