viernes, 23 de abril de 2021

Pablo, tenemos doce días para ganar


Creer que el votante de Ciudadanos en Madrid era como el votante de Ciudadanos en Cataluña es un disparate inexplicable. En Cataluña Ciudadanos se nutrió del voto del PSC en el cinturón currante barcelonés, ante el vértigo que sentía por el viaje unilateral independentista. En Madrid la fuerza nutricia de Ciudadanos era la misma que la de Esperanza Aguirre, una fuerza con epicentro en los barrios pudientes que tras la sentencia de la Gürtel, alentada por la foto de Colón, se dividió en tres.

Que avezados estrategas del PSOE pretendieran capturar voto de Ciudadanos en Madrid vetando, cansinos otra vez, a Pablo Iglesias, o es fruto de ceguera o de la maldad delirante de no querer que la izquierda gane para que un triunfo de Ayuso debilitase a Pablo Casado y destruyese a Pablo Iglesias, disminuyendo su influencia en la política estatal. Prefiero creer que fue lo primero, un error de listillos, antes que una alucinación maligna.

En el debate de Telemadrid, Ángel Gabilondo rectificó de golpe en su penúltima intervención: “Pablo, tenemos doce días para ganar”. ¿Conocía Gabilondo, de manera privilegiada, los datos originales del CIS que hemos conocido después cocinados por Tezanos? La táctica ciudadanista de derechas del candidato del PSOE no solo no extrae nada de Ciudadanos, sino que le hacía perder voto por la izquierda, tal vez mucho más de lo que Tezanos publica, hasta el punto de dejar al PSOE en evidencia. No hacía falta ser un lince politólogo para predecirlo.

En Madrid se dibujan dos escenarios. Ser capital europea del trumpismo o acabar con veintiséis años de cenáculos de corrupción, trapicheos y desigualdad. En el debate Ángel Gabilondo se sumó a la estrategia de victoria definida por Pablo Iglesias cuando dejó la vicepresidencia para disputar Madrid. La frase “Pablo, tenemos doce días para ganar” acepta que ningún voto progresista y de izquierdas es inútil. La única manera de que los menos con sus amenazantes palos de golf, no se impongan a los más, las y los trabajadores de toda clase.

Con la rectificación de Gabilondo Pedro Sánchez puede demostrar que el PSOE quiere ganar Madrid. Antes del 4M puede instigar al ministro José Luis Ábalos para que acuerde con Ione Belarrra la limitación de los precios del alquiler en las zonas tensionadas, puede facilitar a Yolanda Díaz la subida pendiente del SMI en el año 2021, bloqueda por la ministra Nadia Calviño, y puede lanzar un claro mensaje de defensa de la democracia anunciando la desactivación ya de la ley mordaza.

Si el PSOE, Ángel Gabilondo, y Pedro Sánchez quieren de verdad ganar Madrid deben demostrar que su corazón y su acción está con las necesidades y derechos de las mayorías. “Pablo, tenemos doce días para ganar” es un Sí se puede.

miércoles, 14 de abril de 2021

Votar en defensa propia


Antifascimo es lo contrario de fascismo. Democracia es lo contrario de fascismo. Por tanto ser antifascista es ser demócrata. No se puede ser demócrata si no se es antifascista, no caben las medias tintas, por mucho que la equidistancia se vista con el traje de la inocencia.

La maldad de los creadores de opinión pública en los grandes medios de comunicación, la trampa en la que ha caído hasta el catedrático de metafísica y candidato del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, es equiparar fascismo y antifascismo bajo la aparentemente bonhomía de un discurso de moderación que dice alejarse de los extremos.

Igualar demócratas con quienes actúan o justifican las mismas artes que usaron en el siglo pasado nazis, camisas negras, falangistas y franquistas, hasta que regaron Europa de desolación y millones de cadáveres, es no haber entendido la naturaleza de la extrema derecha española que ocupa espacios de representación poderosos en el Partido Popular y en Vox. Madrid, y Murcia son el paradigma de sus modales extremos.

A las y los demócratas atentos no nos es difícil situar el periodismo mercenario. Tiene portadas, columnas y tertulias en prime time para defender los intereses de una pequeña minoría muy poderosa. Por eso, el mayor peligro se encuentra en el discurso de quienes avalan la equidistancia entre democracia y comportamientos fascistas, como es convocar un mitin en Vallecas y romper el cordón policial, para provocar una reacción de policía y manifestantes que pueda ser explicada desde el victimismo y la acusación de violencia a la gente antifascista, o sea, demócrata.

Pero la equidistancia entre fascismo y democracia del candidato de PSOE fue previa al suceso de Vallecas. Se expresó cuando dijo que no pactaría “con este Pablo Iglesias”, que lo haría con Más Madrid y Ciudadanos. Una vieja idea que se ha demostrado imposible desde 2015, que ahora lo es más dada la situación zombi de Ciudadanos. Allí donde fue posible numéricamente resultó trágica para el PSOE, Andalucía; el pacto de Susana Díaz con Ciudadanos, su docilidad a Rajoy, y su desprecio a Podemos, le abrió la puerta, no solo de la oposición, sino de la salida de la primera línea de la política como pronto veremos.

