martes, 8 de diciembre de 2020

Andalucía, un nuevo anhelo de mar


Andalucía, flashback de diciembre

Se cumplen dos años de la entrada de Vox, el neofranquismo organizado como partido, en el parlamento andaluz. El resultado de las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018 permitió a la derecha partida en tres, PP (26) - Ciudadanos (21) -Vox (12), investir a Juan Manuel Moreno Bonilla presidente de Andalucía con los peores resultados del Partido Popular en la historia electoral andaluza. Cayeron treinta y seis años de gobierno ininterrumpido del PSOE desde 1982.

También esta primera semana de diciembre se cumplen cuarenta y tres años de la constitución de Andalucía como pueblo en las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Las calles de las ocho capitales andaluzas junto con las de Barcelona, Madrid y Bilbao, respondieron en masa a la llamada del lema “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”. Dos millones de andaluces y andaluzas, la cuarta parte de las personas nacidas vivas, trabajaban, emigrantes, fuera de su tierra; un millón seiscientos mil en territorio español, casi un millón en Cataluña. Un éxodo de dimensiones bíblicas.

En diciembre de 1977 las campanas de la historia andaluza repicaron de alegría, fecundando la tierra para que el 28 de febrero de 1980 naciese el único pueblo político del estado español fruto de un referéndum constitucional en el que se ejerció el derecho a decidir. Cuarenta y un años después, el 2 diciembre de 2018 las campanas se acostaron con toque de ánimas.

Resumidamente tres son las causas de que el malestar que la sociedad andaluza arrastraba desde el inicio de la crisis de 2008, se manifestase en una configuración de voto impensable hasta el mismo momento en que se supieron los resultados de las elecciones de diciembre.

En primer lugar, en Andalucía nunca hubo bipartidismo. Los gobiernos de Susana Díaz fueron sumisos a los recortes del gobierno central sin plantar cara institucional desde el sur. La identidad del régimen del 78 que señaló la repolitización del 15M, tenía en Andalucía la faz monopartidista del viejo PSOE. Un partido afectado por el cáncer político y judicial de los ERES, cuya esclerosis se extendía por el tejido civil y empresarial andaluz. Las culpas del gobierno de Rajoy fueron en Andalucía las culpas del PSOE de Susana Díaz tras años de consolidación de una economía andaluza dependiente del turismo, la construcción y la hostelería a la que la crisis de 2008 afectó el doble que al resto del estado.

En segundo lugar, el principal frente del PSOE contra lo que supuso la irrupción de Podemos lo dirigió el susanismo. Podemos, el agente que desestabiliza el bipartidismo en España, que tradujo a la política institucional las demandas quincemayistas, fue para la entonces presidenta Susana Díaz más enemigo que la propia derecha económica neoliberal anidada en el gobierno de Rajoy. Por eso, viendo venir en 2014 el huracán Podemos, convocó elecciones anticipadas en marzo de 2015 con objeto de frenarlo en el territorio más desfavorable para las aspiraciones de tomar los cielos, Andalucía, donde la conciencia de izquierdas y andalucista, que había cobrado forma política e institucional entre diciembre de 1977 y febrero de 1980, fue aprovechada por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra para ganarla y adormecerla poniéndola al servicio del poder económico español y de la monarquía juancarlista, como bien se está revelando estos meses. Susana Díaz consiguió su objetivo, limitar la potencialidad de cambio de Podemos Andalucía, pactando su investidura con Ciudadanos. Conocida es la deriva derechista del PSOE andaluz que sacó a Pedro Sánchez de la secretaría general y lideró la abstención del PSOE en el Congreso para que el PP Gürtel siguiese gobernando.

En tercer lugar, la idea estratégica de fundar la coalición electoral Adelante Andalucía de cara a las elecciones del 2 de diciembre de 2018, heredera, en una percepción de onda larga, de la constitución de Izquierda Unida —Los Verdes— Convocatoria por Andalucía que llevó a Julio Anguita a obtener los mejores resultados históricos de la izquierda en Andalucía y España, al intentar romper la exclusiva identificación de la izquierda progresista andaluza, e incluso andalucista, con el PSOE, aunque aguantó muy bien la previsible caída electoral del espacio de Unidas Podemos que seguía siento atacado por el triángulo de las cloacas, fue incapaz de recoger la diáspora de voto que del PSOE se fue hacia Ciudadanos y la abstención, imposibilitando una posible mayoría parlamentaria que bloqueara la irrupción de la derecha en el gobierno andaluz. El “con Susana ni muerta” de Teresa Rodríguez que resonó durante la campaña electoral que lideró, junto con Antonio Maillo, acabó siendo un inhibidor de transferencia de voto del espacio electoral del PSOE andaluz al espacio de cambio que había sumado al andalucismo. La participación electoral bajó respecto de las elecciones de 2015 más de un 5% y afectó substancialmente al voto progresista y de izquierdas que se quedó en casa.

