viernes, 16 de julio de 2021

El Tribunal Constitucional retuerce la Constitución


El Tribunal Constitucional ha decidido que no tiene sentido buscar a Federico García Lorca, ni a quienes sufrieron con él la atrocidad asesina fascista, dando por bueno el argumentario de la Audiencia Provincia de Granada de que sus asesinos ya no viven y afirmando que "por no apreciar en el mismo (recurso) la trascendencia constitucional que, como condición para su admisión, requiere”. El mismo día el TC ha notificado a la prensa que el primer estado de alarmadecretado por el gobierno no se ajusta ni a la CE y ni a la letra de la ley orgánica que regula los estados de alarma excepción y sitio. El real decreto ley en cuestión fue refrendado en el Congreso, sede de la soberanía española, por 321 sis, ningún no y 28 abstenciones (ERC, JxCat, Bildu y CUP).

Las dos decisiones del Constitucional, junto con otras anunciadas el mismo día de aparente menor interés, definen un vínculo ideológico ultraconservador que vence a la indispensable neutralidad democrática y sentido de Estado que requiere la acción de un tribunal de estas características.

No seré yo quien profundice en asuntos técnico jurídicos relacionados con el fallo,  ya lo han hecho de manera impecable dos eminentes constitucionalistas, José Antonio Martín Pallín (antes de) en La Vanguardia y Javier Pérez Royo (después de) en eldiario.es. La literalidad de la definición constitucional de los estados de alarma, excepción y sitio, y su desarrollo en la ley orgánica que los regula, es tan clara que parece ley matemática más que ley jurídica.

Con el cuestionamiento de las definiciones de los estados de alarma, excepción y sitio lo que se hace el Constitucional es dura oposición a la acción de un gobierno tan legítimo como democrático. Un gobierno que se ha enfrentado, después de una etapa de enormes recortes en servicios públicos y derechos ciudadanos encabezada por las ideologías conservadoras y neoliberales, a la peor crisis de la etapa democrática, con la misma determinación y las mismas herramientas jurídicas que los países de la UE.

El Tribunal Constitucional retuerce la Constitución del 78 para dejarla desasistida de razón democrática. La sentencia tendrá consecuencias en la percepción europea del problema de España con la renovación de sus órganos judiciales y de un caducado TC que dicta sentencia tan relevante con un miembro menos y por seis a cinco.

Sectores importantes del PSOE, del empresariado y de la propia iglesia acabarán reconociendo, en tiempos en que se retoma la senda de la conciliación, los acuerdos sociales, económicos y territoriales, que decisiones como la que ha tomado el TC hacen más mal que bien a la ya debilitada credibilidad de los pilares constitucionales sobres los que se edificó la democracia en que vivimos. El coronavirus puede terminar por revelar, gracias al TC, la profunda enfermedad original de la constitución del 78, sus concesiones al olvido de la insurrección fascista y las consecuencias trágicas de la dictadura, de las que el asesinato de nuestro poeta más universal es símbolo supremo.

Queriendo o sin querer, el TC ha podido fijar su residencia simbólica en Núñez de Balboa, junto a palos de golf que golpean señales de tráfico, descapotables con chófer, nobles con megáfono y señoras franquistas con criada, cubertería y bandeja de plata que pedían libertad para moverse cuando el virus mataba a diario a cientos de personas. Tal vez las y los magistrados del Constitucional que han tumbado el primer real decreto ley del estado de alarma no sean conscientes del daño que le hacen a España como país, a la institución a la que pertenecen y a la propia CE a la que se deben. La salud es un derecho relevante a proteger dentro del estado social, democrático y de derecho que la Constitución consagra, el estado de alarma con sus medidas de restricciones de movilidad protegió con evidencia científica nuestra salud.

Publicado en La Voz del Sur el 16 de julio de 2021

sábado, 8 de mayo de 2021

Joe Biden contra Pedro Sánchez


Las elecciones en Madrid las ha ganado el conglomerado mediático empresarial de la derecha cuya estructura de propiedad está en manos de grandes intereses relacionados con los sectores inmobiliario, turístico, de la construcción y con las autorizaciones, concesiones, contratos y conciertos públicos relacionados con las infraestructuras y los servicios públicos. Ese conglomerado mediático al que no quería asustar el PSOE con Gabilondo al frente de Madrid tenía una candidata estrella, Isabel Díaz Ayuso, una candidata imprescindible Rocío Monasterio y un candidato prescindible Edmundo Bal.

Ante ese conglomerado el PSOE en el gobierno de España, quién sabe si condicionado por sus viejos vínculos, no tenía intención de ganar las elecciones. No le presumo torpeza sino intencionalidad. Las primeras intervenciones de su candidato sorprendieron por su claridad. Si yo gano, venía a decir Gabilondo, prescindiré del único vector de cambio de la izquierda y no tocaré nada que perturbe los intereses defendidos por el conglomerado mediático. O sea, una vez más, erre que erre, con Ciudadanos sí.

En ese escenario mediático, el mundo digital de líneas editoriales progresistas o de izquierdas, tal vez también por sus ataduras históricas con el PSOE, hizo un tratamiento acrítico a ese Ángel Gabilondo de precampaña. Mucha tibieza y poca contraofensiva ante la demonización de Pablo Iglesias, esperando un comodín, PSOE bis, llamado Más Madrid. Dicho esto salvando un puñado de plumas excepcionales.

Es un tópico en la izquierda echar la culpa a los medios de comunicación de sus límites electorales. Un tópico que no por ser tópico es menos cierto. La única manera de darle la vuelta a Madrid era con un PSOE tan decidido a dársela como Pablo Iglesias. Para ello Pedro Sánchez, a dos meses de las elecciones debía haber avanzado en el cumplimiento del acuerdo de coalición en cuestiones esenciales para las mayorías sociales. Durante toda la pandemia Sánchez ha circulado con el freno de mano puesto para intentar mantener viva a Ciudadanos y limitar el peso de su socio de gobierno.

El freno de mano ha tenido que ver con la débil aplicación del IMV, con la reiterada insistencia en no querer, ni siquiera, cumplir los últimos acuerdos del Pacto de Toledo en materia de pensiones, responsabilidades del ministro Escribá. El freno de mano ha tenido que ver con la inoperancia de los ministros de justicia e interior para liquidar de una vez por todas la ley mordaza, avanzar en la redefinición de los delitos de sedición y rebelión, en los indultos o en la amnistía a los presos políticos catalanes, y en la democratización de la justicia y los cuerpos y fuerzas de seguridad del estad. El freno de mano ha tenido que ver con el bloqueo que Carmen Calvo ha ejecutado antes los avances legislativos en materia de derechos de las mujeres o de las personas transexuales, simplemente por que hay un sector feminista allegado al PSOE que no consiente la pérdida de hegemonía ante el empuje de un nuevo feminismo vinculado a lo social.