El PSOE no tiene más remedio que aceptar que Pablo Iglesias tiene razón. Lo que parecía casi imposible, ganar las elecciones regionales de Madrid al bloque de la derecha, es ahora posible gracias a la entrada del candidato de Unidas Podemos en la escena electoral y a su estrategia de no agresión entre las fuerzas progresistas. Lo dice expresamente la encuesta del CIS, la más acertada aun con cocina, lo dice también indirectamente la violencia mediática diaria contra Pablo Iglesias. No hay una sola entrevista, incluidos los medios públicos, en la que no se busque vilipendiar y humillar a Pablo Iglesias para cobrarlo como pieza abatida. No lo consiguen nunca porque la verdad es muy poderosa, y el candidato de Unidas Podemos es un maestro en la iluminación de la verdad.

Pedro Sánchez ha llegado a ser lo que es gracias a Podemos, gracias a la planificación táctica y estratégica de Pablo Iglesias. En cuatro ocasiones el líder de Unidas Podemos le ha salvado los muebles, el barco, la credibilidad y hasta el estatus político. La primera, tras su dimisión forzada en octubre de 2016 como Secretario General del PSOE, cuando se presentó a las primarias contra Susana Díaz en mayo de 2017 y venció, podemizando su programa y su proyecto de alianzas estratégicas con Unidas Podemos y las fuerzas de la España plurinacional. La segunda, un año después cuando, reticente a presentar la moción de censura para desalojar a Rajoy con la sentencia de la Gürtel que certificaba la corrupción del Partido Popular, le preparó las alianzas para obtener una mayoría parlamentaria que lo hiciese presidente. La tercera, tras la repetición electoral forzada por la cabezonería sanchista de querer pactar con Ciudadanos, cuando obtuvo una mayoría parlamentaria de investidura en enero de 2020 para formar el actual gobierno de coalición. La cuarta, también ante las intenciones del PSOE de buscar apoyo en Ciudadanos, cuando Iglesias logró una amplísima mayoría de izquierdas y plurinacional, 188 votos a favor, para sacar adelante los PGE de 2021 en plena pandemia. Las consecuencias políticas de estos cuatro hitos para mejorar la vida de la mayoría de personas y empresas son también muy evidentes, se ha avanzado en derechos y protección, se está avanzando, y se han frenado retrocesos; pero ese es otro artículo.

Bastaría esta veraz perspectiva histórica reciente para darse cuenta que el camino negacionista hacia Pablo Iglesias, emprendido al principio de la precampaña electoral de Madrid por Ángel Gabilondo, no conduce a buen puerto. Los datos del CIS lo dicen, también los datos internos del PSOE, el camino para ganar las elecciones a la ultraderecha en Madrid liderada por Isabel Díaz Ayuso es aceptar la estrategia de no agresión planteada por Pablo Iglesias para activar el máximo voto posible en los barrios y pueblos trabajadores, con objeto de que no sigan mandando los personajes del barrio de Salamanca que en plena pandemia se paseaban en Rolls, se manifestaban acompañados de sus criadas y chóferes y aporreaban señales de tráfico con palos de golf, despreciando la dureza de la situación sanitaria que vivía Madrid con su récord de muertes en residencias.

Votar en Madrid para la gente trabajadora es votar en defensa propia. Es preciso tener un gobierno autónomo que sacralice la atención sanitaria pública, la educación pública, el transporte público, la igualdad entre hombres y mujeres, el medio ambiente, la vida de los mayores, la tolerancia y convivencia entre diferentes y la justicia fiscal. Esa es la oferta electoral planteada por Pablo Iglesias, no partidista, radicalmente demócrata y, consiguientemente, antifascista. Hasta Joe Biden y Ángela Merkel la aceptarían.

sábado, 27 de marzo de 2021

El Madrid de Ayuso en una foto de pandemia

Fotografía de Olmo Calvo extraída de las redes sociales

Esta es la foto del año, al menos de momento. Es del fotógrafo Olmo Calvo. Madrid anoche tomada por tropas de jóvenes franceses.

Tendría que abrir noticiarios y portadas a cinco columnas en todos los medios de comunicación. El difuminado de virus es invisible, está en la foto, se ve. El arte es revelación, revelar lo que no se ve, la libertad de Ayuso es muerte segura.

Campa visible la alegría de la libertad. Su bandera, la bandera del Madrid de Ayuso, es plástica, la imagen de El Corte Inglés.
También se ve en la imagen la subvención que le da a hoteleros y hosteleros la Comunidad de Madrid, libertad para abrir y ni un euro para que permanezcan cerrados. España lo paga, lo pagamos, en muertes. Madrid es causante del 40% del impacto de coronavirus en España en la tercera ola. Esta foto inaugura la cuarta ola. En la primera ola, debido a su política de residencias de mayores, una región con casi el 15% de la población española produjo casi el 30% de la letalidad.