Las tres causas descritas, el malestar social fruto de la derechización del PSOE andaluz simbolizada en el momento cumbre en el que Susana Díaz se suma al “a por ellos” de las derechas, que luego se citarían en Colón, la enemistad estratégica manifiesta entre Susana Díaz y Teresa Rodríguez, junto con la percepción del electorado progresista y de izquierdas de que el voto del cambio por la izquierda no acabaría sentándose en el gobierno, abonaron las condiciones propicias para que por primera vez la derecha gobernase Andalucía.

Andalucía, dos años de derechas

Nadie en Andalucía podía imaginar que la noche del 2 de diciembre de 2018 los resultados electorales arrojasen la posibilidad de un gobierno tan de derechas. El candidato del PP a la presidencia del gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, no contaba con el apoyo de Pablo Casado, se había alineado con Soraya Sáez de Santamaría en las primarias para la sustitución de Rajoy. El PP acentuaba la cuesta abajo en los sondeos tras la demoledora sentencia Gürtel que provocó la moción de censura. Ciudadanos, con Albert Ribera en sus mejores horas, sonaba en ascenso a pesar del temperamento insulso de su candidato andaluz, Juan Marín, al que encumbró el PSOE de Susana Díaz.

¿Y Vox? Vox era un run run en la calle que la propia Díaz alimentó en su alineamiento explícito con la confrontación dura en el asunto catalán, y que utilizó en la campaña contra el PP, con la intención de partir el voto de la derecha. Pero la matemática de la ley d´Hont, que tanto había ayudado al monopartidismo andaluz, dejó de funcionar como era costumbre y entregó en las urnas, y en el incremento de la abstención, una configuración parlamentaria que investiría a la más aventajada de las opciones de derechas. Así fue como la gran maquinaria de poder de Andalucía, la Junta, cambio de manos, más por el hartazgo del voto progresista y de izquierdas ante un PSOE susanista entregado a la "lealtad institucional con Rajoy”, que por los méritos de la derecha.

PP y Ciudadanos formaron fácilmente gobierno con apoyo externo de un Vox obsesionado con destruir Canal Sur, promover la caza y los toros, y arrinconar cualquier atisbo de políticas contra el machismo y la desigualdad de género. Se repartieron Moreno, presidente, y Marin, vicepresidente, las competencias y los cargos con un lavado de cara de consejerías y delegaciones territoriales intrascendente. Olvidaron inmediatamente sus promesas de liquidación de la administración paralela, de oficina de lucha contra la corrupción, de mejora de la transparencia, y pasaron el año 2019 con la inercia de una Junta de Andalucía que navega sola gracias al empeño de las y los trabajadores públicos.

Moreno y Marín acentuaron la eliminación del impuesto de sucesiones y donaciones, tomando el camino de Madrid abierto por Susana Díaz y Ciudadanos. Continuaron los recortes en educación y salud, preparando las condiciones para potenciar la enseñanza concertada y ahondar en la privatización de la salud, sin mejorar las listas de espera ni aumentar las plantillas, para ir engordando la cuenta de resultados de la sanidad privada. En el primer año de gobierno andaluz a la pareja Moreno y Marín le bastó la estela del legado susanista. Ni un gesto para aprovechar las competencias que otorga el estatuto andaluz para mejorar la vida de la gente con políticas de vivienda, contra la pobreza y la precariedad, de cuidados, de movilidad sostenible, de energías renovables, de mundo agrario, de centros urbanos gentrificados, de conexiones ferroviarias o de reindustrialización. Así llegó 2020 y la pandemia.