El freno de mano tiene que ver con las instrucciones que tiene el ministro Ábalos para no cumplir el acuerdo de gobierno de coalición en materia de regulación del precio de los alquileres en zonas tensionadas y de prohibir los desahucios sin alternativa habitacional. El freno de mano tiene que ver con la escasa reforma fiscal para que paguen más las rentas altas y las rentas del capital que las rentas del trabajo, a la que se opone la ministra Montero. El freno de mano tiene que ver con la oposición de la ministra Calviño a una nueva subida del SMI, un salario que anda todavía escaso para evitar la existencia de trabajadoras pobres.

Las fuerzas de gobierno en España podían haber llegado a las elecciones madrileñas mostrando logros concretos para la mayoría de la población. En lugar de eso se ha llegado con Unidas Podemos intentando cumplir lo acordado y el PSOE tirando del freno de mano para evitarlo. Erre que erre todo el rato.

Mientras la derecha ultra ha quitado del escenario los muertos con los que intentaba derrocar al gobierno durante los peores momentos de la pandemia, y ha servido alegres cañas a troche y moche, el PSOE ha ido a las elecciones sin nada que ofrecer más que ser tapón de la fuerza de cambio que representa Unidas Podemos. Con ello ha dado credibilidad a la infame demonización de Pablo Iglesias ejecutada por el conglomerado de medios al que me refería al principio que, junto con el efecto sumidero del voto progresista arrastrado por la caída del PSOE ha debilitado a la izquierda madrileña y, quien sabe, estatal.

Hay un instrumental para evitar que esto ocurra fuera de las fronteras madrileñas. Si el sanchismo busca ser  un nuevo felipismo, en este momento histórico un imposible, arrastrará al partido socialista al mismo lugar en el que se encuentran el francés, el griego o el italiano, el lugar de la marginalidad. Cumplir el acuerdo de gobierno de coalición cuanto más rápido mejor y dedicarse a gestionar con justicia, equidad territorial, feminismo y ecología los fondos de resiliencia europeos para la transformación del modelo productivo es el imperativo categórico del del gobierno. Sin eso, sin coherencia, el electorado del PSOE quedará desengañado, y el resto por la izquierda desganado, y preferirá que le pongan cañas sobre la mesa a falta de justicia y derechos mientras se olvida la pandemia.

Si Pedro Sánchez espera a que Joe Biden pase por la izquierda la acción del gobierno de coalición, como está pasando, el PSOE, será, una vez más, el gran culpable de que en España se viva una débil democracia en riesgo siempre de involución. Mientras Joe Biden hace suyas las tesis socialistas de Bernie Sanders para hacer frente al trumpismo interno, Pedro Sánchez dirige el gobierno sin convicción progresista.

miércoles, 5 de mayo de 2021

La tarea heroica de Pablo Iglesias


"Que otros se jacten de lo que han escrito, yo me jacto de lo que me ha sido dado leer". Si esta frase la dijo ese genio de la literatura que fue Jorge Luis Borges, las y los mortales demócratas, tenemos la obligación de jactarnos de admirar la figura política de Pablo Iglesias.

Yo, que por edad y circunstancias tengo uso de razón política desde poco antes de la muerte del dictador Franco, me jacto de haber vivido para admirar en tiempo real la talla de un personaje irrepetible. Uno de esos que, parafraseando a Federico García Lorca en su famosa elegía, "tardará mucho en nacer, si es que nace, un político tan claro, tan rico de aventura".

El día antes de las votaciones para las elecciones europeas de mayo de 2014 dudaba entre mantener el voto resignado a IU, o votar al run run instalado en el ambiente con el nombre de Podemos. Ese sábado mi viejo padre me dijo ¿sabes a quién voy a votar? No, contesté, ¿a quién? Al mismo que va a votar tu hija, al de la coleta. La alianza intergeneracional entre el abuelo y la nieta fue un destello de luz.

El héroe, o la heroína, no es más que aquel capaz de convocar a la asamblea de los héroes y heroínas civiles. Una asamblea compuesta por gente que no se resigna a ser cómplice activo o pasivo de la política de la desigualdad. Desde que Pablo Iglesias puso su cara en una papeleta con el nombre de Podemos, no ha hecho otra cosa que cargar sobre sus espaldas las aspiraciones de justicia y democracia de quienes se resisten a vivir bajo la servidumbre voluntaria.

Héroe es Pablo Iglesias y héroes y heroínas son toda la gente que contra viento y marea, muchas veces al borde del naufragio, o en el mismo naufragio como en estas elecciones madrileñas, ha aguantado el timón frente al oleaje de venenos que sacudía la opinión publicada, ha recosido las velas rotas por vendavales de noticias falsas y ha tapado botanas producidas por las envestidas de los montajes policiales y judiciales para hundir la nave de la democracia.

No es difícil para la asamblea de héroes y heroínas que han venido votando a Pablo Iglesias y que en Madrid han vuelto a votar su candidatura, compadecerse ante su humanidad asediada. El héroe, desde que demostró que sí se puede, ha venido padeciendo el acoso personal y familiar, las acusaciones falsas, la persecución de sus hijos, su pareja y sus padres, el cerco facineroso infame a su residencia familiar, las amenazas de muerte y la descalificación atroz. El héroe, Pablo Iglesias, como los héroes y heroínas de la mitología, vive en acción y en permanente juego de agón. No hay día, no hay proceso o acción en la que no se juegue el cuerpo y el alma.

No ver lo que se ha conseguido en España gracias a la talla política de Pablo Iglesias en materia de derechos, podría enumerar una retahíla pero basta mencionar la importantísima subida del SMI, el incipiente IMV o la ley de eutanasia, no ver que ha sido Pablo Iglesias quien con su acción dentro del gobierno ha marcado la dirección política del mismo en plena pandemia, salvándolo en más de una ocasión del acoso de la ultraderecha y de las tendencias internas para intentar afrontar la crisis sanitaria con recetas neoliberales fracasadas, es, o ceguera, o vivir en estado de soberbia personal, o tener intereses de parte mezquinos incompatibles con el interés común.

No reconocer que sin Pablo Iglesias, Pedro Sánchez hubiese pasado por la política sin pena ni gloria y el PSOE hace tiempo que habría caído en el abismo de la decadencia como los partidos socialista francés, griego, italiano o, incluso, alemán, es parecerse más a un tertuliano sicario del gran dinero que a un observador político independiente.

Pablo Iglesias echó a Rajoy, y con ello al PP corrupto de la Gürtel y los martillazos en los ordenadores de Génova, del gobierno de España, en una moción de censura en la que ni Pedro Sánchez creía. Pablo Iglesias aguantó las envestidas tras las elecciones generales de abril de 2019, llegó a salirse voluntariamente de la ecuación para no entrar personalmente en el gobierno de coalición, hasta que con Vox ya cabalgando en el Congreso tras la repetición electoral de noviembre de 2019, Pedro Sánchez no tuvo más remedio que admitir que o con Unidas Podemos o con el PP.