Es el Madrid de Ayuso, es el Madrid trumpista, es el Madrid que se ha separado de España. Cuánto lo siento por las y los madrileños. El 4 de mayo puede corregirse esta anomalía de la democracia.

martes, 16 de marzo de 2021

Si yo fuese Merkel apoyaría a Pablo Iglesias

Madrid no es España pero a ojos de la Unión Europea España es Madrid. No es casual que tanto en los acuerdos como en los desacuerdos la prensa europea hable de relaciones entre las capitales.

La experiencia fascista en Europa ahonda sus raíces en el siglo XX, los exterminios xenófobos, los éxodos, la desolación, la destrucción, la hambruna y sus consecuencias son conocidas. Alemania estuvo dos veces en el centro de operaciones imperiales totalitarias que la llevaron a la autodestrucción, que hicieron un daño incalculable en Europa. Por eso Angela Merkel impide que la abandera alemana sea usada partidistamente, por eso Merkel anuló, en febrero del pasado año, los acuerdos de su partido, la CDU, con la formación nazi Alternativa por Alemania para que un liberal gobernara el estado federado de Turingia. Desde entonces Turingia la gobierna La Izquierda, Die Linken, con apoyo de la CDU para evitar que el fascismo entre en las instituciones alemanas.

La política económica europea, liderada por la Alemania de Merkel, ha girado, forzada por el trumpismo y por la pandemia hacia un momento expansivo arrojando euros sobre las economías para sostener las empresas europeas, los mercados internos y cierta estabilidad social que frene la amenaza del populismo neofascista. Un hecho que en el gobierno español parece haberlo entendido con claridad meridiana el socio minoritario. A trompicones los cinco ministerios liderados por la vicepresidencia de Pablo Iglesias han empujado con fuerza hacia la ejecución de políticas de protección social, protección de empresas y autónomos y protección de los servicios públicos. Cuesta entender que haya ministerios en el gobierno de Sánchez que no hayan percibido por donde van Alemania, Francia o Italia y continúen con la inercia del neoliberalismo que tanto daño a hecho a Europa.

En este contexto de calado geoestratégico, la región capital de la cuarta economía de la eurozona está gobernada abiertamente por un personaje que proclama que acusarla de fascista quiere decir que va por el buen camino. En este contexto la misma trumpista, sin cuernos ni piel de bisonte, ha convocado por arrebato repetición electoral con la intención de hacerse con todo el poder de la comunidad madrileña junto con el partido de raíz franquista, Vox; un partido que defiende abiertamente los gobiernos de la dictadura que roció de muerte las cunetas España y de exilio español el mundo. Un fascismo que ha basado su política del año pandémico en intentos de derrocar al gobierno legítimo de coalición acusándolo de asesino, cuando bien sabemos que la mayor mortalidad se ha dado en Madrid en las residencias de ancianos privatizadas, y en acusar al feminismo de culpable los contagios.

Pablo Iglesias ha dado el paso que solo puede dar un gigante de la política, un paso desinteresado en lo personal y en lo partidista, un paso forzado por el hecho de que Isabel Díaz Ayuso puede hacerse con el gobierno de la comunidad de Madrid con apoyo de la ideología abiertamente antidemocrática de Vox. Si yo fuese Angela Merkel lo apoyaría. Si yo fuese el rey de España estaría muy preocupado con que el fascismo de los que gritan exaltados viva el rey tomase Madrid; sería la viva imagen de que a la monarquía solo le queda el reino de Madrid desgajado de una España, europea y democrática.

Cuesta trabajo comprender, en un contexto de riesgo democrático en la región capital de España, por qué un sector con discurso progresista agrupado en torno a Más Madrid, que ya causó una fractura tal que impidió acabar con la hegemonía de la derecha en 2019, se resiste a agruparse en un movimiento que tiene capacidad de abrir las grandes alamedas de España. Cuesta trabajo entender declaraciones agresivas contra Pablo Iglesias de quienes llevan a gala ser más de izquierdas y más antifascistas que nadie, de quienes autodenominándose anticapitalistas con bandera andaluza, prefieren un cuanto peor mejor y que gobierne Madrid el fascismo.

Deseo que la locura que llega desde los márgenes del sistema democrático, que no ve la relevancia de lo que la democracia española de juega en Madrid, se vea compensada con la racionalidad de los movimientos sindicales, feministas, ecologistas, defensores de la educación, la sanidad pública y, en general de todos los servicios públicos, así como la de sectores empresariales de la economía social y productiva, reconociendo que al fascismo no se le puede tolerar sino combatir como va a hacer Pablo Iglesias y el equipo que componga para ello. Si yo fuese Merkel estaría expectante deseando que al líder de Unidas Podemos la operación madrileña le saliese perfecta. Europa también se la juega en Madrid.

