viernes, 17 de diciembre de 2021

Andalucía abrirá el próximo ciclo electoral


No sabemos cuándo el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, convocará elecciones en Andalucía. Serán en 2022. Su intención era agotar la legislatura con un pacto presupuestario con el actual PSOE andaluz, el mismo de antes con ligeros arreglos de encaje.

A Bonilla y Espadas les convenía el pacto. Más al primero al reforzar su construida imagen de moderado, menos al segundo que solo ganaba tiempo para hacerse ver. Pedro Sánchez también estaba interesado. El pacto presupuestario andaluz PP/PSOE situaba a Pablo Casado como un personaje con pies de barro entre Ayuso y el tándem Feijó/Bonilla. Ese temido efecto provocó la filtración desde Génova, en la que el vicepresidente Andaluz, Juan Marín, decía a su grupo parlamentario de Ciudadanos en las Cinco Llagas, que era una tontería aprobar unos presupuestos en año electoral. La filtración reventó la negociación PP/PSOE-A que se estaba produciendo con sigilo en tiempo real.

Si Andalucía fuese un país de la UE-26 sería por tamaño poblacional el número 16, con una población ligeramente inferior a la de Austria y una superficie ligeramente superior. En España es la comunidad con más población y la que más congresistas aporta a las Cortes Generales, 61. Bastantes más que Cataluña, 48, o Madrid, 37, casi el doble que la Comunidad Valenciana, 32 o Castilla y León, 31, casi el triple que Galicia, 23, o Castilla la Mancha, 21, más del triple que el País Vasco, 18 y cuatro veces más que Canarias, 15.

Para la política andaluza, también para la de estado, la potencia andaluza no sirve de nada si no hay verdadera voluntad de poder. En la actualidad Andalucía está tomada por la derecha y la ultraderecha, haciéndose eco de los mensajes que la caverna lanza desde Madrid. El poder institucional andaluz, el gobierno de Moreno y Marín, construido con el apoyo de Vox, no actúa en defensa de los intereses de las y los andaluces, sean currantes, agricultores, autónomos o empresariado con intereses enraizados en el territorio.

Las clases populares, las clases medias andaluzas, sufren desde la irrupción de la crisis de 2008 una sangría de jóvenes profesionales altamente cualificados. Se fueron y se van dejando una fractura emocional, un inmenso dolor de corazón. Como en los sesenta. Baste el ejemplo de la emigración andaluza reincidente para demostrar la desigualdad territorial por causas estructurales. Añadamos la grave situación de la sanidad, la educación, y resto de servicios públicos, desde la dependencia hasta la protección forestal. Sumemos la línea histórica de la desindustrialización de Andalucía desde el siglo XX hasta la actualidad. Una tierra del tamaño de Austria con los mayores índices de desempleo, pobreza y precariedad de toda la UE.

El próximo ciclo electoral comenzará en Andalucía. Lo que ocurra determinará los debates y la acción política de estado. Es sencillamente una cuestión de números. Si el pueblo andaluz no pelea por sí, si la derecha gana con Vox determinando la acción de gobierno desde dentro o desde fuera, el peso de Andalucía se dirigirá contra el bloque de progreso en el estado para frenar la necesidad de un avance progresista federal.

Es preciso por tanto, con urgencia, construir en Andalucía un bloque histórico de progreso que de voz y busque representar con amplitud los intereses del pueblo andaluz en el marco de la reconfiguración de fuerzas mundial, de la crisis ecológica, de la crisis de límites del capitalismo global y de la crisis territorial en el estado español. Un proyecto común sobre el eje del progreso y la izquierda es factible basado en el feminismo, el ecologismo, el socialismo y el federalismo.

Consiguientemente, la cuestión de la unidad en Andalucía para articular un frente amplio no es ni la inexistencia de las condiciones políticas ambientales y estructurales para ello, ni la posibilidad de construir un programa común. Adelante Andalucía fue eso, una construcción unitaria con potencial de ampliación civil y popular. La dificultad para la unidad proviene más de la definición estratégica y de la lealtad a un proyecto común de estado. Sin voluntad de poder y sin voluntad de sostener lealmente un proyecto político de largo plazo para Andalucía y España, la unidad es inútil. Tras el proceso electoral volvería la diáspora por intereses legítimos o espurios.

Que Unidas Podemos esté en el gobierno de España se debe al éxito de una estrategia basada en la voluntad de poder. Ganó democráticamente la voluntad de poder contra propuestas que mantenían dejar pasar al PSOE en solitario, incluso con Ciudadanos, en tanto no se fuese fuerza mayoritaria. La voluntad de poder también ganó siempre en Andalucía. Lo hizo de forma aplastante en noviembre de 2019 en una consulta interna de Podemos que superó el sí del 96% de personas inscritas.

La ausencia de voluntad de poder, al negar en campaña el acuerdo con el PSOE de Susana Díaz, impidió mejores resultados de Adelante Andalucía, bloqueando la transferencia de voto progresista desde el PSOE-A a lo que podía haber sido el primer e incipiente frente amplio del estado, Adelante Andalucía, en las últimas elecciones andaluzas de diciembre de 2019. 400.000 votos se quedaron en casa.

La utilidad de estar presente en los gobiernos de progreso, dos años después de la constitución del primer gobierno progresista de izquierdas desde la segunda república, es indudable. La retahíla de logros es ya muy larga, el próximo la derogación de la reforma laboral de Rajoy antes de que finalice el año. Negarlo en plena gestión de la pandemia, en medio de una crisis global, es ignorar adrede la realidad. Con pactos con el PSOE sin entrar a compartir gobiernos los avances son imposibles, como lo demuestran las líneas de tensión cuando los ministerios de Sánchez se han resisten a cumplir el pacto de gobierno de coalición.