Pablo Iglesias preparó una mayoría aplastante para aprobar los PGE de 2021 sin la concurrencia neoliberal de un Ciudadanos que se había fotografiado con los dóberman en la Plaza de Colón, una mayoría mucho mayor que la mayoría que permitió investir a Sánchez.

Pablo Iglesias, tras el fracaso de la mamarrachada preparada por Moncloa en Murcia con la intención de dar aire a Ciudadanos y debilitar a Unidas Podemos, en un momento en que se ve la luz al final del túnel de la pandemia, percibió el riesgo de que Madrid, convocadas las elecciones por Díaz Ayuso, cayera en manos del trumpismo hispano y se convierta en una bola de hierro atada al tobillo del gobierno de España. Esa percepción real, analizada por el héroe, lo llevó a prescindir de su estatus de vicepresidente y a dar la batalla de Madrid, una vez más por lo común, porque nos va la vida democrática en ello.

Esa acción heroica ha devenido trágica para la democracia. A las gentes demócratas de bien no nos queda más que darle las gracias a él, a todas aquellas personas que lo han apoyado de cerca y a todos esos votos madrileños, tan heroicos como el personaje que los defendía. Gracias Pablo, nada terminó ayer.

viernes, 23 de abril de 2021

Pablo, tenemos doce días para ganar


Creer que el votante de Ciudadanos en Madrid era como el votante de Ciudadanos en Cataluña es un disparate inexplicable. En Cataluña Ciudadanos se nutrió del voto del PSC en el cinturón currante barcelonés, ante el vértigo que sentía por el viaje unilateral independentista. En Madrid la fuerza nutricia de Ciudadanos era la misma que la de Esperanza Aguirre, una fuerza con epicentro en los barrios pudientes que tras la sentencia de la Gürtel, alentada por la foto de Colón, se dividió en tres.

Que avezados estrategas del PSOE pretendieran capturar voto de Ciudadanos en Madrid vetando, cansinos otra vez, a Pablo Iglesias, o es fruto de ceguera o de la maldad delirante de no querer que la izquierda gane para que un triunfo de Ayuso debilitase a Pablo Casado y destruyese a Pablo Iglesias, disminuyendo su influencia en la política estatal. Prefiero creer que fue lo primero, un error de listillos, antes que una alucinación maligna.

En el debate de Telemadrid, Ángel Gabilondo rectificó de golpe en su penúltima intervención: “Pablo, tenemos doce días para ganar”. ¿Conocía Gabilondo, de manera privilegiada, los datos originales del CIS que hemos conocido después cocinados por Tezanos? La táctica ciudadanista de derechas del candidato del PSOE no solo no extrae nada de Ciudadanos, sino que le hacía perder voto por la izquierda, tal vez mucho más de lo que Tezanos publica, hasta el punto de dejar al PSOE en evidencia. No hacía falta ser un lince politólogo para predecirlo.

En Madrid se dibujan dos escenarios. Ser capital europea del trumpismo o acabar con veintiséis años de cenáculos de corrupción, trapicheos y desigualdad. En el debate Ángel Gabilondo se sumó a la estrategia de victoria definida por Pablo Iglesias cuando dejó la vicepresidencia para disputar Madrid. La frase “Pablo, tenemos doce días para ganar” acepta que ningún voto progresista y de izquierdas es inútil. La única manera de que los menos con sus amenazantes palos de golf, no se impongan a los más, las y los trabajadores de toda clase.

Con la rectificación de Gabilondo Pedro Sánchez puede demostrar que el PSOE quiere ganar Madrid. Antes del 4M puede instigar al ministro José Luis Ábalos para que acuerde con Ione Belarrra la limitación de los precios del alquiler en las zonas tensionadas, puede facilitar a Yolanda Díaz la subida pendiente del SMI en el año 2021, bloqueda por la ministra Nadia Calviño, y puede lanzar un claro mensaje de defensa de la democracia anunciando la desactivación ya de la ley mordaza.

Si el PSOE, Ángel Gabilondo, y Pedro Sánchez quieren de verdad ganar Madrid deben demostrar que su corazón y su acción está con las necesidades y derechos de las mayorías. “Pablo, tenemos doce días para ganar” es un Sí se puede.

miércoles, 14 de abril de 2021

Votar en defensa propia


Antifascimo es lo contrario de fascismo. Democracia es lo contrario de fascismo. Por tanto ser antifascista es ser demócrata. No se puede ser demócrata si no se es antifascista, no caben las medias tintas, por mucho que la equidistancia se vista con el traje de la inocencia.

La maldad de los creadores de opinión pública en los grandes medios de comunicación, la trampa en la que ha caído hasta el catedrático de metafísica y candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, es equiparar fascismo y antifascismo bajo la aparentemente bonhomía de un discurso de moderación que dice alejarse de los extremos.

Igualar demócratas con quienes actúan o justifican las mismas artes que usaron en el siglo pasado nazis, camisas negras, falangistas y franquistas, hasta que regaron Europa de desolación y millones de cadáveres, es no haber entendido la naturaleza de la extrema derecha española que ocupa espacios de representación poderosos en el Partido Popular y en Vox. Madrid, y Murcia son el paradigma de sus modales extremos.

A las y los demócratas atentos no nos es difícil situar el periodismo mercenario. Tiene portadas, columnas y tertulias en prime time para defender los intereses de una pequeña minoría muy poderosa. Por eso, el mayor peligro se encuentra en el discurso de quienes avalan la equidistancia entre democracia y comportamientos fascistas, como es convocar un mitin en Vallecas y romper el cordón policial, para provocar una reacción de policía y manifestantes que pueda ser explicada desde el victimismo y la acusación de violencia a la gente antifascista, o sea, demócrata.

Pero la equidistancia entre fascismo y democracia del candidato de PSOE fue previa al suceso de Vallecas. Se expresó cuando dijo que no pactaría “con este Pablo Iglesias”, que lo haría con Más Madrid y Ciudadanos. Una vieja idea que se ha demostrado imposible desde 2015, que ahora lo es más dada la situación zombi de Ciudadanos. Allí donde fue posible numéricamente resultó trágica para el PSOE, Andalucía; el pacto de Susana Díaz con Ciudadanos, su docilidad a Rajoy, y su desprecio a Podemos, le abrió la puerta, no solo de la oposición, sino de la salida de la primera línea de la política como pronto veremos.