sábado, 13 de marzo de 2021

De Murcia a Madrid


Mientras Felipe VI visitaba la antigua SEAT en Martorell 65 años y cinco meses después de que el dictador Franco la inaugurase oficialmente, para ponerse delante de una decisión de la alemana Volkswagen, en la que nada ha tenido que ver, con la intención de paliar la memoria del discurso del 3 de octubre de 2017 en que instigó simbólicamente el “a por ellos”, mientras Jaén y Linares se movilizaban contra un olvido de lustros con sede compartida entre Híspalis y Madrid, un pendrive extraído de los sistemas informáticos del Ayuntamiento de Murcia, sigilosamente entregado a la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales, UDEF, por el vicealcalde, aleteaba sus bits escribiendo los argumentos para un terremoto con epicentro en la región del Segura. La réplica, de magnitud estruendosa, alcanzó la región capitalina madrileña. Aún no prevemos todas las consecuencias, pero una falla tectónica puede estar abriendo la grieta ya existente entre el núcleo de poder de la derecha aznarista madrileña y sus, hasta ahora, referentes territoriales gallegos y andaluces.

La operación murciana nace de las entrañas de Moncloa. Inés Arrimadas, con Ciudadanos en brusco declive, tentada con la posibilidad de tomar Murcia desde su Parlamento en Cartagena, dio alas a la negociación con el PSOE para presentar una moción de censura que le entregase a una de las suyas las llaves del Palacio de San Esteban, sede de la presidencia de la región, y al PSOE las del ayuntamiento en la Glorieta de España. Es lo que se llama agarrarse a un clavo ardiendo. ¿Qué otra razón podía llevar a Arrimadas a romper en Murcia con el Partido Popular sino la desesperación ante el abismo venidero?

Lo que no calcularon las negociaciones de PSOE y Ciudadanos fue la reacción visceral de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, de la que no ha podido escapar un Pablo Casado que anda de mudanza. Véanse las declaraciones sarcásticas del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo; debe de estar flipando junto con el andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, con los suyos de Madrid. Ayuso puede estar haciéndose el harakiri político anticipando la caída de Casado.

La carambola no queda ahí, la moción de censura murciana va a fracasar por el ofrecimiento de consejerías relevantes por parte del actual presidente ‘popular’ murciano, Fernando López Miras, a tres representantes ciudadanistas con ganas de que los agrupen con el nombre de Trío Tamayo quedándose tan panchos. De modo que Ayuso, si los tribunales no lo corrigen, se queda en volandas con el melón sin calar de unas elecciones convocadas por un motivo que ha dejado de existir. Murcia pone a votar a Madrid.

Madrid no es España por muchas banderas que inunden sus calles, dime de qué presumes y te diré de qué careces. La decisión de la trumpista presidenta madrileña, tomada con las tripas, plantea al electorado la falsa disyuntiva entre libertad y socialismo; pero no, con el acecho de Vox, la elección es entre franquismo o democracia.

lunes, 8 de marzo de 2021

Feminismo en Andalucía: las luchas difíciles desde la periferia


Por Colectivo Andalucía y Democracia

Lo sabemos, pero no está de más recordárnoslo: la lucha feminista es la más difícil, porque su objetivo no es solo promover leyes que garanticen derechos, sino cambiar el modo en que nos relacionamos uns con otrs, poniendo patas arriba lo que dábamos por descontado y habilitando nuevas formas de ser y estar en el mundo. Eso no es algo que se consiga (únicamente) con el BOE: hace falta emprender un viaje a contrapelo en el que habremos de cuestionarlo casi todo, pues el patriarcado se atrinchera en cada aspecto de nuestras vidas que nos resulta “natural”.


Ese análisis a contrapelo suele descubrirnos la amplia variedad del micromachismo cotidiano, descubrimiento que es una puñeta bien pesada de sobrellevar: una vez que consigues ver esos “inocentes” comportamientos que perpetúan el statu quo, te das cuenta de que están por todas partes, pero a quien no los quiere ver le resulta muy sencillo ridiculizar tus denuncias, porque son “lo normal” y tú solo “exageras”.


Sí, es duro ser feminista… que haya quienes no vean lo que es evidente tiende a dejarnos exhausts y un poco aislads. Por suerte, a menudo nuestro afán se encuentra con el afán de otrs como nosotrs y la alegría de su compañía compensa el cansancio. El feminismo es sororidad, cuidados… imprescindibles porque, para seguir avanzando, tenemos que salir una y otra vez del refugio de esa compañía y pelear para que quienes no quieren ver, vean. La subalternidad siempre ha producido espacios de solidaridad y esta siempre ha sido nuestra especialidad.