Hay además una utilidad visible de mayor calado político, uno de los frutos de ese gobierno de coalición es la revelación de un liderazgo con intensa capacidad de gestión como el de Yolanda Díaz. No es asunto menor.

Por consiguiente, unidad sí, frente amplio andaluz sí, la unidad es un valor en sí misma. Pero la existencia de valor no garantiza la utilidad ni la continuidad de un proyecto. La auténtica alianza estratégica es la que se produce en torno a los intereses de las mayorías, de los grupos de la sociedad civil y sindicatos y de los campos ideológicos con más fuerza y potencia de futuro, el feminismo y el ecologismo. Si eso se suma con un proyecto federal en el estado, entonces la potencia de Andalucía podrá ser lo que otrora fue, voluntad real de poder.

Querer gobernar de verdad, querer construir una voluntad de poder andaluz de largo aliento, engarzar con lealtad la potencia andaluza a un proyecto de estado, a un bloque histórico de dirección de estado, parecen las claves para que la unidad tenga valor futuro y utilidad presente.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Aliento para la voluntad de poder andaluz


Los poderes dibujan la geopolítica trazando redes de transporte de mercancías y energía, zonas extractivas, espacios de dominio de mercado, regiones industriales, territorios al servicio de capitales especulativos y lugares colonia, cuya población y medio natural no cuenta si no es para explotar o expoliar.

El cambio climático, la pandemia, la certeza de la escasez de combustibles y materias primas son nítidamente visibles. La crisis ecológica es la madre de todas las crisis: calentamiento global, pérdida de biodiversidad y límites planetarios. El neoliberalismo y su salida a la crisis financiera de 2008 han chocado con los límites de la economía real, con la deslocalización de la producción en China y con la ansiedad vital de buena parte de las clases medias estadounidense y europea.

Las potencias mundiales reajustan lo mapas. El capital productivo europeo y mundial, también parte del financiero, necesita estados con amplias capas de población seguras de su futuro, lo que hace imprescindibles las organizaciones civiles, los sindicatos y las organizaciones empresariales para defender intereses territorializados. Ese capital tiene un problema crítico ideológico ante el crecimiento de ultranacionalismos antidemocráticos que abrazan adaptaciones patrias del trumpismo.

En las regiones de Europa la línea divisoria entre bienestar y explotación, entre seguridad vital e inseguridad, entre calidad de los servicios públicos y sálvese quien pueda, entre derechos o retrocesos, en definitiva entre democracia e involución totalitaria, la marca la fuerza electoral de la ultraderecha. El riesgo para Andalucía es Vox, donde irrumpió en España a través de la puerta de la alianza de la entonces presidenta Susana Díaz con la consigna monárquica del “a por ellos”.

No sabemos cuándo serán las elecciones andaluzas; el año entrante. Las encuestas que luce el Gobierno andaluz dicen que el PP gana, que Vox condicionará el Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla más que lo ha hecho hasta ahora. Puede obtener un resultado suficiente para que el PP tenga que compartir Gobierno. Tras Polonia, Hungría, Austria, antes Italia con la Liga, Andalucía sería la siguiente en tener a la ultraderecha en el gobierno. No es asunto menor. El tamaño poblacional de Andalucía la sitúa en el puesto número quince de la UE de los 26, sin Reino Unido, con una población similar a la de Austria.

El agravante en el contexto actual es que Andalucía está ayuna de iniciativa política, muy dependiente de las políticas de estado de los partidos de Estado. A pesar de tener una identidad cultural de alto calibre, carece de proyecto político propio que presente una alternativa de progreso, un plan de futuro que nazca de la tierra. Ni el continuismo del viejo (y no renovado) PSOE-A, controlado ya por Pedro Sánchez, ni el conservadurismo agravado del PP andaluz, cuyas residencias están entre la del gobierno de la Comunidad de Madrid y el centralismo de la Calle Génova, tienen proyecto andaluz.

El presidente, Juan Manuel Moreno Bonilla, se muestra reacio a acelerar la convocatoria electoral a pesar de no tener presupuestos para 2022. El tiempo juega en su contra si fragua un proyecto andaluz de progreso potente. La sanidad se deteriora día a día, el daño ha saltado a la atención primaria con listas de espera de más de 15 días, la educación pública sufre recortes inhumanos, no hay política agraria, ni industrial, ni de empleo, ni de ningún tipo. Juana Manuel Moreno y Juan Marín surfean sobre la propaganda, con la insana esperanza de que la construcción se reapodere de Andalucía y, junto con el turismo, alimente con gotero un cuerpo económico andaluz comatoso.

El pueblo andaluz, destruida por parte de parte de sus creadores, lo que en la práctica era el primer frente amplio y ampliable de estado español, Adelante Andalucía, no puede permitirse un minuto de descanso. Es preciso activar la voluntad de poder andaluz, la voluntad real de gobernar, la voluntad de influir en las políticas de estado para hacer frente desde la territorialidad a los problemas estructurales sangrantes de Andalucía.

El próximo ciclo electoral comenzará en Andalucía y, como en el anterior, la fuerza electoral de cada espacio determinará la capacidad de avance progresista ante los grandes retos de país. La cuestión territorial será la pieza clave diferencial que delimitará la línea divisoria entre opciones de progreso democrático, freno o involución. Si Andalucía por interés propio no suma a un proyecto de Estado progresista, feminista y ecologista, restará, lanzada como ariete contra la única España justa posible, la España federal.

sábado, 4 de diciembre de 2021

4D, memoria y futuro de Andalucía


La derecha española orquesta, con su brazo colonial andaluz y la batuta del presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que Andalucía –sus gentes, agricultores, autónomos o empresas– esté a la greña con todo quisque menos con el centralismo capitalino radicado en Madrid.