El PSOE no tiene más remedio que aceptar que Pablo Iglesias tiene razón. Lo que parecía casi imposible, ganar las elecciones regionales de Madrid al bloque de la derecha, es ahora posible gracias a la entrada del candidato de Unidas Podemos en la escena electoral y a su estrategia de no agresión entre las fuerzas progresistas. Lo dice expresamente la encuesta del CIS, la más acertada aun con cocina, lo dice también indirectamente la violencia mediática diaria contra Pablo Iglesias. No hay una sola entrevista, incluidos los medios públicos, en la que no se busque vilipendiar y humillar a Pablo Iglesias para cobrarlo como pieza abatida. No lo consiguen nunca porque la verdad es muy poderosa, y el candidato de Unidas Podemos es un maestro en la iluminación de la verdad.

Pedro Sánchez ha llegado a ser lo que es gracias a Podemos, gracias a la planificación táctica y estratégica de Pablo Iglesias. En cuatro ocasiones el líder de Unidas Podemos le ha salvado los muebles, el barco, la credibilidad y hasta el estatus político. La primera, tras su dimisión forzada en octubre de 2016 como Secretario General del PSOE, cuando se presentó a las primarias contra Susana Díaz en mayo de 2017 y venció, podemizando su programa y su proyecto de alianzas estratégicas con Unidas Podemos y las fuerzas de la España plurinacional. La segunda, un año después cuando, reticente a presentar la moción de censura para desalojar a Rajoy con la sentencia de la Gürtel que certificaba la corrupción del Partido Popular, le preparó las alianzas para obtener una mayoría parlamentaria que lo hiciese presidente. La tercera, tras la repetición electoral forzada por la cabezonería sanchista de querer pactar con Ciudadanos, cuando obtuvo una mayoría parlamentaria de investidura en enero de 2020 para formar el actual gobierno de coalición. La cuarta, también ante las intenciones del PSOE de buscar apoyo en Ciudadanos, cuando Iglesias logró una amplísima mayoría de izquierdas y plurinacional, 188 votos a favor, para sacar adelante los PGE de 2021 en plena pandemia. Las consecuencias políticas de estos cuatro hitos para mejorar la vida de la mayoría de personas y empresas son también muy evidentes, se ha avanzado en derechos y protección, se está avanzando, y se han frenado retrocesos; pero ese es otro artículo.

Bastaría esta veraz perspectiva histórica reciente para darse cuenta que el camino negacionista hacia Pablo Iglesias, emprendido al principio de la precampaña electoral de Madrid por Ángel Gabilondo, no conduce a buen puerto. Los datos del CIS lo dicen, también los datos internos del PSOE, el camino para ganar las elecciones a la ultraderecha en Madrid liderada por Isabel Díaz Ayuso es aceptar la estrategia de no agresión planteada por Pablo Iglesias para activar el máximo voto posible en los barrios y pueblos trabajadores, con objeto de que no sigan mandando los personajes del barrio de Salamanca que en plena pandemia se paseaban en Rolls, se manifestaban acompañados de sus criadas y chóferes y aporreaban señales de tráfico con palos de golf, despreciando la dureza de la situación sanitaria que vivía Madrid con su récord de muertes en residencias.

Votar en Madrid para la gente trabajadora es votar en defensa propia. Es preciso tener un gobierno autónomo que sacralice la atención sanitaria pública, la educación pública, el transporte público, la igualdad entre hombres y mujeres, el medio ambiente, la vida de los mayores, la tolerancia y convivencia entre diferentes y la justicia fiscal. Esa es la oferta electoral planteada por Pablo Iglesias, no partidista, radicalmente demócrata y, consiguientemente, antifascista. Hasta Joe Biden y Ángela Merkel la aceptarían.

sábado, 27 de marzo de 2021

El Madrid de Ayuso en una foto de pandemia

Fotografía de Olmo Calvo extraída de las redes sociales

Esta es la foto del año, al menos de momento. Es del fotógrafo Olmo Calvo. Madrid anoche tomada por tropas de jóvenes franceses.

Tendría que abrir noticiarios y portadas a cinco columnas en todos los medios de comunicación. El difuminado de virus es invisible, está en la foto, se ve. El arte es revelación, revelar lo que no se ve, la libertad de Ayuso es muerte segura.

Campa visible la alegría de la libertad. Su bandera, la bandera del Madrid de Ayuso, es plástica, la imagen de El Corte Inglés.
También se ve en la imagen la subvención que le da a hoteleros y hosteleros la Comunidad de Madrid, libertad para abrir y ni un euro para que permanezcan cerrados. España lo paga, lo pagamos, en muertes. Madrid es causante del 40% del impacto de coronavirus en España en la tercera ola. Esta foto inaugura la cuarta ola. En la primera ola, debido a su política de residencias de mayores, una región con casi el 15% de la población española produjo casi el 30% de la letalidad.

Es el Madrid de Ayuso, es el Madrid trumpista, es el Madrid que se ha separado de España. Cuánto lo siento por las y los madrileños. El 4 de mayo puede corregirse esta anomalía de la democracia.

martes, 16 de marzo de 2021

Si yo fuese Merkel apoyaría a Pablo Iglesias

Madrid no es España pero a ojos de la Unión Europea España es Madrid. No es casual que tanto en los acuerdos como en los desacuerdos la prensa europea hable de relaciones entre las capitales.

La experiencia fascista en Europa ahonda sus raíces en el siglo XX, los exterminios xenófobos, los éxodos, la desolación, la destrucción, la hambruna y sus consecuencias son conocidas. Alemania estuvo dos veces en el centro de operaciones imperiales totalitarias que la llevaron a la autodestrucción, que hicieron un daño incalculable en Europa. Por eso Angela Merkel impide que la abandera alemana sea usada partidistamente, por eso Merkel anuló, en febrero del pasado año, los acuerdos de su partido, la CDU, con la formación nazi Alternativa por Alemania para que un liberal gobernara el estado federado de Turingia. Desde entonces Turingia la gobierna La Izquierda, Die Linken, con apoyo de la CDU para evitar que el fascismo entre en las instituciones alemanas.

La política económica europea, liderada por la Alemania de Merkel, ha girado, forzada por el trumpismo y por la pandemia hacia un momento expansivo arrojando euros sobre las economías para sostener las empresas europeas, los mercados internos y cierta estabilidad social que frene la amenaza del populismo neofascista. Un hecho que en el gobierno español parece haberlo entendido con claridad meridiana el socio minoritario. A trompicones los cinco ministerios liderados por la vicepresidencia de Pablo Iglesias han empujado con fuerza hacia la ejecución de políticas de protección social, protección de empresas y autónomos y protección de los servicios públicos. Cuesta entender que haya ministerios en el gobierno de Sánchez que no hayan percibido por donde van Alemania, Francia o Italia y continúen con la inercia del neoliberalismo que tanto daño a hecho a Europa.