Además de por nuestra enorme ambición (cambiar las leyes, los valores, las costumbres, las conciencias…, ¡casi na…!) y por las dificultades propias de este camino, la lucha feminista es difícil porque nuestra sospecha contra las concepciones heredadas es tan radical que alcanza incluso a la cuestión misma de quién sea el sujeto de esa lucha: ¿las hembras de la especie?, ¿las mujeres, como construcción social?, ¿las personas oprimidas por el patriarcado?, ¿la humanidad en su conjunto? Un debate en el que haya que empezar aclarando este tipo de cuestiones nunca va a ser fácil. Y si, encima, la estrategia nos plantea tener que elegir entre trabajar a partir de la cruda realidad o rechazarla para hacer posibles nuevos horizontes, casi podemos aventurar que quien más acierta es quien menos claro lo tenga.
Desafortunadamente, a las dificultades teóricas de nuestros debates se une a veces una posición moralista según la cual, si tú y yo no estamos de acuerdo, no es solo que alguna de ls dos se equivoque, es que o bien tú o bien yo no somos “verdaders” feministas, o no lo suficiente...

Pero el feminismo siempre ha sabido albergar diferencias, esa es su grandeza. Por eso hablamos también de "feminismos", en plural, como el espacio político donde cada cual encuentra el apoyo que necesita para hacer camino, citando a Assia Djebar, "a cotè de", junto a ls otrs.


Los debates feministas son a menudo muy complejos, tenemos derecho a dudar, discrepar, debatir... y a hacerlo con el apasionamiento que da saber que nuestra lucha es fundamental para que el mundo sea un poco mejor, un poco más habitable y disfrutable. A lo que no tenemos derecho, porque todavía queda mucha tarea por delante, es a olvidarnos de todo lo que nos une, de las muchas razones que nos hacen salir a la calle cada 25 de noviembre, cada 8 de marzo, de todas las urgencias de la lucha feminista que son consensos y que reclaman que, después de dudar, discrepar y debatir lo que haga falta, nos arremanguemos de nuevo y volvamos a dar la batalla, codo con codo.


En Andalucía, las urgencias son tantas y las resistencias, tan poderosas, que sin esa unión corremos el peligro de una regresión que ya se está orquestando desde la extrema derecha. El famoso “pin parental” es toda una declaración de intenciones contra las reivindicaciones feministas. En una tierra que el año pasado encabezaba el listado de asesinatos machistas, que es la 3ª comunidad con mayor brecha salarial y al alza, no podemos permitir que las discrepancias nos distraigan más de lo preciso.
Por fortuna, eso no va a pasar: ya hemos superado en el pasado otros debates difíciles y hemos demostrado que sabemos volver a encontrarnos y unir fuerzas siempre que es menester.

Firmado por Colectivo Andalucía y Democracia

Publicado en diversos medios el 08-03-2021

jueves, 4 de marzo de 2021

Doña Elena y doña Cristina ya se han vacunado


Hoy he acompañado a mi madre a un centro de salud en Granada donde había sido citada hace días para vacunarse. Mi madre tiene más de 80 años, está bien, contenta de tener puesta ya la primera dosis. Como mi madre, y esto me ha producido una emoción vibrante, una cola ordenada y diáfana, de abuelos y abuelas, acompañadas de sus hijos e hijas, entraban sin prisa y sin pausa en el recinto sanitario. En sus caras relucía el sosiego. A la salida del circuito de vacunación el sosiego ya era alegría y esperanza. Si un año de limites y encerronas para la juventud es una pérdida, para nuestros mayores un año con la muerte al acecho es un robo.

Antes que nuestros mayores, en un orden racional, científico y razonable en función de las vacunas disponibles, se ha dispuesto por las autoridades sanitarias competentes que se vacune primero al personal sanitario de primera línea, a quienes que tanto debemos. Después, personas con salud delicada y profesionales que tratan necesariamente con grupos amplios, personal docente o relacionado directamente con el alumnado, sanitarios, policías, bomberos y otros grupos similares. Se trata de proteger la vida individual, también de mitigar el contagio, se trata de protegerte y protegernos.

La civilización es eso, cuidarnos mutuamente cuidando antes a quienes más lo necesitan. Ciencia y cooperación, cultura y Estado. Así hemos llegado hasta aquí, avanzando a duras penas contra el ocultismo y la codicia, contra la ignorancia y la barbarie. Así hemos reconocido la democracia, los servicios públicos de salud, la sanidad universal, las vacunas para todos y todas, como productos políticos para el bien común, forma suprema de proteger el bien individual, nuestras vidas. La concepción republicana de la sociedad no es más que la protección del individuo mediante instituciones y procedimientos colectivos ante los que todos y todas somos iguales.

Las infantas doña Elena y doña Cristina son hermanas del rey de España, don Felipe VI por parte de padre y madre, quiera él que no quiera. No se puede decir que no pertenecen a la familia real, a ver si la genética va a servir para heredar el trono y no para definir los vínculos familiares. Doña Elena y doña Cristina son hijas del rey emérito (poco encaja el adjetivo), se han educado en la misma familia. Al vacunarse antes, al saltarse la cola, probablemente pagando porque pueden, las hijas y hermanas de reyes han actuado haciendo uso del privilegio en el que crecieron.

Hoy una señora muy mayor sentada en un banco de alguna plaza de España, con el móvil en la mano por si recibía una llamada para la vacunación, preguntada por una periodista que qué le parecía que las infantas doña Cristina y doña Elena estuviesen ya vacunadas en Abu Dabi, ha contestado: “vergüenza les tenía que dar”. Pues sí, pero con la vergüenza no se garantiza el trato justo ni la equidad.