Todos los centralismos son un problema para la democracia, se ejerzan desde donde se ejerzan. El centralismo español además tiene la característica de ser profundamente conservador, su raíz es nacionalcatólica. Defiende los intereses de las grandes empresas, la banca, los fondos de inversión y las multinacionales con sede social extranjera, tanto como los de una clase alta rentista dependiente de que sus prebendas se escriban en el BOE. Un centralismo que lo mismo daña el tejido social de los barrios y pueblos de Madrid como el de los territorios que considera colonias, como Andalucía.

Andalucía es para la actual hegemonía política ultraconservadora patio trasero y lugar de recreo. Una tierra especializada en chachas al estilo de la imagen que el franquismo daba de las mujeres andaluzas, chachas o folclóricas, y camareros que con aire rapero recitan la carta de pescaíto con la alegría de un buen comercial. Una tierra que sirve y a la que se va para que te sirvan.

Las facciones del PP que disputan el poder en España, lideradas por Casado y Ayuso, vinieron hace un par de semanas a Granada con la intención de librar su batalla en territorio andaluz. También Vox, socio del PP y Ciudadanos en materia presupuestaria andaluza ha roto su lealtad para forzar la convocatoria electoral anticipada, en virtud de las expectativas de entrar en el gobierno de la comunidad autónoma de mayor tamaño; su objetivo es preparar en el sur las condiciones para acceder al gobierno de España.

También el PSOE de Pedro Sánchez utiliza Andalucía al empujar a su secretario general, Juan Espadas, a que logre un pacto presupuestario con el gobierno andaluz con el fin de señalar la deriva ultra radical de Pablo Casado.

La situación de Andalucía no es de comedia sureña, es de tragedia antigua. Andalucía no suma en la actualidad, como debería por su peso cultural, político, territorial, poblacional y electoral, con la España progresista que empuja un futuro democrático, plurinacional y federal. Andalucía está tomada por la rojigualda y el “a por ellos”, sean ellos los catalanes, los vascos, los trabajadores sideromelaúrgicos gaditanos, los de Unicaja, el personal sanitario despedido o el docente despreciado.

El neoliberalismo tienen la necesidad de concentrar el poder en pocos puntos para reducir el número de actores a manipular para la consecución de sus intereses. Intereses que no son otros que la acumulación de capital y bienes sin importar los daños sociales, ambientales, contra las mujeres o la diversidad cultural. Hay un vínculo entre desconcentración y descentralización del poder con la calidad democrática, al igual que lo hay entre centralismo con modelos antidemocráticos o totalitarios.

Andalucía tiene en su geografía una historia cultural milenaria, identidad propia fraguada sobre siglos de vaivenes con distintas hegemonías políticas, culturales y religiosas. El esplendor de Al-Andalus albergó, promovió y exportó el primer renacimiento europeo. Europa vivía la Edad Media, mientras Córdoba primero y Granada después eran capitales intelectuales del mundo. Eso es historia.

El 4 de diciembre de 1977 las y los andaluces pusimos esa identidad cultural, esa historia milenaria, al servicio de las luchas por la democracia, la amnistía de los presos políticos, el pan, el trabajo y la libertad, la sanidad universal y la educación pública y gratuita, sin olvidar la necesidad de frenar la sangría emocional que suponía tener a más de dos millones de emigrantes repartidos por el mundo, casi un millón en Cataluña.

El 4 de diciembre el pueblo andaluz se constituyó en las calles de las capitales andaluzas y de Barcelona, Madrid y Bilbao, como pueblo político. Eso es historia. Así se forzó la redacción del artículo 151 de la CE mediante el cual, en condiciones procedimentales leoninas (se requería el sí de más del 50% del censo de cada circunscripción electoral, no del electorado votante) accede a la consideración constitucional de nacionalidad histórica como Galicia, País Vasco y Cataluña, en el referéndum del 28 de febrero de 1980. Eso es memoria.

No hay futuro sin memoria. Recordar es decir porque fuimos somos y porque somos seremos. Si el centralismo está vinculado al retroceso en Andalucía, a situarnos en posición subalterna como territorio de expolio de derechos laborales, destrucción medioambiental, desigualdad, desindustrialización y pobreza; el federalismo y la plurinacionalidad son los instrumentos más potentes que, como demuestra nuestra historia, pueden hacer que las y los andaluces seamos dueños de nuestro futuro.

La Andalucía que trabaja por sí y por la humanidad tiene la obligación política de defender sus intereses territoriales, los de la población que aquí vive, y los de las empresas y autónomos que honestamente desarrollan su negocio aquí. El pueblo andaluz debe volver a ser, como lo fue en la transición, vanguardia de progreso y no territorio para echar a pelear contra los legítimos intereses de otros pueblos del estado.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

La tanqueta

La tanqueta es propiedad del estado cedida a Fernando Grande-Marlaska, bilbaíno, juez, ministro del Interior nombrado por Pedro Sánchez, y diputado cunero por Cádiz. Wikipedia no da luz alguna sobre que haya residido alguna vez ni en Cádiz ni en Andalucía. La tanqueta es el “a por ellos”, ellos son ahora los gaditanos, los currantes de la murga de Carlos Cano, las y los andaluces de siempre.

La tanqueta ha salido a las calles de Cádiz, Puerto Real, barriada del Río San Pedro; “guardia no tires pelotas, que pa pelotas (y ovarios) Puerto Real”, cantaba también Carlos Cano. No pasa el tiempo, bueno sí, el tiempo pasa y Cádiz, Andalucía, destapa la podredumbre del España va bien, la Andalucía imparable y la Segunda modernización, operaciones de marketing político/electoral para ocultar que se nos vendía, regalaba y robaba delante de nuestras narices. Cádiz sigue ahí, nos recuerda su fuerza milenaria, su raíz liberal y republicana, su ¡viva la Pepa!, su carnavalería crítica con la que ni Franco pudo acabar. El pueblo de Cádiz, de la bahía, es hoy faro y guía del pueblo andaluz.