En este contexto de calado geoestratégico, la región capital de la cuarta economía de la eurozona está gobernada abiertamente por un personaje que proclama que acusarla de fascista quiere decir que va por el buen camino. En este contexto la misma trumpista, sin cuernos ni piel de bisonte, ha convocado por arrebato repetición electoral con la intención de hacerse con todo el poder de la comunidad madrileña junto con el partido de raíz franquista, Vox; un partido que defiende abiertamente los gobiernos de la dictadura que roció de muerte las cunetas España y de exilio español el mundo. Un fascismo que ha basado su política del año pandémico en intentos de derrocar al gobierno legítimo de coalición acusándolo de asesino, cuando bien sabemos que la mayor mortalidad se ha dado en Madrid en las residencias de ancianos privatizadas, y en acusar al feminismo de culpable los contagios.

Pablo Iglesias ha dado el paso que solo puede dar un gigante de la política, un paso desinteresado en lo personal y en lo partidista, un paso forzado por el hecho de que Isabel Díaz Ayuso puede hacerse con el gobierno de la comunidad de Madrid con apoyo de la ideología abiertamente antidemocrática de Vox. Si yo fuese Angela Merkel lo apoyaría. Si yo fuese el rey de España estaría muy preocupado con que el fascismo de los que gritan exaltados viva el rey tomase Madrid; sería la viva imagen de que a la monarquía solo le queda el reino de Madrid desgajado de una España, europea y democrática.

Cuesta trabajo comprender, en un contexto de riesgo democrático en la región capital de España, por qué un sector con discurso progresista agrupado en torno a Más Madrid, que ya causó una fractura tal que impidió acabar con la hegemonía de la derecha en 2019, se resiste a agruparse en un movimiento que tiene capacidad de abrir las grandes alamedas de España. Cuesta trabajo entender declaraciones agresivas contra Pablo Iglesias de quienes llevan a gala ser más de izquierdas y más antifascistas que nadie, de quienes autodenominándose anticapitalistas con bandera andaluza, prefieren un cuanto peor mejor y que gobierne Madrid el fascismo.

Deseo que la locura que llega desde los márgenes del sistema democrático, que no ve la relevancia de lo que la democracia española de juega en Madrid, se vea compensada con la racionalidad de los movimientos sindicales, feministas, ecologistas, defensores de la educación, la sanidad pública y, en general de todos los servicios públicos, así como la de sectores empresariales de la economía social y productiva, reconociendo que al fascismo no se le puede tolerar sino combatir como va a hacer Pablo Iglesias y el equipo que componga para ello. Si yo fuese Merkel estaría expectante deseando que al líder de Unidas Podemos la operación madrileña le saliese perfecta. Europa también se la juega en Madrid.

sábado, 13 de marzo de 2021

De Murcia a Madrid


Mientras Felipe VI visitaba la antigua SEAT en Martorell 65 años y cinco meses después de que el dictador Franco la inaugurase oficialmente, para ponerse delante de una decisión de la alemana Volkswagen, en la que nada ha tenido que ver, con la intención de paliar la memoria del discurso del 3 de octubre de 2017 en que instigó simbólicamente el “a por ellos”, mientras Jaén y Linares se movilizaban contra un olvido de lustros con sede compartida entre Híspalis y Madrid, un pendrive extraído de los sistemas informáticos del Ayuntamiento de Murcia, sigilosamente entregado a la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, UDEF, por el vicealcalde, aleteaba sus bits escribiendo los argumentos para un terremoto con epicentro en la región del Segura. La réplica, de magnitud estruendosa, alcanzó la región capitalina madrileña. Aún no prevemos todas las consecuencias, pero una falla tectónica puede estar abriendo la grieta ya existente entre el núcleo de poder de la derecha aznarista madrileña y sus, hasta ahora, referentes territoriales gallegos y andaluces.

La operación murciana nace de las entrañas de Moncloa. Inés Arrimadas, con Ciudadanos en brusco declive, tentada con la posibilidad de tomar Murcia desde su Parlamento en Cartagena, dio alas a la negociación con el PSOE para presentar una moción de censura que le entregase a una de las suyas las llaves del Palacio de San Esteban, sede de la presidencia de la región, y al PSOE las del ayuntamiento en la Glorieta de España. Es lo que se llama agarrarse a un clavo ardiendo. ¿Qué otra razón podía llevar a Arrimadas a romper en Murcia con el Partido Popular sino la desesperación ante el abismo venidero?

Lo que no calcularon las negociaciones de PSOE y Ciudadanos fue la reacción visceral de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de la que no ha podido escapar un Pablo Casado que anda de mudanza. Véanse las declaraciones sarcásticas del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo; debe de estar flipando junto con el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, con los suyos de Madrid. Ayuso puede estar haciéndose el harakiri político anticipando la caída de Casado.

La carambola no queda ahí, la moción de censura murciana va a fracasar por el ofrecimiento de consejerías relevantes por parte del actual presidente ‘popular’ murciano, Fernando López Miras, a tres representantes ciudadanistas con ganas de que los agrupen con el nombre de Trío Tamayo quedándose tan panchos. De modo que Ayuso, si los tribunales no lo corrigen, se queda en volandas con el melón sin calar de unas elecciones convocadas por un motivo que ha dejado de existir. Murcia pone a votar a Madrid.

Madrid no es España por muchas banderas que inunden sus calles, dime de qué presumes y te diré de qué careces. La decisión de la trumpista presidenta madrileña, tomada con las tripas, plantea al electorado la falsa disyuntiva entre libertad y socialismo; pero no, con el acecho de Vox, la elección es entre franquismo o democracia.

lunes, 8 de marzo de 2021

Feminismo en Andalucía: las luchas difíciles desde la periferia


Por Colectivo Andalucía y Democracia

Lo sabemos, pero no está de más recordárnoslo: la lucha feminista es la más difícil, porque su objetivo no es solo promover leyes que garanticen derechos, sino cambiar el modo en que nos relacionamos uns con otrs, poniendo patas arriba lo que dábamos por descontado y habilitando nuevas formas de ser y estar en el mundo. Eso no es algo que se consiga (únicamente) con el BOE: hace falta emprender un viaje a contrapelo en el que habremos de cuestionarlo casi todo, pues el patriarcado se atrinchera en cada aspecto de nuestras vidas que nos resulta “natural”.


Ese análisis a contrapelo suele descubrirnos la amplia variedad del micromachismo cotidiano, descubrimiento que es una puñeta bien pesada de sobrellevar: una vez que consigues ver esos “inocentes” comportamientos que perpetúan el statu quo, te das cuenta de que están por todas partes, pero a quien no los quiere ver le resulta muy sencillo ridiculizar tus denuncias, porque son “lo normal” y tú solo “exageras”.