Quienes defienden la libertad para elegir educación privada, concertada o pública, salud privada o pública o cualquier otro servicio esencial, son los mismos que defienden eliminar los impuestos progresivos, bajar más los impuestos a los ricos, privatizar los servicios esenciales, como se ha hecho en España con luz, agua, telefonía, entregar a fondos privados residencias de mayores o servicios de seguridad, cuidados a la dependencia o paquetes enormes de vivienda pública; los mismos que no quieren regular el precio de los alquileres, los mismos a quienes el dinero les da la libertad para colarse y ser los primeros en todo, aun habiendo gente que lo necesita más, los mismos que envían a sus hijos, como a doña Leonor, a “prestigiosos” colegios extranjeros para luego presumir de “preparaos”. Su libertad es nuestra desigualdad

Si algo nos enseña la vacunación privada de las infantas reales doña Elena y doña  Cristina es que solo la res pública garantiza la auténtica libertad, porque no hay libertad sin equidad.

martes, 2 de marzo de 2021

Pandemia y Ecología

Febrero ha sido el mes con más muertes por covid-19. Se divulga que la cepa británica tiene mucho que ver. Bueno, habrá que esperar a ver si es la cepa británica la responsable del récord negro o la responsabilidad es del tema estrella de noviembre y diciembre, "salvar la Navidad”, oponiendo salud a economía.

Recordemos aquellos debates centrales de noviembre y principios de diciembre pasados sobre el número de comensales a las mesas de casas y restaurantes, sobre el número de burbujas o unidades de convivencia, sobre si se abren los desplazamientos entre regiones, provincias o ciudades o se prohíben, sobre la hostelería y la hotelería, sobe los horarios comerciales. Sobre si la culpa es del gobierno central, del autonómico o del cha cha cha.

Hechos. Hay una amenaza invisible, no se ve pero se nota con retardo, le gente enferma, alguna lo pasa mal y una parte importante muere. Lo que no se ve en tiempo real se ignora aunque se note en diferido. Cuando se nota la gravedad, es tarde para reparar el daño. Si alguien dice que lo mejor es tomar medidas drásticas, están quienes dicen que con esas medidas no pueden vivir porque su economía se desmorona. Es verdad, si las instituciones de poder no intervienen dando dinero directamente, las empresas se resienten y algunas desparecen, las y los trabajadores se empobrecen y las familias sufren.

El proceso tiene un enorme parecido con el calentamiento global y sus efectos, o con la contaminación de todo tipo y sus efectos, o con la destrucción y agotamiento de recursos naturales y sus efectos. Los daños se notan tarde, cuando se notan, rectificar es muy costoso o imposible. Algunos efectos son gravísimos y producirán otros aún más graves. Si la ecología dice que hay que tomar medidas drásticas ya, para paliar y frenar la destrucción porque nos va la vida en ello, están quienes dicen que no podrán vivir si se toman esas medidas. El chantaje entre empleo y protección ambiental ha sido recurrente desde la aparición de las primeras luchas ecologistas. El movimiento ecologista que lucha para proteger nuestra condición de posibilidad para vivir mínimamente bien, para proteger la tierra, el aire y el mar, ha sufrido y sufre la misma incomprensión que quienes para luchar contra la pandemia han pedido medias de estado fuertes e inversiones rápidas y sin miramiento en personas y empresas.

El resultado de no salvar el planeta será peor que el de salvar la navidad. No se podrán salvar vidas cuando no haya vidas que salvar. Por eso la oposición electiva entre economía o vida, es una trampa mortal, como lo es la oposición entre protección ambiental o empleo. La pandemia nos ha dado unas cuantas lecciones de ecología que no debemos olvidar. En síntesis, que la economía, la administración productiva de nuestro hogar planetario, ha de adaptarse a la ecología la ciencia de los ecosistemas que hacen posible la vida. ¿Aprenderemos?

domingo, 28 de febrero de 2021

Andalucía 2021, horizonte federal

Por Colectivo Andalucía y Democracia

El 28 de febrero de 1980 el pueblo andaluz, que se constituyó como tal en las calles el 4 de diciembre de 1977, ejerció el derecho a decidir en la etapa democrática abierta con la Constitución de 1978. Hace cuarenta y un años de aquel referéndum en el que logramos colectivamente que Andalucía fuese nacionalidad histórica, siguiendo el procedimiento de su artículo 151. Nuestra capacidad de autogobierno, nuestro patrimonio constitucional, es fruto de una épica política popular y pacífica que vinculó derechos y libertades con la idea de progreso colectivo.

Nadie como Carlos Cano condensó mejor el significado de la autonomía para el pueblo andaluz. La murga de los currelantes dejó en los aires de Andalucia los motivos por los que el viento ondea la verdiblanca: “María, coge la rienda la autonomía, Marcelo, que los paraos quieren currelo… El mecanismo tira p´alante de la manera más bonita y popular, s´acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital, pan y alegría nunca nos farten, que vuelvan pronto los emigrantes, haya cultura y prosperiá.”