La tanqueta es la España que dispara contra la democracia, contra los derechos laborales, contra la justicia social. La tanqueta es asunto serio, la tanqueta en las calles de Cádiz se le ha atragantado a Pedro Sánchez, al PSOE andaluz, al presidente andaluz del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla y a su vicepresidente Juan Marín. La tanqueta muestra cuál es el verdadero signo de su “moderación”. La tanqueta es Vox. La tanqueta viene a mantener a raya a Andalucía, viene a disparar contra nuestro cerebro colectivo, contra nuestra memoria. ¡Viva Cai! ¡Viva Andalucía libre!

La tanqueta nos recuerda la desindustrialización de Linares, la caída de Abengoa, las decisiones para contener industria contaminante en Huelva o Algeciras, losrecortes en Airbus, los vertederos tóxicos y nucleares en Córdoba y Huelva, la catástrofe de Aznalcóllar. La tanqueta conmemora la desindustrialización de la Bahía, Solchaga, Gónzalez, Chaves.

La tanqueta ha de recordarnos que cuando se pudo invertir en industria de y para las energías renovables, no se hizo, que nos robaron todo lo que de banca pública tenía Andalucía, que se entregó el campo andaluz a multinacionales de la producción agraria y la alimentación, que se agredió a las pymes y se las puso al servicio de oligopolios de capital extranjero, que se elimino la vida de los centros históricos y el empleo en ellos y en los barrios con la aceptación masiva de grandes superficies comerciales.

Que se desmanteló nuestra red ferroviaria, sobre todo la de Andalucía oriental. Que se regaló el sol, la playa y la naturaleza a capital extranjero para convertirnos en esclavos y esclavas alimentadas por la precariedad, con nuestros hijos e hijas condenados una vez más a la emigración.

La tanqueta atravesada en el camino de las y los gaditanos es la viva imagen del peso muerto recaído sobre Andalucía. Juan Manuel Moreno Bonilla no va a sacar adelante sus presupuestos, o sea los presupuestos con los que entrega Andalucía a agentes externos a nuestra tierra, insiste en la destrucción de nuestro litoral, nuestra naturaleza, nuestro patrimonio agrario y urbano, y debilita los servicios públicos educativos y sanitarios. Presupuestos con mucho dinero para concentrar en pocas manos. Al presidente andaluz se le ha atragantado la tanqueta, no habla, regurgita silencio.

La tanqueta ha conseguido lo contrario de lo que pretendía, en vez de asustar a las y los gaditanos nos ha mostrado su ejemplo de dignidad, dándole un poco mas de conciencia al pueblo andaluz.



domingo, 21 de noviembre de 2021

A Andalucía que le den


Si para la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, la libertad era tomar cañas ocultando las muertes en las residencias, para el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, la libertad es poder convocar elecciones en Andalucía cuando le convenga a él y no a Pablo Casado, algo es algo. A Andalucía que le den.

El tema central del congreso andaluz del PP no ha sido el estado crítico de nuestra desigualdad estructural fruto del escaso peso industrial y tecnológico. No ha sido la precariedad laboral de hostelería y hotelería.No ha sido el paro, la pobreza laboral y infantil. No ha sido la mayor desigualdad salarial entre hombres y mujeres que en otros lugares.

No. No ha sido el malvivir de las personas que trabajan en los servicios de atención a la dependencia, no ha sido el estado crítico de la atención primaria y hospitalaria, ni los despidos masivos de personal sanitario gracias a la bajada masiva de impuestos a las grandes rentas. No ha sido el máximo deterioro de la educación pública, sus aulas saturadas, su liquidación de unidades y cierre de centros educativos en zonas rurales. No ha sido el abandono de la atención al alumnado con NEE y la precariedad y falta de contratación del personal que lo cuida, ni, por supuesto, sus bajos salarios.

No, en el congreso andaluz del PP tampoco ha interesado el campo andaluz, la degradación ambiental y las situaciones críticas fruto del cambio climático y un modelo intensivo atrapado por la plusvalía crediticia bancaria, cuyo valor añadido se basa en la explotación laboral. No ha sido la degradación urbana, la gentrificación, la carestía de la vivienda, o los problemas endémicos del sector turístico.

No ha sido la desarticulación de Andalucía en materia ferroviaria. No ha sido el gran problema de la contaminación en las áreas metropolitanas. No ha sido la ausencia de movilidad sostenible, la necesidad de la transición energéticahacia las renovables, la apuesta por el potencial de la agroecología, la ecoindustria o la industria rural. No han sido las causas de la huelga del metal en Cádiz; eso ni mencionarlo.

No ha sido el abandono generalizado de todos los servicios públicos, la financiación municipal o la escasez de una necesaria oferta potente de trabajo público. No ha sido el olvido del patrimonio cultural, no ha sido la desidia ante el mundo y las gentes del flamenco, del cine, del teatro o del arte en general.

No, no se ha hablado de empresariado andaluz, de autónomos, de potencial productivo y creativo, de raíces productivas atrapadas por la banca con domicilios fiscales lejanos. No se ha hablado de la necesaria imbricación de la universidad andaluza en la economía productiva y del conocimiento. Bueno, es que lo de la universidad es ajeno a un partido cuyo jefe obtuvo 12 asignaturas en cuatro meses.

No, de nada de eso se ha hablado en el congreso del PP andaluz. El elefante en la sala ha sido la convocatoria de elecciones en Andalucía. Unelefante que ha barritado el tema central del evento Popular, celebrado este pasado finde en el Palacio de Congresos de Granada, camuflado en el debate sobre la libertad del presidente andaluz. El viernes, Doña Isabel Díaz Ayuso, presidenta madrileña y reina colonial de Andalucía, le pidió a Moreno Bonilla que fuese libre: “Juanma, te recomiendo que vueles libre. Aquí solo se desgasta quien actúa como una marioneta”. El sábado el presidente andaluz dijo que él siempre se había sentido libre, y Don Teodoro García Egea, al que solo le falta la canana, que “no tenemos que venir de fuera a decirle a Moreno lo que hacer”. La guinda la puso Pablo Casado el domingo: “Juanma y yo nunca hemos hablado de la fecha de las elecciones andaluzas”. Ya se sabe, excusatio non petita, accusatio manifesta.

