viernes, 4 de diciembre de 2020

Andalucía, un nuevo anhelo de mar - 3 de 3


Las causas, y las consecuencias, de la irrupción de un gobierno tan de derechas en Andalucía en las autonómicas del 2 de diciembre de 2018 son, resumidamente, la derechización del susanismo, su alianza estratégica con Ciudadanos y la tolerancia al PP de M. Rajoy y la Gürtel, al que otorgó dos años de venia desde 2016 hasta la moción de censura de junio de 2018, junto con el hastío del electorado andaluz de izquierdas que no veía el fin de los recortes tras la crisis de 2008.

Tampoco vio el electorado progresista que el voto de cambio por la izquierda fuese a sentarse en el gobierno andaluz, a la vista del discurso electoral de Adelante Andalucía que enarboló Teresa Rodríguez, ser dique de contención de la derecha sin sentarse en el consejo de gobierno andaluz con el PSOE. No parece buena idea llamar al voto, sabiendo que no vas a obtener mayoría, diciéndole al electorado que no es para gobernar sino para que el monopardismo andaluz siga campando a sus anchas. Lo contrario que hizo Podemos y Unidas Podemos en toda su trayectoria.

Los liderazgos parlamentarios del PSOE andaluz, Susana Díaz, y de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, hasta su expulsión reciente del grupo parlamentario al pasarse a un partido diferente de los que conformaron la coalición electoral, han coincidido en mantener posiciones diferenciadas de las de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La primera entregada al felipismo y la segunda contra la sola posibilidad de gobierno de coalición. Si lo peor que ha hecho el gobierno uno y trino de las derechas con Andalucía es sacarla del mapa del futuro al alienarla, subalterna, con la derecha centralista, esto no ha encontrado contrapeso en la “oposición” parlamentaria andaluza, la del PSOE por carecer de credibilidad, y la de Adelante Andalucia, o lo que queda, por estar en una profunda crisis destructiva.

Mientras la voz hegemónica de Andalucía es ahora de derechas, la voz de progreso de la izquierda andaluza, ante los importantes acontecimientos que están ocurriendo estas semanas, que han llevado a la aprobación de los PGE con mayoría abrumadora, está muy debilitada. Cuando ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Compromìs y otros suman para colaborar en una nueva dirección de estado de raíz democrática, hay quien en la izquierda andaluza enarbola la verdiblanca para debilitar a quien hasta antier era socio o la opción en la que cobró fuerza, al tiempo agita la arbonaida allende Despeñaperros con más victimismo que utilidad.

La fuerza con la que se han aprobado los PGE indica que, como ha dicho el presidente valenciano, Ximo Puig, en Barcelona, se puede avanzar en un federalismo práctico y justo sin necesidad de plantear una reforma constitucional para la que, hoy por hoy, no hay potencial de acuerdo suficiente con las derechas que están echadas al monte preconstitucional. Las autonomías, las nacionalidades y las naciones, (lo importante en el siglo XXI de la Europa interdependiente, es el grado de soberanía propia, cooperativa y compartida más que el substantivo con que cada pueblo se identifique), cuya voz hegemónica sea contraria a ese impulso federal, quedarán rezagadas y subalternas del efecto extractivo de la capitalidad madrileña.

Por eso es tan importante que la voz política hegemónica andaluza se alinee con este nuevo impulso de progreso, y se sume a su liderazgo. Es lo que ocurrió en la transición a partir de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Esta vez nos coge con el pie cambiado, con un gobierno reaccionario que usa la Junta de Andalucía como oficina de gestión de intereses ajenos a nuestra tierra. Con esta perspectiva territorial progresista, federal y de calado republicano deberían trabajar las izquierdas andaluzas buscando una alianza táctica para defender los intereses andaluces y reforzar, bajo demanda, las políticas progresista del gobierno de coalición. Otra cosa es seguir en la Andalucía colonia de Madrid, perpetuando el atraso estructural que nos separa de la media española y la media europea.

El año próximo el PSOE andaluz acometerá su renovación estratégica. Como hizo a partir de 1977, sabrá leer la fuerza política de la identidad cultural andaluza. No es seguro que no vuelva a utilizarla para desactivar su potencial emancipador. Tiene el PSOE andaluz tres cosas reconocibles para afrontar la tarea renovadora: afianzamiento territorial, capacidad de lectura estratégica y mecanismos para definir un fuerte liderazgo. Lo hará, pero en la memoria reciente del electorado andaluz está su falta de credibilidad, eso le impedirá volver al gobierno si el flanco izquierdo sigue desestructurado y ayuno de proyecto de izquierda andalucista en común. Convendría que, con el fin de darle la vuelta a Andalucía, se recuperase en ese flanco un mínimo de cohesión y de sentido histórico. Convendría parar la máquina del conflicto y cultivar un debate sobre el papel del pueblo andaluz, de la sociedad civil y de la izquierda andaluza y andalucista, en los tiempos venideros.

Del otro lado, para que un proyecto político con ambición de estado pueda autodenominarse federalista y plurinacional, y ser creíble, habrá de considerar Andalucía como una componente más de ese haz de naciones que nos recuerda Xavi Domenech en su último libro. Se ganó en referéndum el 28 de febrero de 1980. Considerarla y actuar en consecuencia, gestos y hechos.

Hoy es 4 de diciembre, día nacional de Andalucía, la izquierda andaluza tiene memoria, es imprescindible ponerla al servicio de la causa del pueblo andaluz, la justicia universal, por sí, por España y la humanidad, letra del himno de Andalucía. Las condiciones materiales, geográficas, geopolíticas y formativas de las y los andaluces son inmejorables para alumbrar un futuro cuya voz hegemónica no sea la del PP, Ciudadanos y Vox. Pongámonos a construir un nuevo anhelo de mar.