La derecha que se opuso al referéndum pidió el no, para evitar que Andalucía aspirase a ser como la que más en el marco constitucional de lo que vino a llamarse estado autonómico, lo hizo con el lema “Andaluz, este no es tu referéndum”. Los herederos ideológicos de aquella derecha gobiernan hoy Andalucía, con el apoyo de la herencia de la dictadura genocida franquista que hizo de lo andaluz un esperpento servil. El pueblo que no defiende su libertad, su capacidad de gobierno, acaba esclavizado.

Vivimos otros tiempos. La crisis de 2008 se cebó en Andalucía con mayor virulencia que en el resto de comunidades autónomas destapando, por un lado, los defectos estructurales de nuestro sistema económico y, por otro, nuestra subalternidad política de decisiones tomadas por el poder central y las instituciones europeas en lo que llamaríamos etapa neoliberal de recentralización y concentración del poder.

De repente, con la crisis metabólica mundial del sistema capitalista, manifestada por el derrumbe financiero rescatado por el estado sobre las espaldas del mundo del trabajo y la reducción de la calidad de los servicios púbicos, Andalucía comprobó que una economía basada en el turismo de masas y la construcción, con sus consiguientes daños ambientales, territoriales y sociales, empleo precario, escasa industria, agricultura extensiva, extractiva y medioambientalmente insostenible, es altamente sensible a las crisis sistémicas.

Dos son a nuestro entender las causas históricamente próximas de la reducción de la autonomía andaluza a la dependencia política respecto de los gobiernos del estado y respecto de las políticas neoliberales europeas. Por un lado el proceso de recentralización intenso de las decisiones políticas sufrido a raíz de la crisis de 2008. Un proceso que impuso las reformas laborales lesivas para el mundo del trabajo, la práctica desaparición de la banca privada o pública anclada sobre intereses de los actores sociales y económicos de raíz andaluza, la legislación fruto de la reforma del artículo 135 de la CE pactada a espaldas del debate por las cúpulas del PSOE y del PP, que limitó la autonomía municipal y la soberanía autonómica tanto en políticas fiscales como en políticas económicas e inversoras. Por otro, la docilidad con la que tanto los gobiernos anteriores del PSOE, especialmente el último con el apoyo de Ciudadanos, aceptaron la desgracia diferencial de Andalucía en todos los indicadores sociales y económicos respecto de del resto de comunidades del estado y Europa. Bajo la expresión “lealtad institucional” se ha escondido en Andalucía el sometimiento del poder político andaluz a poderes centralistas residenciados en Madrid, poderes que ven Andalucía como un territorio colonial del que extraer plusvalías destruyendo territorio, medio ambiente, servicios públicos (privatizaciones) e inversiones sin retorno, ni fiscal ni inversor, hacia nuestro pueblo.

Es indudable que el poder en España está híper dimiensionado en Madrid, una provincia con verdadera independencia política por efecto de la capitalidad y la concentración de domicilios fiscales, dada la proximidad de sus cenáculos a la redacción del Boletín Oficial del Estado. Es indudable que España tiene varios problemas graves de carácter territorial, el centralismo aludido, la tensión de las ansias de soberanía del pueblo catalán, la España vaciada fruto de los agujeros negros extractivos de capital económico, natural y humano de la capital del estado y de las capitales autonómicas, la desigualdad territorial señalada por todos los indicadores de empleo, pobreza e industrialización que se ha visto ampliada por la crisis de 2008 y, este último año, por la crisis de la pandenia, y, por último pero no menos importante, una desigualdad fruto de una concepción radial del estado que concentra el peso de todos los poderes en el centro. Un centro, que sin ser el único, se ha convertido en el mayor foco de corrupción empresarial, institucional y mediática de España.

La crisis de la pandemia ha cogido al pueblo andaluz en una clara posición de debilidad política. Sabemos que aquel andalucismo transversal de finales de los  años 70 y principios de los años 80, que logró situar la cultura andaluz, el acento andaluz, como palanca de progreso sigue ahí, se empieza a llamar tercera ola andalucista. No hay más que ver, oír y sentir la pujanza de nuestras manifestaciones creativas, cine, ciencia, arte, cante, copla, pensamiento, literatura, teatro, rap, rock, o flamenco gozan en Andalucía de la misma o más potencialidad expansiva que entonces. También sabemos que Andalucía no es su gobierno, ni necesariamente sus organizaciones políticas, mucho menos aquellas que intentan enterrar la bandera andaluza para enterrar su significado. La sociedad civil organizada en asociaciones, plataformas, fundaciones, grupos de interés, el sindicalismo y el empresariado andaluz, el feminismo y el ecologismo, las organizaciones agrarias, tienen, tomadas una a una, potencia y ganas de trabajar por Andalucía, de hacer que desde sus raíces en pueblos, ciudades y comarcas, crezcan iniciativas productivas que apalanquen la economía al territorio, que cuiden el medio ambiente, que sean igualitarias entre mujeres y hombres, y que den trabajo aquí para que nadie se tenga que ir.