Así que el congreso del PP andaluz ha sido un debate sobre la libertad de Juan Manuel Moreno Bonilla, en función de los intereses personales de cada quien, y no sobre los problemas y el futuro de Andalucía. Porque los problemas de las y los andaluces les importan un pimiento. El lema del congreso bien podía haber sido “A Andalucía que le den”, al menos sería cierto, y no esa cosa de “Andalucía, el cambio funciona”, porque funcionar, es evidente, no funciona.

viernes, 19 de noviembre de 2021

Elecciones en Andalucía


Los suyos de Génova en Madrid, le han hecho la pirula al presidente andaluz, Ciudadanos mediante. Juan Manuel Moreno Bonilla puede perfectamente decir en el congreso que el Partido Popular andaluz celebrará este sábado entrante en Granada, “al suelo que vienen los nuestros.”

La filtración de un audio del vicepresidente andaluz, Juan Marín, diciéndole al grupo parlamentario de Ciudadanos que en año electoral presupuestos andaluces con recortes para qué, desmonta cualquier relato que justifique echarle la culpa a la oposición o a Vox, sobre el adelanto electoral en Andalucía.

Todo se ha pergeñado, según insiste Marín, en un despacho de la obrada sede central del Partido Popular, ocupado por uno de sus hasta no hace mucho camaradas. Concretamente Fran Hervías, que fuese responsable de organización de su partido, cooptado por su homólogo del PP, Teodoro García Egea, consecuencia de lo de Murcia. Desde entonces Hervías, a modo de espía pasado al enemigo, colabora en el desguace de Ciudadanos.

La pregunta que nos permite entender la filtración y su momento es ¿a quién beneficia el destape del audio? Beneficia al poder del PP concentrado en la región de Madrid y a Pablo Casado en particular. Este PP afincado en el centralismo sobradamente reaccionario, no puede consentir que las negociaciones para la aprobación del presupuesto andaluz con el PSOE de Juan Espadas pudiesen tener éxito. Algo sabían de la intención real del PSOE andaluz de facilitar los presupuestos a Moreno y Marín para ganar tiempo, y por eso la han reventado.

Un presupuesto con los fondos Next Generation, el mayor con diferencia de la historia de Andalucía, 43.000 millones de euros, aprobado por una especie de nuevo monopartidismo andaluz, PP más PSOE, beneficiaría la estrategia de apariencia moderada de Moreno Bonilla, y la intención del nuevo viejo PSOE andaluz, dirigido por Pedro Sánchez, de volver a medio plazo al gobierno sin necesitar apoyo verdaderamente progresista en lo estructural, ya sea económico, fiscal, feminista, andalucista o ecologista. Los grandes perjudicados serían Vox y la estrategia radical extrema del PP de la capital de España, ya de Ayuso ya de Casado.

La filtración viene de Génova porque Pablo Casado tiene una posición de extrema debilidad. Está cogido en una pinza entre el tándem que forma Ayuso con la marquesa de Casa Fuerte, Cayetana Álvarez de Toledo, y la intención de Moreno Bonilla de representar una derecha más centrada para crecer en Andalucía por el espacio que el PSOE le cultiva.

Las elecciones andaluzas abrirán un nuevo ciclo electoral. Si había alguna posibilidad de que no se adelantasen como interesaba a Espadas (PSOE-A) y a Marín (C´s), ésta ha quedado reducida a escombros. La filtración va contra el presidente andaluz para laminar toda posibilidad de terminar la legislatura sin adelanto electoral tras un acuerdo presupuestario con el PSOE, lo que claramente le beneficiaría aumentando su espacio, con Ciudadanos en vía muerta y Vox reduciendo su capacidad de influencia.

Así son las cosas en Andalucía, un juego de intereses personales por parte de los líderes de las derechas y un juego de interés partidista por parte del PSOE andaluz. Todos al servicio de su ombligo, olvidan los intereses de las y los andaluces en un momento político tan determinante, que bien podría servir para que Andalucía liderase un proyecto de transformación productiva, que erradicara las causas estructurales de nuestra dependencia de poderes lejanos y de nuestro diferencial persistente de desigualdad.

martes, 16 de noviembre de 2021

Los pocos y los mejores


Los pocos y los mejores. Localización y crítica del fetichismo político, es el último ensayo de José Luis Moreno Pestaña, profesor de filosofía moral en la Universidad de Granada. Su escritura ágil permite la comprensión fácil del sentido del texto incluso a quienes carecemos de suficiente erudición filosófica. Un libro erudito para no eruditos en defensa de la democracia debería llegar a ser un libro popular. Esa es la verdadera intención de este artículo, poner un granito de arena para popularizar un texto que da mucho qué pensar.


Los pocos y los mejores se asienta en una milenaria historia de pensamiento sobre el poder y la democracia que arranca desde la Grecia clásica. Lo cual no impide, más al contrario es condición de posibilidad, comprender el sentido de los acontecimientos políticos del último decenio, sobre todo las acciones en el lado de los buenos. Ese lugar de quienes no quieren que nadie quede desvalido, el medio ambiente destrozado o las mujeres inhabilitadas para ejercer derechos y poder en pie de igualdad.


