miércoles, 29 de julio de 2015

La historia interminable de la movilidad granadina


En el transcurso de este mes de julio hemos sabido que el final de las obras del AVE está aplazado sine die, que el aeropuerto no levanta el vuelo, que el metro (como aquí llamamos al tranvía que nos enterró Torres Hurtado en el Camino de Ronda a precio de rescate griego) dicen que hasta final de 2016 no irá de Albolote hasta Armilla, que el desastre del LAC nos cuesta más de cuatro millones de euros más que el desastre de transporte público que teníamos, y que el tren a Barcelona desaparece por arte de birli birloque.


Cinco hitos en un mes, cinco parones de transporte y movilidad, cinco anuncios para ir a ninguna parte, que demuestran en plena ola de cambio climático y calentamiento total que Granada no avanza en nada, en nada.

No es una maldición, es que esta conurbación de entre quinientos y setecientos mil habitantes, según se mire y se mida, ha perdido peso político, si es que alguna vez lo tuvo, gracias a la indiferencia y servilismo de los poderes de nuestra clase política histórica y, sobre todo, gracias al mismo alcalde al que hemos reenganchado después de 12 años de vender humo contaminante, del cual no podremos decir jamás que fue un alcalde visionario ni peleón, más bien será recordado como el alcalde de la historia interminable.

En este mes de julio se ha certificado que Granada anda con el freno de mano echado. Ni despega, ni avanza, ni circula, ni camina, ni pedalea.

Llegará septiembre y su semana europea de la movilidad sostenible y nos cogerá, un año más, en estado catatónico con nuestra clase política y nuestra élite poderosa encantados de haberse conocido y mirando a Málaga y Sevilla como si fuesen extraterrestres.