martes, 22 de diciembre de 2020

Calviño es Rivera en el Gobierno


La noche electoral del 28 de abril de 2019 la bases del PSOE coreaban “con Rivera no”. Recelaban de su líder desde el minuto cero de la nueva legislatura. Las mismas bases que habían aupado a la secretaría general del partido a quien ya era presidente del Gobierno, gracias a la moción de censura contra Rajoy cuya mayoría estructuró Pablo Iglesias, ya desconfiaban con los resultados en caliente.

Los meses posteriores, el veto a Pablo Iglesias y aquel no poder dormir si entraba en el gobierno, demostraron que quien mejor conoce la costumbre de las altas cumbres del PSOE de decir Diego donde dijeron Digo es la militancia socialista; la misma militancia que entregó la confianza a un Pedro Sánchez podemizado. Había motivos recientes, las elecciones de 2015 y su repetición de 2016. Memoria.

Y ocurrió. La querencia de Pedro Sánchez a pactar con Ciudadanos forzó la repetición electoral en 2019. Después de abril volvimos a votar el 10 de noviembre. La resistencia de Unidas Podemos, la demolición del voto de Ciudadanos y la irrupción de Vox a lo bestia impidió que Sánchez volviera a las andadas. Para enero de 2020 teníamos gobierno de coalición con Pablo Iglesias de vicepresidente. Sánchez no tuvo alternativa.

La historia de los liderazgos del PSOE desde Felipe González explica porqué sus bases desconfían de sus líderes. El PSOE llega al gobierno por la izquierda y gobierna por la derecha. Funcionó hasta que la crisis de 2008 puso al descubierto al neoliberalismo y sus radicales intenciones contra los servicios públicos y los derechos que garantizaba el estado. A partir de ese momento y, sobre todo, tras la deconstrucción del bipartidismo monárquico con la irrupción de Podemos, la táctica de llegar por la izquierda y gobernar por la derecha es para el PSOE autodestructiva. Andalucía es el ejemplo, las consecuencias del pacto de Susana Díaz con Ciudadanos están a al vista.

Llegar por la izquierda y saltar a la derecha no muestra las dos almas del PSOE, la socialdemócrata y la liberal, desvela la substancia del modo en que este partido desde la transición ha servido a los poderes económicos herederos del franquismo.

Aprobados de hecho los PGE, Nadia Calviño con el visto bueno de Pedro Sánchez está liderando dentro del Gobierno de coalición al viejo neoliberalismo de los recortes. La ministra Calviño quiere impedir que se continúe con la senda de subida del SMI, que aún sigue en España muy por debajo de las recomendaciones de la UE. La ministra Calviño empuja y apoya al ministro Escribá para contabilizar 35 años de cotización con objeto de bajar las pensiones.

¿A quién sirve Nadia Calviño? ¿Por qué desde su Vicepresidencia de Asuntos Económicos actúa como sustituta del Albert Rivera que pudo ser vicepresidente? Creíamos Calviño iba a ser una buena interlocutora económica en la UE y resulta que ha devenido más reaccionaria que Merkel, ahora que la presidenta alemana, la Comisión Europea el FMI y el BCE impulsan políticas para aumentar el poder adquisitivo de las mayorías, las empresas y los autónomos. Si Sánchez toma el camino que le indica Calviño y no atiende la letra del acuerdo con UP y las demandas de los sindicatos y los jubilados, ni sus bases, ni su electorado, ni mucho menos la oposición o el empresariado le ayudaran a mantener el poder y, lo que es peor, el PSOE se volverá a llevar por delante las ilusiones de cambio progresista de las mayorías sociales. La memoria política existe, no está el PSOE para volver a engañar a su electorado.