En los primeros compases de lectura de Los pocos y los mejores, comprendí el sentido del principio antioligárquico. El autor nos previene de aquello que los domingueros de los setenta y setenta del siglo pasado colgaban en la ventanilla trasera del coche: “To er mundo es güeno”. El principio antioligárquico es un principio de precaución dedicado al poder político, todo el mundo es bueno pero cuidado, si accede a algún tipo de poder democrático es preciso normatividad para que siga siéndolo.


Un refrán conocido condensa esa idea: “Si quieres saber cómo es Juanillo, dale un carguillo”. A partir de esa demostrada premisa, el poder subyuga incluso a quienes lo poseen, el poder corrompe, puede deducirse el malestar con la política reflejado en las mayorías estadísticas que así lo reflejan. No hay democracia sin garantías democráticas. Los pocos son pocos (o pocas si nos fijamos en el acto Otras Políticas, celebrado en el Teatro Olympia de Valencia), pero los y las mejores son muchas, cuantas más mejor. Cuantos más seres humanos pensemos y actuemos políticamente (la inteligencia de las multitudes) más difícil lo tendrán los pocos para subvertir la democracia. En este sentido el libro no solo es un llamamiento a la política, es también un elogio de la persistencia de quienes sintiéndose concernidos por la realidad social actúan para mejorarla.


La insistente lectura en el texto de la palabra fetichismo respecto de la política, amparada y soportada por la idea de fetichismo de la mercancía de Marx, me llevó a consultar la etimología de fetiche. Google me devolvió la idea de fetiche como algo que hechiza. Fetiche del portugués “feitiço”, que significa “hechizo”. Ese rayo de luz etimológico me hechizó de tal modo que de repente se me reveló el porqué de la importancia del símbolo en política, y en la vida; sea el símbolo bandera, líder, himno o lema está en su naturaleza la capacidad de hechizar. Para lo bueno y para lo malo, la política es hechizo, y los hechizos como en los cuentos, pueden ser buenos o malos.


El libro de Moreno Pestaña anima a hacer política a quien no siente la necesidad de la política, en este sentido el autor se manifiesta como un promotor de la democracia. La antipolítica es lo contrario de la democracia. Por eso los poderes económicos, los poderes ideológicos y los poderes oligárquicos se empeñan en que no nos apasione. Al tiempo, aporta ideas para construir la práctica, a modo de principio de precaución, de la prevención para que los hechizados acabemos verdaderamente ciegos. Esa ceguera que hace que un trabajador, una joven, un inmigrante o una mujer actúe (y vote) en contra de sus intereses.


Los pocos y los mejores ha sido Premio Internacional de Pensamiento 2030 del Institutu Asturies, puede encontrase en Akal pensamiento crítico.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Agua de Valencia


Agua de Valencia es un famoso cóctel fresco, vitamínico y vivaracho nacido en la ciudad que le da nombre. No sé si es lo más apropiado para titular este artículo, me lo recuerda el acto Otras Políticas del pasado sábado, celebrado en el Teatro Olympia de la capital del País Valencià. El acto resultó fresco, vivaracho y vitamínico como el cóctel, un verdadero aquelarre de alegría política.

Viento de levante o Aquelarre son expresiones que también podían haber titulado este texto. Agua de Valencia evoca dinamismo, viento de levante fuerza y potencia, y aquelarre capacidad de transgresión que atemoriza a los poderes establecidos. El camino de diálogo, escucha y encuentro iniciado por Mónica Oltra, Fátima Hamed, Mónica García, Ada Colau y Yolanda Díaz puede tener un final feliz; como dijo el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar, al andar se hace camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca, se ha de volver a pisar, golpe a golpe, verso a verso. Dejando los egos y con ese estilo, estas mujeres feministas y muchas más, demostrarán lo poco que separa a las gentes progresistas de izquierdas.

El feminismo nos enseñó la palabra empoderar, construir poder y tener voluntad de poder. Las cinco de Valencia han simbolizado esa necesaria voluntad de construir poder, poder popular, poder de clase, poder de género, poder ligado a las identidades culturales y territoriales. Construir poder para cuidar la humanidad, cuidar la tierra, cuidar la naturaleza y la vida, cuidarnos es, en tiempos de cambio climático y casi postpandémicos, la tarea más imponente que debemos acometer colectivamente.

Primero construir poder con voluntad de poder, después, la política también es eso, vendrá la voluntad de ganar, después. Tras la emergencia provocada por la crisis económica de 2008 y el plegamiento definitivo de los partidos socialdemócratas europeos a las imposiciones neoliberales, dejando escuálidos a los estados para impedir intervenir sobre la desigualdad y los derechos humanos, los tiempos políticos se aceleraron. El 15M fertilizó el terreno para que pocos años después se abriera la primera ventana de oportunidad del siglo XXI.

El balance, con Unidas Podemos en el gobierno, es indudablemente positivo. Lo hemos repasado en otros textos. La voluntad de poder se tradujo en voluntad de ganar, pero nunca se puede todo ni nunca se gana todo. Poco ha sido mucho. Las victorias han nacido sobre profundas raíces democráticas. Muy difíciles porque no solo se actúa contra fuerzas retrógradas y reaccionarias, también el PSOE ha alimentado permanentemente el quintacolumnismo contra los acuerdos de gobierno. Lo vemos desde el origen del gobierno de coalición, lo vimos hace una semana con el asunto de la derogación de la reforma laboral, y lo volvemos a ver ahora con el asunto del cálculo de las pensiones. Se avanza a pesar del freno de mano echado por Pedro Sánchez. Queremos avanzar más.


En plena primera ola de la pandemia, mayo de 2020, el virus nos hacía sufrir en carne propia, otra vez en apenas un decenio, años de ausencia o retrocesos en políticas de estado dirigidas a la sanidad, la educación, los cuidados, la industrialización, los desfavorecidos, la investigación, el medio ambiente y la igualdad de género. Al igual que la catástrofe social provocada por la crisis del capitalismo financiero especulativo creó las condiciones para una repolitización como antídoto al soma neoliberal, la pandemia las ha creado para revelar que no podemos vivir dignamente sin estado y sin democracia. Se abre una nueva ventana de oportunidad.