En el momento más crítico de la primera ola, Moreno, Marín y Vox aprovechan para convalidar sin trámite parlamentario el decreto ley de 16 de marzo que modifica o deroga veintiún leyes y seis decretos para “simplificar trámites”. Una llamada a la ley de la selva, que elimina barreras de protección contra el urbanismo salvaje, la destrucción medioambiental o el patrimonio cultural andaluz, entre otras muchas para facilitar el libre albedrío de inversores extractivos que abonan precariedad y devastación. El decreto ley se convalidó sin trámite parlamentario en la diputación permanente del parlamento andaluz del 2 de abril, con las libertades civiles coartadas de facto para manifestar siquiera la protesta. Esta enorme modificación legislativa intenta volver a los tiempos de Jauja de un plumazo, cuando los excedentes de capital extranjero actuaron como veneno bulímico para engordar la construcción, hipertrofiar nuestra economía con el turismo y despreciar nuestro patrimonio cultural y natural.

Al fin del estado de alarma en junio, Moreno y Marín pasan un verano tipo ji ji ja ja, como si el virus fuese un mal sueño y solo importase el turismo y la hostelería. Marín en Sotogrande en un torneo de polo mientras ardía la sierra de Huelva; Moreno llega al mismo incendio cuatro días después de su inicio cuando ya había arrasado 10.000 hectáreas y se habían desalojado 3.000 personas. Un gobierno de veraneo que dejó la vuelta al cole en las manos voluntariosas de los cuerpos docentes, sin aprovechar los recursos inversores expansivos disponibles para desdoblar unidades e incrementar plantillas. Peor ocurrió con el sistema sanitario, ni se reforzó la plantilla, ni se prepararon suficientes rastreadores, ni se mejoró el sistemas de atención primaria.

Nunca habíamos vivido en Andalucía un gobierno tan inane. Tan inane que Andalucía ha desaparecido de las escena si no es para alinearse con las posiciones más centralista y reaccionarias, por ende antiandaluzas, del PP de Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso. Un gobierno alejado de la parte más vivaz, emprendedora y con ganas de mejorar la sociedad andaluza. Un gobierno que se encoge de hombros sin querer intervenir en Abengoa, la única multinacional con domicilio en Andalucía, poniendo en riesgo 8.000 empleos y abriendo la puerta para que se vaya a la comunidad valenciana. Un gobierno que ha expulsado a los sindicatos de la concertación y el diálogo para entregarse a los años cincuenta del siglo pasado que representa Vox. Un gobierno que se alinea en defensa del dumping fiscal del independentismo de derechas madrileño contra la armonización y la justicia fiscal, un gobierno al que no le importa el nuevo éxodo bíblico de andaluces y andaluzas cualificadas que sufre Andalucía desde 2008.

¿Algo que destacar del gobierno de Moreno y Marín? Nada, salvo que se llevan bien y puede que acaben compartiendo opción electoral. De momento han sacado adelante tres presupuestos con Vox demostrando que la derecha es, sin ningún misterio divino, una y trina. ¿Lo más grave? Han sacado a Andalucía del mapa mundi del futuro.

Andalucía, un nuevo anhelo de mar

Las causas, y las consecuencias, de la irrupción de un gobierno tan de derechas en Andalucía en las autonómicas del 2 de diciembre de 2018 son, resumidamente, la derechización del susanismo, su alianza estratégica con Ciudadanos y la tolerancia al PP de M. Rajoy y la Gürtel, al que otorgó dos años de venia desde 2016 hasta la moción de censura de junio de 2018, junto con el hastío del electorado andaluz de izquierdas que no veía el fin de los recortes tras la crisis de 2008.

Tampoco vio el electorado progresista que el voto de cambio por la izquierda fuese a sentarse en el gobierno andaluz, a la vista del discurso electoral de Adelante Andalucía que enarboló Teresa Rodríguez, ser dique de contención de la derecha sin sentarse en el consejo de gobierno andaluz con el PSOE. No parece buena idea llamar al voto, sabiendo que no vas a obtener mayoría, diciéndole al electorado que no es para gobernar sino para que el monopardismo andaluz siga campando a sus anchas. Lo contrario que hizo Podemos y Unidas Podemos en toda su trayectoria.

