INDEGRANADA
La expulsión de los mercaderes del templo, cuadro de El Greco.
Si el Papa Bergoglio se entera que el arzobispo de Granada, al que llamó a capítulo por el caso de pederastia del clan de los romanones, ha contradicho a Jesucristo lanzado agua de hisopo bendito y cortando la cinta que inaugura el grandísimo Centro Comercial Parque Nevada, ahora llamado Nevada Shoppining en ingles de Brexitania; si el Papa ecologista se entera, digo, le abre expediente de excomunión.
El común de los mortales sin embargo, con tal de confesarnos en el aparcamiento del Nevada, que de iluminado no sirve para otra cosa, estamos libres de pecado, al fin y al cabo lo que gastemos allí no lo pecaremos en otro sitio. Lo que hay es lo que hay. Con el crédito recortado, el futuro, como en la teoría de la relatividad, se condensa en un presente de escasez. Y lo poco que queda lo colectan de las grandes marcas al calor de los focos y los atascos.
Dice el promotor, Don Tomás Olivo, que el Nevada Shopping será un atractivo más para venir a Granada. Uno ve las fotos del megacentro y busca en google fotos del Gran Plaza en Roquetas de Mar (también con arranque de licencia ilegal) o de La Cañada en Marbella (sí en Marbella, el paradigma de la legalidad urbanística andaluza) y resultan tan iguales como el resto de los grandes centros comerciales que en el mundo hay, los haya construido Don Tomás o el pato Donald con flequillo. No nos visitan por eso, no.
Si Jesucristo, levantase la cabeza y viese las imágenes de uno de sus representantes en la tierra bendecir al club de los grandes mercaderes, se enrabietaría mucho. Más si cabe que aquel día bíblico en el que al comprobar que el templo estaba tomado por los negocios entró en arrebato y no dejó tenderete con cabeza.
Si el Papa argentino, el denunciante de las marcas que fabrican sin derechos, se entera de lo que ha hecho el arzobispo promotor de Cásate y sé sumisa, y va con el chivatazo a Dios, él que puede, veremos a monseñor Francisco Javier Martínez otra vez arrojarse al frío suelo de la catedral pidiendo más perdón que un santo. Lástima que ya no haya poetas como el Arcipreste que describan la escena de amor entre el representante de la jerarquía eclesial en Granada y Don Tomás.
Imagino a monseñor, cortando la cinta para dar paso a los mercaderes, diciendo que gastar hasta morir no es pecado si lo haces pensando en Jesús, del mismo modo que alumbró el truco para despenalizar las felaciones maritales.
Si se entera Bergoglio o lo excomulga o, como todo es posible en Granada, le pide que convierta la catedral en un cinco estrellas con teleférico al Nevada. Pagándolo, cómo no, la Junta, como hubiese propuesto, seguro, el ex alcalde.