Durante los pasados días de celebración de la Constitución del 78 se ha estrenado en cines la película andaluza Techo y comida. En pocos cines y no en todas las ciudades.
En contraste con la escasa distribución y las pocas ganas con las que los medios de comunicación de masas hablan de ella, Techo y comida ha sido aclamada y premiada en el festival de Málaga, en Tudela y Albacete, programada ya en varios festivales internacionales y nominada a dieciocho Goyas, sí, dieciocho. El reconocimiento del público atento y del sector artístico es ya indudable y meteórico.
La vi en Madrid el 7 de diciembre. En Granada, una ciudad metropolitana con más de quinientos mil habitantes es imposible verla. Lo más cerca de aquí que puede verse es en Málaga.
Techo y comida es una película hermosa, auto contenida y emocionante. La sencilla belleza y la dignidad de un dolor social que rae la razón democrática. En homenaje a su director y guionista jerezano, Juan Miguel del Castillo, diré que es una película jonda, hecha con cuatro perras, mucha inteligencia y gran provecho. Me siento orgullosos de haber puesto un pequeñísimo granito de arena para que pudiera ser; la productora catalana Diversa puso en marcha un crowdfunding con Verkani para recaudar una pequeña parte del dinero necesario para hacerla posible.
La película tiene un personaje central, otro imprescindible y una pequeña constelación de personajes simbólicos. El papel protagonista, la joven madre Rocío que soporta la historia, en la interpretación de Natalia de Molina, es tan real como impresionante. La jiennense Natalia de Molina, que ya habíamos visto en Vivir es fácil con los ojos cerrados como una actriz de altura, hace aquí un papel estratosférico. Así lo ha reconocido el festival de Málaga con su Biznaga de Plata (que nombre tan bonito para un premio), no tengo duda de que le caerán más premios. Es tan de altura el trabajo de Natalia de Molina en manos de Juan Miguel del Castillo que puede hacer pasar desapercibido el valor de la interpretación de Jaime López, el chaval jerezano que clava el personaje de Adrián, el hijo de Rocío.
Ni quiero ni debo contar la película, aseguro que tiene escenas memorables. Es parte esencial de nuestra historia reciente condensada con mucha dignidad en quienes sufren, mucha decencia en quienes ayudan como pueden, y mucha desazón en quienes por ser parte de lo mismo, de esa mayoría social que hasta antes de ayer creía haber alcanzado un punto de no retorno para una vida segura, ve como se desmorona el futuro delante de sus ojos.
Techo y comida nos muestra porqué no es apropiado llamar al conjunto de estos pasados días festivos “puente de la Inmaculada Constitución”, ni de lejos. La Constitución Española de 1978 ha sido ajada por los tres poderes del Estado, que ya no nos parecen separados. La CE presenta múltiples manchas, el conjunto de todas ellas es la mancha en virtud de la cual es incapaz de garantizar una vida digna.
Techo y comida es la peli que no quieren que veas en esta campaña electoral. Vayan a verla en cuantito puedan.
@marioortega