viernes, 25 de diciembre de 2015

De la transición a la transubstanciación de España, la batalla de Andalucía


Como en toda reacción química, en este caso de cambio de substancia política, un proceso de recomposición estructural de las relaciones de poder, hemos llegado a la fase de alta entropía. Eso es lo que dicen los resultados electorales del 20D. Ninguno de los dos actores bipartidistas tiene forma de gobernar de manera autónoma si no es rompiendo con su pasado. Dejando de ser quienes fueron y son.
El proceso se inició con el 15M debido a que el entorno del sistema político ya no mantenía las condiciones para su estabilidad. El modelo económico depredador tocó límites, el sistema financiero hizo crack y forzó a las elites políticas a arriesgar su futuro merendándose los derechos y la democracia para seguir viviendo.
Las plataformas antidesahucios, las coloridas mareas y las movilizaciones mantuvieron viva la llama que aportaba el calor de reacción. Hasta que cristalizó un germen con un nuevo orden atómico, Podemos, que se hizo multidireccionalmente visible con su afloramiento en las europeas de 2014. Comenzaron a caer secretarios generales y monarcas, virreyes autonómicos y presidentes bancarios, tesoreros y ministros.
Este 20D, en las cortes generales irrumpió la plebe con mucha fuerza. En paralelo el rey vuelve al salón del trono.
Tenemos un congreso con la mayor diversidad de la democracia. La mayor representación feminista, la mayor representación ecologista, la mayor representación potencial del federalismo libremente pactado y la mayor representación de la sociedad que prefiere la cooperación al abandono de quienes pasan fatigas o sufren. Frente a esta representación de la España real, la real España solo encuentra refugio en la palabra vacía de la unidad.
Una representación de la España viva real que cuantitativamente hace imposible el apuntalamiento del sistema por parte de Ciudadanos, tarea para la que fue encumbrado. Los números no le salen al IBEX 35 si no es a costa de dinamitar a uno de los actores que fundamentan el bipartidismo, el PSOE, parecen que están dispuestos a intentarlo.
Lo ocurrido el 20D anuncia un cambio en la substancia de España. El derecho a decidir bajo la concepción plurinacional de España (el derecho a decidir sobre todo) gana en Cataluña y Euskadi, y es segundo en Madrid y País Valencià, dos poderosos feudos del PP españolista, donde el PSOE queda relegado a la cuarta y tercera posición respectivamente. Además en Cataluña, Ciudadanos, que venía de una segunda plaza en sus elecciones plebiscitarias, cae hasta la quinta posición por el efecto de Ada Cola en el cinturón barcelonés.
La transubstanciación ha comenzado a operar y en el PSOE están saltando ya todas las contradicciones por los aires. Fundamentalmente la contradicción entre una España que ya no existe y que representaba, y la nueva España que emerge que ya no representa. Relegado a la cuarta posición en Madrid y aguantando la tercera posición en Cataluña, su facción andaluza, determinante en todos sus procesos, cree ser la vencedera interna, o al menos así lo aparenta. Lo cierto es que el pacto de Susana Díaz con Ciudadanos en Andalucía ha restado credibilidad al único eje de campaña sobre el que Sánchez podía fortalecerse, el derecha-izquierda, además de alimentar su crecimiento en Andalucía en cuatro puntos sobre los resultados en las autonómicas. Son los perores resultados históricos del PSOE andaluz con un PP que ha quedado a tan solo dos puntos porcentuales.
El drama de Pedro Sánchez es estar acompañado por un aporte andaluz de 1/4 de sus diputados a las órdenes de Susana Díaz que a su vez gobierna con presupuestos apoyados por el Ciudadanos belicista, que no reconoce la violencia de género como una cuestión de Estado, que pretende desarbolar por completo el mercado laboral con su contrato único y que es firme defensor de un estado centralista jacobino donde las competencias andaluzas de educación, sanidad y de servicios sociales se gestionen políticamente desde Madrid.
En este contexto los análisis que oímos y leemos que los tradicionales grandes medios de comunicación siguen pensando bajo el esquema de formación de gobierno sobre la derecha o sobre la izquierda. Pablo Iglesias, que no por casualidad fue el primero de los candidatos a la presidencia del gobierno en intervenir públicamente cuando el recuento ya aportaba resultados electorales consolidado, situó el espacio del juego político, no sobre las reglas de juego existentes, si no sobre el cambio de las reglas del juego, ya requiriesen cambios constitucionales o acuerdos de Estado, detallándolo en el 23 de diciembre en elHuffington post:
“Blindar constitucionalmente los derechos sociales y derogar el 135 y las reformas laborales, acabar con los recortes, asumir la democracia como vía más eficaz de resolver la crisis territorial facilitando la viabilidad de un país unido en su diversidad, cambiar el sistema electoral, cerrar las puertas giratorias y asegurar la independencia judicial, no son líneas rojas para una negociación sino las bases mínimas de un compromiso histórico para la nueva etapa que comienza.
Si a Pedro Sánchez no le dejan intentar ser presidente, porque quizá no esté siquiera en condiciones de ser el líder de su partido, tal vez sea el momento de que una figura independiente de prestigio, asuma dar los pasos necesarios para intentar que en España deje de gobernar el Partido Popular y pongamos fin al tiempo de la corrupción y la desigualdad. Nosotros no permitiremos, ni por activa ni por pasiva, que el PP (con o sin Rajoy) siga gobernando y nos parecería una estafa democrática que el PSOE (con o sin Sánchez) lo permitiera o actuara pensando en su geopolítica interna de lugares y nombres”
Aquí no se juega, vino a decir la noche del 20D, si va a gobernar el PP (Rajoy o no) con coalición o sin ella, o si va a formar gobierno el PSOE (Sánchez o no) con coalición o sin ella. Aquí se juega si va a haber un pacto para conservar el modelo que condujo a la podredumbre y al desastre social o el pacto va a ser para cambiar e integrar todas las emergencias que se han desatado estos años (sociales, económicas, ambientales y territoriales).