Sí, es duro ser feminista… que haya quienes no vean lo que es evidente tiende a dejarnos exhausts y un poco aislads. Por suerte, a menudo nuestro afán se encuentra con el afán de otrs como nosotrs y la alegría de su compañía compensa el cansancio. El feminismo es sororidad, cuidados… imprescindibles porque, para seguir avanzando, tenemos que salir una y otra vez del refugio de esa compañía y pelear para que quienes no quieren ver, vean. La subalternidad siempre ha producido espacios de solidaridad y esta siempre ha sido nuestra especialidad.

Además de por nuestra enorme ambición (cambiar las leyes, los valores, las costumbres, las conciencias…, ¡casi na…!) y por las dificultades propias de este camino, la lucha feminista es difícil porque nuestra sospecha contra las concepciones heredadas es tan radical que alcanza incluso a la cuestión misma de quién sea el sujeto de esa lucha: ¿las hembras de la especie?, ¿las mujeres, como construcción social?, ¿las personas oprimidas por el patriarcado?, ¿la humanidad en su conjunto? Un debate en el que haya que empezar aclarando este tipo de cuestiones nunca va a ser fácil. Y si, encima, la estrategia nos plantea tener que elegir entre trabajar a partir de la cruda realidad o rechazarla para hacer posibles nuevos horizontes, casi podemos aventurar que quien más acierta es quien menos claro lo tenga.
Desafortunadamente, a las dificultades teóricas de nuestros debates se une a veces una posición moralista según la cual, si tú y yo no estamos de acuerdo, no es solo que alguna de ls dos se equivoque, es que o bien tú o bien yo no somos “verdaders” feministas, o no lo suficiente...

Pero el feminismo siempre ha sabido albergar diferencias, esa es su grandeza. Por eso hablamos también de "feminismos", en plural, como el espacio político donde cada cual encuentra el apoyo que necesita para hacer camino, citando a Assia Djebar, "a cotè de", junto a ls otrs.


Los debates feministas son a menudo muy complejos, tenemos derecho a dudar, discrepar, debatir... y a hacerlo con el apasionamiento que da saber que nuestra lucha es fundamental para que el mundo sea un poco mejor, un poco más habitable y disfrutable. A lo que no tenemos derecho, porque todavía queda mucha tarea por delante, es a olvidarnos de todo lo que nos une, de las muchas razones que nos hacen salir a la calle cada 25 de noviembre, cada 8 de marzo, de todas las urgencias de la lucha feminista que son consensos y que reclaman que, después de dudar, discrepar y debatir lo que haga falta, nos arremanguemos de nuevo y volvamos a dar la batalla, codo con codo.


En Andalucía, las urgencias son tantas y las resistencias, tan poderosas, que sin esa unión corremos el peligro de una regresión que ya se está orquestando desde la extrema derecha. El famoso “pin parental” es toda una declaración de intenciones contra las reivindicaciones feministas. En una tierra que el año pasado encabezaba el listado de asesinatos machistas, que es la 3ª comunidad con mayor brecha salarial y al alza, no podemos permitir que las discrepancias nos distraigan más de lo preciso.
Por fortuna, eso no va a pasar: ya hemos superado en el pasado otros debates difíciles y hemos demostrado que sabemos volver a encontrarnos y unir fuerzas siempre que es menester.

Firmado por Colectivo Andalucía y Democracia

Publicado en diversos medios el 08-03-2021

jueves, 4 de marzo de 2021

Doña Elena y doña Cristina ya se han vacunado


Hoy he acompañado a mi madre a un centro de salud en Granada donde había sido citada hace días para vacunarse. Mi madre tiene más de 80 años, está bien, contenta de tener puesta ya la primera dosis. Como mi madre, y esto me ha producido una emoción vibrante, una cola ordenada y diáfana, de abuelos y abuelas, acompañadas de sus hijos e hijas, entraban sin prisa y sin pausa en el recinto sanitario. En sus caras relucía el sosiego. A la salida del circuito de vacunación el sosiego ya era alegría y esperanza. Si un año de limites y encerronas para la juventud es una pérdida, para nuestros mayores un año con la muerte al acecho es un robo.

Antes que nuestros mayores, en un orden racional, científico y razonable en función de las vacunas disponibles, se ha dispuesto por las autoridades sanitarias competentes que se vacune primero al personal sanitario de primera línea, a quienes que tanto debemos. Después, personas con salud delicada y profesionales que tratan necesariamente con grupos amplios, personal docente o relacionado directamente con el alumnado, sanitarios, policías, bomberos y otros grupos similares. Se trata de proteger la vida individual, también de mitigar el contagio, se trata de protegerte y protegernos.

La civilización es eso, cuidarnos mutuamente cuidando antes a quienes más lo necesitan. Ciencia y cooperación, cultura y Estado. Así hemos llegado hasta aquí, avanzando a duras penas contra el ocultismo y la codicia, contra la ignorancia y la barbarie. Así hemos reconocido la democracia, los servicios públicos de salud, la sanidad universal, las vacunas para todos y todas, como productos políticos para el bien común, forma suprema de proteger el bien individual, nuestras vidas. La concepción republicana de la sociedad no es más que la protección del individuo mediante instituciones y procedimientos colectivos ante los que todos y todas somos iguales.

Las infantas doña Elena y doña Cristina son hermanas del rey de España, don Felipe VI por parte de padre y madre, quiera él que no quiera. No se puede decir que no pertenecen a la familia real, a ver si la genética va a servir para heredar el trono y no para definir los vínculos familiares. Doña Elena y doña Cristina son hijas del rey emérito (poco encaja el adjetivo), se han educado en la misma familia. Al vacunarse antes, al saltarse la cola, probablemente pagando porque pueden, las hijas y hermanas de reyes han actuado haciendo uso del privilegio en el que crecieron.

Hoy una señora muy mayor sentada en un banco de alguna plaza de España, con el móvil en la mano por si recibía una llamada para la vacunación, preguntada por una periodista que qué le parecía que las infantas doña Cristina y doña Elena estuviesen ya vacunadas en Abu Dabi, ha contestado: “vergüenza les tenía que dar”. Pues sí, pero con la vergüenza no se garantiza el trato justo ni la equidad.

Quienes defienden la libertad para elegir educación privada, concertada o pública, salud privada o pública o cualquier otro servicio esencial, son los mismos que defienden eliminar los impuestos progresivos, bajar más los impuestos a los ricos, privatizar los servicios esenciales, como se ha hecho en España con luz, agua, telefonía, entregar a fondos privados residencias de mayores o servicios de seguridad, cuidados a la dependencia o paquetes enormes de vivienda pública; los mismos que no quieren regular el precio de los alquileres, los mismos a quienes el dinero les da la libertad para colarse y ser los primeros en todo, aun habiendo gente que lo necesita más, los mismos que envían a sus hijos, como a doña Leonor, a “prestigiosos” colegios extranjeros para luego presumir de “preparaos”. Su libertad es nuestra desigualdad

Si algo nos enseña la vacunación privada de las infantas reales doña Elena y doña  Cristina es que solo la res pública garantiza la auténtica libertad, porque no hay libertad sin equidad.

martes, 2 de marzo de 2021

Pandemia y Ecología

Febrero ha sido el mes con más muertes por covid-19. Se divulga que la cepa británica tiene mucho que ver. Bueno, habrá que esperar a ver si es la cepa británica la responsable del récord negro o la responsabilidad es del tema estrella de noviembre y diciembre, "salvar la Navidad”, oponiendo salud a economía.