Reguemos con agua de Valencia los territorios plurales, provinciales, comarcarles y municipales, compongamos velas para que recojan el viento de levante y vivamos con la esperanza de que llegará el día de un mayoritario aquelarre social y ecofeminista, lleno de alegría y ayuno de intolerancia.

domingo, 31 de octubre de 2021

Los límites actuales a los engaños del PSOE


Felipe González ganó sus primeras elecciones en1982 con un programa y un discurso socialista. 202 diputados de 350 demostraron que España tenía ambición de democracia. Desde entonces, con el lema de OTAN de entrada NO como paradigma de oratoria engañosa, hasta ahora, que se intenta sustituir “derogaremos la reforma laboral por son necesarios “cambios equilibrados” en la legislación laboral como dice la ministra de Economía, Nadia Calviño, por “consiste en la superación de la reforma laboral del PP” como dice la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, o por “modernizar las normas laborales” como ha dicho el mismísimo presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha pasado mucho tiempo.

El PSOE cuando ha gobernado en solitario, o con apoyos externos de los partidos nacionalistas conservadores vasco o catalán, ha reducido los derechos laborales que quedaron plasmados en el primer estatuto de los trabajadores de la democracia. No obstante, el ataque más brutal que desequilibró por completo las relaciones entre capital y trabajo fue la reforma laboral del primer gobierno de Mariano Rajoy. Una legislación impuesta sin negociación alguna, sin consenso, que favorecía exclusivamente los intereses empresariales, de la que el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, dijo en Bruselas que “será extremadamente agresiva”. Tan agresiva que creó en España la figura del trabajador pobre.

El PSOE siempre ha concurrido a las elecciones prometiendo derechos económicos, laborales o sociales para las mayorías, pero ha gobernado maquillando su perfil de izquierdas con avances en derechos, sin dejar de ser importantes, que no afectaban de manera determinante a las condiciones estructurales que incentivan, aumentan y perpetúan la desigualdad social.

A partir de la crisis de 2008 y la debacle económica de 2010, el PSOE de Zapatero se pliega definitivamente al neoliberalismo. Pacta con el PP la reforma del artículo 135 de la CE, meses antes de su caída electoral ante una derecha con raíces corruptas, como han certificado ya las sentencias de la Gürtel y de las obras de Génova, degradando la Constitución social para salvar a la banca y hundir a la gente. La ley mordaza de Rajoy es la condición necesaria para reprimir las movilizaciones consecuencia de la destrucción del futuro de varias generaciones de españoles.

Desde 2011, con la repolitización que supone el 15M, el PSOE ya no puede mentir. No puede, sin coste electoral, presentarse a las elecciones con promesas de izquierdas y gobernar con leyes de derechas. Los tiempos han cambiado. No es un cambio coyuntural, es un cambio de época anunciado por la crisis de 2008, remachado por el declive del neoliberalismo y la hegemonía mundial de los EE.UU de América, revelado por la pandemia y acentuado por todos los epifenómenos consecuencia de la crisis ecológica planetaria y la lucha feroz por el control de las materias primas.

Cuatro cosas han permitido al PSOE aparentar ser de izquierdas y gobernar con claves económicas de derechas. La primera tras la gran victoria electoral de Felipe González, es que España salía del franquismo, en un mundo sin derechos, sin sanidad universal, sin protección por desempleo, sin escuelas públicas distribuidas geográficamente y con los barrios degradados con las calles sin asfaltar, cualquier avance era percibido como un salto impresionante hacia el bienestar y la modernidad. Lo era de verdad.

La segunda, es que el PSOE gozaba del apoyo externo americano y alemán. La tercera es que potentes medios de comunicación como El País o la Cadena SER, en el plano privado, y RTVE o Canal Sur, en el plano público estaban al servicio de sus intereses partidarios, maquillando los engaños del donde dije digo digo Diego.

La cuarta, la ola de crédito fácil que se manifestó con el España va bien de Aznar o la Andalucía imparable de Chaves, y llevó en volandas al primer gobierno de Zapatero, permitiendo ocultar retrocesos salariales, daños urbanísticos, destrucción ambiental, corrupción y degradación de los servicios públicos, con el celofán brillante del consumo desmedido a crédito. Todo eso es lo que hace crack en 2008 y se hunde en 2010.

Esos tiempos no van a volver. Aunque el franquismo sigue incrustado en las instituciones, es visible en la prensa y campa a sus anchas en las calles, la España de ahora que nace cívicamente con el 15M y se manifiesta políticamente con la irrupción  electoral de Podemos ya no es la España de 1982. El PSOE no es el partido del capital alemán ni del gobierno de los EE.UU. La prensa, mayoritariamente, le hace la puñeta a diario, y la economía del crédito y la especulación a la que se apuntó con alegría no está ni se le espera. Estos son los verdaderos motivos por los que el PSOE ya no puede engañar masivamente a su electorado. Desde 2014 hasta ahora la mentiras del PSOE no tiene amortiguadores.

Los motivos descritos son los mismos motivos por los que Pedro Sánchez tuvo que asumir el discurso de Podemos para ganar a la vieja guardia susanista. Son los motivos por los que cada vez que la parte del gobierno del PSOE intenta frenar un avance que limite o reduzca la desigualdad estructural, le sale mal. Ahí están los ejemplos de las tensiones reactivas que ha manifestado con las subidas del SMI, las trabas a la implantación y desarrollo del Ingreso Mínimo Vital, las dudas sobre los ERTEs al principio de la pandemia, la resistencia a recuperar cierta dignidad en las pensiones y a no prolongar la edad de jubilación, el torpedeo de las leyes que avanzan en derechos feministas o trans, la defensa de los intereses de los fondos buitre y de los grandes tenedores en materia de vivienda, retrasando el acuerdo con su socio de gobierno en base a lo pactado, el freno a limitar los beneficios del oligopolio eléctrico, o, aventurando lo que va a ocurrir que motiva este artículo, la intención de no derogar la reforma laboral camuflándola con maquillaje retórico.