Los liderazgos parlamentarios del PSOE andaluz, Susana Díaz, y de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, hasta su expulsión reciente del grupo parlamentario al pasarse a un partido diferente de los que conformaron la coalición electoral, han coincidido en mantener posiciones diferenciadas de las de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La primera entregada al felipismo y la segunda contra la sola posibilidad de gobierno de coalición. Si lo peor que ha hecho el gobierno uno y trino de las derechas con Andalucía es sacarla del mapa del futuro al alienarla, subalterna, con la derecha centralista, esto no ha encontrado contrapeso en la “oposición” parlamentaria andaluza, la del PSOE por carecer de credibilidad, y la de Adelante Andalucia, o lo que queda, por estar en una profunda crisis destructiva.

Mientras la voz hegemónica de Andalucía es ahora de derechas, la voz de progreso de la izquierda andaluza, ante los importantes acontecimientos que están ocurriendo estas semanas, que han llevado a la aprobación de los PGE con mayoría abrumadora, está muy debilitada. Cuando ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Compromìs y otros suman para colaborar en una nueva dirección de estado de raíz democrática, hay quien en la izquierda andaluza enarbola la verdiblanca para debilitar a quien hasta antier era socio o la opción en la que cobró fuerza, al tiempo agita la arbonaida allende Despeñaperros con más victimismo que utilidad.

La fuerza con la que se han aprobado los PGE indica que, como ha dicho el presidente valenciano, Ximo Puig, en Barcelona, se puede avanzar en un federalismo práctico y justo sin necesidad de plantear una reforma constitucional para la que, hoy por hoy, no hay potencial de acuerdo suficiente con las derechas que están echadas al monte preconstitucional. Las autonomías, las nacionalidades y las naciones, (lo importante en el siglo XXI de la Europa interdependiente, es el grado de soberanía propia, cooperativa y compartida más que el substantivo con que cada pueblo se identifique), cuya voz hegemónica sea contraria a ese impulso federal, quedarán rezagadas y subalternas del efecto extractivo de la capitalidad madrileña.

Por eso es tan importante que la voz política hegemónica andaluza se alinee con este nuevo impulso de progreso, y se sume a su liderazgo. Es lo que ocurrió en la transición a partir de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Esta vez nos coge con el pie cambiado, con un gobierno reaccionario que usa la Junta de Andalucía como oficina de gestión de intereses ajenos a nuestra tierra. Con esta perspectiva territorial progresista, federal y de calado republicano deberían trabajar las izquierdas andaluzas buscando una alianza táctica para defender los intereses andaluces y reforzar, bajo demanda, las políticas progresista del gobierno de coalición. Otra cosa es seguir en la Andalucía colonia de Madrid, perpetuando el atraso estructural que nos separa de la media española y la media europea.

El año próximo el PSOE andaluz acometerá su renovación estratégica. Como hizo a partir de 1977, sabrá leer la fuerza política de la identidad cultural andaluza. No es seguro que no vuelva a utilizarla para desactivar su potencial emancipador. Tiene el PSOE andaluz tres cosas reconocibles para afrontar la tarea renovadora: afianzamiento territorial, capacidad de lectura estratégica y mecanismos para definir un fuerte liderazgo. Lo hará, pero en la memoria reciente del electorado andaluz está su falta de credibilidad, eso le impedirá volver al gobierno si el flanco izquierdo sigue desestructurado y ayuno de proyecto de izquierda andalucista en común. Convendría que, con el fin de darle la vuelta a Andalucía, se recuperase en ese flanco un mínimo de cohesión y de sentido histórico. Convendría parar la máquina del conflicto y cultivar un debate sobre el papel del pueblo andaluz, de la sociedad civil y de la izquierda andaluza y andalucista, en los tiempos venideros.

Del otro lado, para que un proyecto político con ambición de estado pueda autodenominarse federalista y plurinacional, y ser creíble, habrá de considerar Andalucía como una componente más de ese haz de naciones que nos recuerda Xavi Domenech en su último libro. Se ganó en referéndum el 28 de febrero de 1980. Considerarla y actuar en consecuencia, gestos y hechos.

Hoy es 4 de diciembre, día nacional de Andalucía, la izquierda andaluza tiene memoria, es imprescindible ponerla al servicio de la causa del pueblo andaluz, la justicia universal, por sí, por España y la humanidad, letra del himno de Andalucía. Las condiciones materiales, geográficas, geopolíticas y formativas de las y los andaluces son inmejorables para alumbrar un futuro cuya voz hegemónica no sea la del PP, Ciudadanos y Vox. Pongámonos a construir un nuevo anhelo de mar.