Recordemos aquellos debates centrales de noviembre y principios de diciembre pasados sobre el número de comensales a las mesas de casas y restaurantes, sobre el número de burbujas o unidades de convivencia, sobre si se abren los desplazamientos entre regiones, provincias o ciudades o se prohíben, sobre la hostelería y la hotelería, sobe los horarios comerciales. Sobre si la culpa es del gobierno central, del autonómico o del cha cha cha.

Hechos. Hay una amenaza invisible, no se ve pero se nota con retardo, le gente enferma, alguna lo pasa mal y una parte importante muere. Lo que no se ve en tiempo real se ignora aunque se note en diferido. Cuando se nota la gravedad, es tarde para reparar el daño. Si alguien dice que lo mejor es tomar medidas drásticas, están quienes dicen que con esas medidas no pueden vivir porque su economía se desmorona. Es verdad, si las instituciones de poder no intervienen dando dinero directamente, las empresas se resienten y algunas desparecen, las y los trabajadores se empobrecen y las familias sufren.

El proceso tiene un enorme parecido con el calentamiento global y sus efectos, o con la contaminación de todo tipo y sus efectos, o con la destrucción y agotamiento de recursos naturales y sus efectos. Los daños se notan tarde, cuando se notan, rectificar es muy costoso o imposible. Algunos efectos son gravísimos y producirán otros aún más graves. Si la ecología dice que hay que tomar medidas drásticas ya, para paliar y frenar la destrucción porque nos va la vida en ello, están quienes dicen que no podrán vivir si se toman esas medidas. El chantaje entre empleo y protección ambiental ha sido recurrente desde la aparición de las primeras luchas ecologistas. El movimiento ecologista que lucha para proteger nuestra condición de posibilidad para vivir mínimamente bien, para proteger la tierra, el aire y el mar, ha sufrido y sufre la misma incomprensión que quienes para luchar contra la pandemia han pedido medias de estado fuertes e inversiones rápidas y sin miramiento en personas y empresas.

El resultado de no salvar el planeta será peor que el de salvar la navidad. No se podrán salvar vidas cuando no haya vidas que salvar. Por eso la oposición electiva entre economía o vida, es una trampa mortal, como lo es la oposición entre protección ambiental o empleo. La pandemia nos ha dado unas cuantas lecciones de ecología que no debemos olvidar. En síntesis, que la economía, la administración productiva de nuestro hogar planetario, ha de adaptarse a la ecología la ciencia de los ecosistemas que hacen posible la vida. ¿Aprenderemos?

domingo, 28 de febrero de 2021

Andalucía 2021, horizonte federal

Por Colectivo Andalucía y Democracia

El 28 de febrero de 1980 el pueblo andaluz, que se constituyó como tal en las calles el 4 de diciembre de 1977, ejerció el derecho a decidir en la etapa democrática abierta con la Constitución de 1978. Hace cuarenta y un años de aquel referéndum en el que logramos colectivamente que Andalucía fuese nacionalidad histórica, siguiendo el procedimiento de su artículo 151. Nuestra capacidad de autogobierno, nuestro patrimonio constitucional, es fruto de una épica política popular y pacífica que vinculó derechos y libertades con la idea de progreso colectivo.

Nadie como Carlos Cano condensó mejor el significado de la autonomía para el pueblo andaluz. La murga de los currelantes dejó en los aires de Andalucia los motivos por los que el viento ondea la verdiblanca: “María, coge la rienda la autonomía, Marcelo, que los paraos quieren currelo… El mecanismo tira p´alante de la manera más bonita y popular, s´acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital, pan y alegría nunca nos farten, que vuelvan pronto los emigrantes, haya cultura y prosperiá.”

La derecha que se opuso al referéndum pidió el no, para evitar que Andalucía aspirase a ser como la que más en el marco constitucional de lo que vino a llamarse estado autonómico, lo hizo con el lema “Andaluz, este no es tu referéndum”. Los herederos ideológicos de aquella derecha gobiernan hoy Andalucía, con el apoyo de la herencia de la dictadura genocida franquista que hizo de lo andaluz un esperpento servil. El pueblo que no defiende su libertad, su capacidad de gobierno, acaba esclavizado.

Vivimos otros tiempos. La crisis de 2008 se cebó en Andalucía con mayor virulencia que en el resto de comunidades autónomas destapando, por un lado, los defectos estructurales de nuestro sistema económico y, por otro, nuestra subalternidad política de decisiones tomadas por el poder central y las instituciones europeas en lo que llamaríamos etapa neoliberal de recentralización y concentración del poder.

De repente, con la crisis metabólica mundial del sistema capitalista, manifestada por el derrumbe financiero rescatado por el estado sobre las espaldas del mundo del trabajo y la reducción de la calidad de los servicios púbicos, Andalucía comprobó que una economía basada en el turismo de masas y la construcción, con sus consiguientes daños ambientales, territoriales y sociales, empleo precario, escasa industria, agricultura extensiva, extractiva y medioambientalmente insostenible, es altamente sensible a las crisis sistémicas.

Dos son a nuestro entender las causas históricamente próximas de la reducción de la autonomía andaluza a la dependencia política respecto de los gobiernos del estado y respecto de las políticas neoliberales europeas. Por un lado el proceso de recentralización intenso de las decisiones políticas sufrido a raíz de la crisis de 2008. Un proceso que impuso las reformas laborales lesivas para el mundo del trabajo, la práctica desaparición de la banca privada o pública anclada sobre intereses de los actores sociales y económicos de raíz andaluza, la legislación fruto de la reforma del artículo 135 de la CE pactada a espaldas del debate por las cúpulas del PSOE y del PP, que limitó la autonomía municipal y la soberanía autonómica tanto en políticas fiscales como en políticas económicas e inversoras. Por otro, la docilidad con la que tanto los gobiernos anteriores del PSOE, especialmente el último con el apoyo de Ciudadanos, aceptaron la desgracia diferencial de Andalucía en todos los indicadores sociales y económicos respecto de del resto de comunidades del estado y Europa. Bajo la expresión “lealtad institucional” se ha escondido en Andalucía el sometimiento del poder político andaluz a poderes centralistas residenciados en Madrid, poderes que ven Andalucía como un territorio colonial del que extraer plusvalías destruyendo territorio, medio ambiente, servicios públicos (privatizaciones) e inversiones sin retorno, ni fiscal ni inversor, hacia nuestro pueblo.