El PSOE ya no puede engañar, cuando ha engañado en esta nueva época ha reducido su peso electoral, el ejemplo de Andalucía es elocuente. Si Pedro Sánchez quiere pasar a la historia como Susana Díaz no tiene más que seguir el camino cargando sobre sus espaldas con Felipe González.

jueves, 14 de octubre de 2021

Despejar Vox de la ecuación andaluza


El pueblo andaluz se constituyó en la transición sobre las demandas de democracia, justicia social e igualdad territorial. Esos fueron los factores que aglutinaron una mayoría transversal en las impresionantes manifestaciones del 4 de diciembre de 1977, cuando en el estado se pergeñaba una constitución que solo reconocía como históricas las nacionalidades gallega, catalana y vasca. El pueblo andaluz redactó en la calle el artículo 151 de la CE de 1978, demandó su aplicación a través de los primeros municipios con plenos electos democráticamente en 1979, y venció a las fuerzas reaccionarias, UCD y Alianza Popular (germen franquista del actual Partido Popular), que decían “Andaluz este no es tu referéndum” ante el 28 de febrero de 1980. Así consiguió tener una autonomía plena como la catalana y la gallega, la vasca tiene un estatuto foral más avanzado reconocido en la CE.

Vox quiere liquidar la autonomía andaluza. Vox quiere enterrar nuestro patrimonio constitucional, nuestro estatuto con categoría de constitución andaluza. Si Vox influye en el gobierno andaluz, si Vox participa del gobierno andaluz, Andalucía será subalterna de las clases económicas especulativas y rentistas con residencia fundacional en Madrid, pasaremos de estar colonizados como pueblo y sin influencia relevante en la política de estado como estamos ahora, a pertenecer a una suerte de servidumbre voluntaria. Andalucía esclava.

Lo que se esconde en la bandera que lucen como pulsera las dirigencias de Vox es la precariedad de las y los trabajadores de la hostelería, la destrucción ambiental y territorial de nuestros campos y costas, la reducción de las mujeres andaluzas a mercancía dependiente del dominio de los hombres, el ataque a la diversidad sexual, de género, racial o de clase. Vox piensa Andalucía como colonia cuya identidad cultural ha de ser un esperpento para dibujar la españolidad, igual que hizo el régimen de Franco.

El concepto de pueblo andaluz solo existe en los marcos del progresismo, la izquierda y el andalucismo. Esos marcos suman hoy al feminismo y al ecologismo. Esos marcos podrían sumar hoy a un empresariado de raíz andaluza, agraria o urbana, con intereses en Andalucía y en riesgo de pasar a ser meros capataces de intereses extraños a nuestra tierra, Vox también está contra ellos aunque muchos no lo sepan.

Vox entró en la política española por Andalucía. Durante treinta y siete años el PSOE abonó nuestra tierra para que creciese un nacionalismo español extremo; el PSOE anuló simbólica y culturalmente a Andalucía en el Estado con los mantras de “Andalucía imparable” y “La tercera modernización de Andalucía”. Los detonantes de la entrada de Vox por Andalucía fueron el alineamiento político del susanismo con las derechas en el tema de la demanda del derecho a decidir en Cataluña, y la aplicación acrítica por los gobiernos de Susana Díaz de las políticas dictadas por los gobiernos de Rajoy, una vez que el PP vence al PSOE de Zapatero tras pactar juntos la reforma neoliberal y centralista del artículo 135 de la CE.

Sacar a Vox de la ecuación andaluza es muy importante a la vista de lo que está ocurriendo en Hungría, Polonia o Eslovenia con gobiernos de extrema derecha, que se apropian de todos los poderes del estado, liquidando poco a poco la democracia y poniendo en riesgo la Unión Europea que, no lo olvidemos, es un producto institucional antifascista que nace tras la segunda guerra mundial. Sentimos el hedor del neofascismo en las instituciones de esos países, en las calles de Italia de manera furibunda, y en las calles de España con los comportamientos agresivos y violentos contra manifestaciones sociales, personas LGTBI, racializadas, o mujeres e inmigrantes.

Sacar a Vox de la ecuación andaluza, uno de sus principales nutrientes junto con Madrid, debilitaría este movimiento trumpista reduciendo el riesgo de involución antidemocrática y de destrucción de nuestra autonomía. El PP y Ciudadanos han gobernado estos años con el apoyo externo de Vox. Las condiciones que Vox quiere imponer al presidente andaluz para aprobar los presupuestos de 2022 son extremas y se sitúan enfrente de las razones por las que el pueblo andaluz se constituyó.

El PSOE quiere ayudar al presidente andaluz, negociando los presupuestos con el argumento de evitar que Vox se apodere de la política andaluza. La oferta de negociación presupuestaria podría ampliarse a un espectro más amplio con la intención de aislar por completo a la extrema derecha. El espacio de cambio por la izquierda federalista, ecologista y feminista, puede ofrecer al gobierno andaluz una negociación, dado el momento histórico (salida de la pandemia y fondos europeos canalizados por el gobierno de España), que incluyese el compromiso de no pactar con Vox y no gobernar con Vox cualquiera que fuese el resultado de las elecciones que deberán celebrarse a finales de 2022. Si eso fuese posible Vox quedaría completamente recluido, protegiendo a la democracia andaluza, española y europea; si no fuese posible al menos se habría intentado.

Publicado en La Voz del Sur el 14 de octubre de 2021