La cuestión, como está planteando PabIo Iglesias e Íñigo Errejó, no es quien gobierna, si no para qué se gobierna. Lo que es coherente con la sugerencia de una presidencia temporal no partidista (que por cierto rompe simbólicamente el papel atribuido a la corona sin base legal alguna).
Los cambios constitucionales propuestos por Podemos, el blindaje de los derechos sociales, la garantía de un sistema judicial independiente del poder político, rendición de cuentas del gobierno ante el electorado a mitad de mandato y posibilidad de convocar elecciones por mandato popular si traiciona el programan de gobierno, eliminación del vínculo de dependencia entre el poder político y el poder económico, y, clave, la consolidación del derecho a decidir en el marco de una España plurinacional. Acompañado de la reforma de la ley electoral para hacerla más representativa y justa.
En ese espacio de juego es donde Podemos pretende reducir la entropía con cambio estructurales, no formales.
La batalla de Andalucía
En ese espacio es donde Andalucía puede ganar ayudando a ganar. Donde se abre una nueva oportunidad histórica, máxime cuando los dos actores políticos que han sido incapaces de situar nuestra tierra en la vanguardia de la demanda de soberanía y justicia, el PCA que domina la marca IU-CA-LV y el PA están, el primero cualitativamente debilitado al máximo, y el segundo recientemente desaparecido. A punto de romper el candado de la izquierda y roto el candado del andalucismo de partido, el único y gran candado que queda para avanzar es el que el PSOE-A mantiene cerrado arrogándose la representación de los intereses de Andalucía.
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La presencia de Andalucía, de los intereses de Andalucía, en estas elecciones del 20D, no puede evaluarse en función de si había o no actor político andaluz que concurriese, ya de forma autónoma, ya insertado en coalición formal o no dentro de las listas de Podemos.
Cuando se defiende la igualdad, los derechos sociales, la justicia social, la libertad, la plurinacionalidad del Estado, Andalucía está presente. Porque esa es políticamente la esencia identitaria del ser andaluz.
Andalucía ha estado en todos los actos de Podemos aquí. Ha estado como no estaba desde hacía años, desde el protagonismo de Cádiz en el arranque de campaña y los discursos con los que allí arrancó la campaña aquel viernes 4 de diciembre de 2015, discursos anclados en nuestra memoria histórica democrática y de la transición, pronunciados por gentes que no habían nacido entonces. Tal fuerza tuvo ese acto que, sin precisión sí, Pablo Iglesias se llevó en el inconsciente al debate de Atresmedia en Madrid las referencias históricas del proceso por el que Andalucía se convirtió en sujeto político un 4 de diciembre de 1977 y lo refrendó un 28 de febrero de 1980.
Y ese es el momento en que la presidenta andaluza, que alardea por activa y pasiva de una especie de “Andalucía soy yo”, se pone nerviosa y pasa varios días con declaraciones de coraje acusando a Pablo Iglesias de utilizar a Andalucía para legitimar el derecho a decidir y romper España.
Ya pasado el 20D aún sigue Susana Díaz vinculando el nombre de Andalucía a la unidad sagrada de España, con un asombroso parecido a como lo hacen sus apoyos de gobierno de Ciudadanos, el PP andaluz y español, y los sectores del PSOE más reaccionarios y más entregados al IBEX, las puertas giratorias y la corona.
Cuando Susana Díaz invoca la frase del conservador Clavero Arevalo (UCD) al decir Podemos va a romper el “café para todos”, no debe saber que esa frase fue pronunciada para devaluar la conquista de la autonomía andaluza para ser como la que más. Indudablemente Susana Díaz usa la bandera de Andalucía para beneficio propio, para tapar sus pactos con la derecha aquí, para jugar internamente a la lucha por el poder en el PSOE, para convertir la Junta de Andalucía en la oficina de gestión de las políticas que se fragüen en los consejos de dirección del IBEX, en Berlín, en Bruselas o en Madrid.
Trabajar para desenmascarar al PSOE andaluz que ya no representa nuestras aspiraciones de igualdad y justicia ni nuestro derecho a la soberanía libremente pactada es la tarea fundamental para ganar Andalucía ayudando a ganar en toda España.
Es probable, salvo que Pedro Sánchez logre zafarse de las cadenas del IBEX, el españolismo de Díaz y Fernández Vara, y los jefes en la sombra Felipe González y Alfonso Guerra, aunque sólo sea por interés propio, que vayamos pronto a elecciones anticipadas.
En este caso probable iniciada la transubstanciación de España hacia un federalismo de soberanías libremente pactadas que garantice la igualdad de las personas cualquiera que sea el lugar donde pongan los pies, la batalla de Andalucía será crucial y determinante.
De las 69 diputadas y diputados que logró Podemos y sus coaliciones, 10 son de Andalucía, después de Cataluña la nacionalidad que más aporta. Toca preparar las condiciones para multiplicar ese número, será la garantía de la presencia de Andalucía como sujeto político en el proceso de cambio. Una de las cuestiones cualitativas esenciales que se ha puesto de manifiesto en estas elecciones es que sin un proyecto político andaluz, sin una definición clara de qué es lo que se quiere y propone en y para Andalucía, en el marco del debate territorial y plurinacional, el próximo salto cuantitativo que necesitamos estará de nuevo limitado.
Sin Andalucía no hay victoria.
@marioortega