Es indudable que el poder en España está híper dimiensionado en Madrid, una provincia con verdadera independencia política por efecto de la capitalidad y la concentración de domicilios fiscales, dada la proximidad de sus cenáculos a la redacción del Boletín Oficial del Estado. Es indudable que España tiene varios problemas graves de carácter territorial, el centralismo aludido, la tensión de las ansias de soberanía del pueblo catalán, la España vaciada fruto de los agujeros negros extractivos de capital económico, natural y humano de la capital del estado y de las capitales autonómicas, la desigualdad territorial señalada por todos los indicadores de empleo, pobreza e industrialización que se ha visto ampliada por la crisis de 2008 y, este último año, por la crisis de la pandenia, y, por último pero no menos importante, una desigualdad fruto de una concepción radial del estado que concentra el peso de todos los poderes en el centro. Un centro, que sin ser el único, se ha convertido en el mayor foco de corrupción empresarial, institucional y mediática de España.

La crisis de la pandemia ha cogido al pueblo andaluz en una clara posición de debilidad política. Sabemos que aquel andalucismo transversal de finales de los  años 70 y principios de los años 80, que logró situar la cultura andaluz, el acento andaluz, como palanca de progreso sigue ahí, se empieza a llamar tercera ola andalucista. No hay más que ver, oír y sentir la pujanza de nuestras manifestaciones creativas, cine, ciencia, arte, cante, copla, pensamiento, literatura, teatro, rap, rock, o flamenco gozan en Andalucía de la misma o más potencialidad expansiva que entonces. También sabemos que Andalucía no es su gobierno, ni necesariamente sus organizaciones políticas, mucho menos aquellas que intentan enterrar la bandera andaluza para enterrar su significado. La sociedad civil organizada en asociaciones, plataformas, fundaciones, grupos de interés, el sindicalismo y el empresariado andaluz, el feminismo y el ecologismo, las organizaciones agrarias, tienen, tomadas una a una, potencia y ganas de trabajar por Andalucía, de hacer que desde sus raíces en pueblos, ciudades y comarcas, crezcan iniciativas productivas que apalanquen la economía al territorio, que cuiden el medio ambiente, que sean igualitarias entre mujeres y hombres, y que den trabajo aquí para que nadie se tenga que ir.

Tarde o temprano el Estado español avanzará hacia un modelo federal que incrementará la soberanía de aquellos territorios que estén dispuestos a ser dueños de su futuro en el marco de acuerdos federales. El federalismo es la síntesis contingente histórica de soberanía y cooperación. El federalismo es la distribución del poder entre el pueblo y entre los pueblos. Andalucía no puede quedarse atrás en esta evolución política que necesariamente va a vivir España si es que de verdad se piensa que podemos vivir juntos y juntas en la diversidad democrática. El 28F de 1980 nos iban en el sí a la autonomía las libertades, el pan, el trabajo, la salud y la educación, la cultura popular y la vuelta de las y los emigrantes que quisiesen regresar.

En estos tiempos nos va lo mismo, ahora para ser soberanos y soberanas de nuestras potencialidades productivas fijadas al territorio. Sin federalismo hacia afuera y sin federalismo dentro, los motivos para la indignación y la lucha fragmentada se incrementarán. Esos motivos pueden convertirse en una pelea interna entre intereses andaluces, que nos hagan perder fuerza colectiva si no se articula un proyecto de país andaluz. Jaén, y Linares, están en lucha por el hastío y el abandono de los poderes políticos, Cádiz y Sevilla en riesgo de seguir perdiendo industria y multinacionales como ABENGOA, Almería necesita un plan para hacer compatible la agricultura con el medio ambiente ganando valor añadido, Granada no puede sufrir más expolios de órganos y poderes centralizando en Sevilla las decisiones y la gestión, Málaga necesita diversificación económica, Huelva reconversión industrial sin destrucción de empleo, Córdoba un fuerte mercado interno andaluz para su industria agroalimentaria y una apuesta por la producción ecológica. Y todas las provincias y comarcas andaluzas necesitan verse incardinadas con justicia y equidad en un proyecto de ámbito andaluz.

Está en manos de las y los andaluces, de la sociedad civil y de las organizaciones políticas, sindicales y empresariales, ayudar y cooperar para construir un proyecto federal para Andalucía capaz de defender nuestros intereses territoriales en el estado y en Europa. Los fondos de nueva generación europea han de servir a nuestra tierra para, sin alimentar crack sistémicos, hacer reformas estructurales de fondo en nuestro modelo productivo. La administraciones autonómicas y municipales han de potenciar los servicio públicos y el empleo de calidad en ellos; no hay pueblo político sin una buena administración de estado. Las inversiones públicas han de convertir los gastos de los servicios públicos en motores de la economía productiva fijada al territorio, bajo parámetros ecológicos, sociales y de igualdad de género. Si es preciso introduciendo participación pública en empresas privadas o directamente mediante empresas públicas.

Pensamos en líneas fuerza para preparar el futuro de Andalucía, que nada tiene que ver con insistir en el turismo y la construcción tal y como los conocemos. Pensamos en reindustrialización verde y tecnológica, pensamos en la producción de valor añadido con el conocimiento acumulado en nuestras universidades, pensamos en la vinculación entre de salud y ecología, con producción agroganadera e industria agroalimentaria, pensamos en la desconexión progresiva de los combustibles fósiles y la conexión al sol facilitando cluster tecnológicos de fabricación de componentes para la producción, distribución y comercialización endógena de energías renovables con capacidad de exportación de excedentes. Pensamos en la potenciación de la industria cultural andaluza en todas sus variantes y manifestaciones. Pensamos en inversiones para la rehabilitación patrimonial y energética de infraestructuras y núcleos urbanos. Pensamos en redes de ferrocarril que comuniquen nuestras ciudades y comarcas. Pensamos en la economía de los cuidados. Pensamos en que el valor añadido se reinserte en Andalucía con una fiscalidad adecuada y una primacía de las empresas radicadas en nuestro territorio.

El gobierno de la Junta de Andalucía y el parlamento andaluz, sede de nuestra soberanía popular, han de dejar de ser un gobierno gestor para pasar a ser un gobierno impulsor político interno y externo de estos cambios imprescindibles. Al igual que en la transición a la democracia la demanda de autonomía era imagen de libertades, derechos y progreso, la demanda federal ahora es símbolo de una Andalucía posible menos dependiente de avatares externos sobrevenidos. No caigamos en más trampas como la del “a por ellos”. Por sí, por Andalucía, es preciso que las y los andaluces nos arremanguemos para construir un horizonte popular sobre la base de un republicanismo cívico y democrático. Ese horizonte no puede ser más que un horizonte federal.

Colectivo Andalucía y Democracia