Tarde o temprano el Estado español avanzará hacia un modelo federal que incrementará la soberanía de aquellos territorios que estén dispuestos a ser dueños de su futuro en el marco de acuerdos federales. El federalismo es la síntesis contingente histórica de soberanía y cooperación. El federalismo es la distribución del poder entre el pueblo y entre los pueblos. Andalucía no puede quedarse atrás en esta evolución política que necesariamente va a vivir España si es que de verdad se piensa que podemos vivir juntos y juntas en la diversidad democrática. El 28F de 1980 nos iban en el sí a la autonomía las libertades, el pan, el trabajo, la salud y la educación, la cultura popular y la vuelta de las y los emigrantes que quisiesen regresar.

En estos tiempos nos va lo mismo, ahora para ser soberanos y soberanas de nuestras potencialidades productivas fijadas al territorio. Sin federalismo hacia afuera y sin federalismo dentro, los motivos para la indignación y la lucha fragmentada se incrementarán. Esos motivos pueden convertirse en una pelea interna entre intereses andaluces, que nos hagan perder fuerza colectiva si no se articula un proyecto de país andaluz. Jaén, y Linares, están en lucha por el hastío y el abandono de los poderes políticos, Cádiz y Sevilla en riesgo de seguir perdiendo industria y multinacionales como ABENGOA, Almería necesita un plan para hacer compatible la agricultura con el medio ambiente ganando valor añadido, Granada no puede sufrir más expolios de órganos y poderes centralizando en Sevilla las decisiones y la gestión, Málaga necesita diversificación económica, Huelva reconversión industrial sin destrucción de empleo, Córdoba un fuerte mercado interno andaluz para su industria agroalimentaria y una apuesta por la producción ecológica. Y todas las provincias y comarcas andaluzas necesitan verse incardinadas con justicia y equidad en un proyecto de ámbito andaluz.

Está en manos de las y los andaluces, de la sociedad civil y de las organizaciones políticas, sindicales y empresariales, ayudar y cooperar para construir un proyecto federal para Andalucía capaz de defender nuestros intereses territoriales en el estado y en Europa. Los fondos de nueva generación europea han de servir a nuestra tierra para, sin alimentar crack sistémicos, hacer reformas estructurales de fondo en nuestro modelo productivo. La administraciones autonómicas y municipales han de potenciar los servicio públicos y el empleo de calidad en ellos; no hay pueblo político sin una buena administración de estado. Las inversiones públicas han de convertir los gastos de los servicios públicos en motores de la economía productiva fijada al territorio, bajo parámetros ecológicos, sociales y de igualdad de género. Si es preciso introduciendo participación pública en empresas privadas o directamente mediante empresas públicas.

Pensamos en líneas fuerza para preparar el futuro de Andalucía, que nada tiene que ver con insistir en el turismo y la construcción tal y como los conocemos. Pensamos en reindustrialización verde y tecnológica, pensamos en la producción de valor añadido con el conocimiento acumulado en nuestras universidades, pensamos en la vinculación entre de salud y ecología, con producción agroganadera e industria agroalimentaria, pensamos en la desconexión progresiva de los combustibles fósiles y la conexión al sol facilitando cluster tecnológicos de fabricación de componentes para la producción, distribución y comercialización endógena de energías renovables con capacidad de exportación de excedentes. Pensamos en la potenciación de la industria cultural andaluza en todas sus variantes y manifestaciones. Pensamos en inversiones para la rehabilitación patrimonial y energética de infraestructuras y núcleos urbanos. Pensamos en redes de ferrocarril que comuniquen nuestras ciudades y comarcas. Pensamos en la economía de los cuidados. Pensamos en que el valor añadido se reinserte en Andalucía con una fiscalidad adecuada y una primacía de las empresas radicadas en nuestro territorio.

El gobierno de la Junta de Andalucía y el parlamento andaluz, sede de nuestra soberanía popular, han de dejar de ser un gobierno gestor para pasar a ser un gobierno impulsor político interno y externo de estos cambios imprescindibles. Al igual que en la transición a la democracia la demanda de autonomía era imagen de libertades, derechos y progreso, la demanda federal ahora es símbolo de una Andalucía posible menos dependiente de avatares externos sobrevenidos. No caigamos en más trampas como la del “a por ellos”. Por sí, por Andalucía, es preciso que las y los andaluces nos arremanguemos para construir un horizonte popular sobre la base de un republicanismo cívico y democrático. Ese horizonte no puede ser más que un horizonte federal.

Colectivo Andalucía y Democracia

domingo, 21 de febrero de 2021

Contra infundio, perseverancia


Borrasca es un viejo tema recuperado por el malagueño Toni Zenet que comienza así: Cuando se nuble nuestro limpio cielo, cuando aparezca en nuestro amor borrasca, hay que salvar la tempestad, y entonces esperar a que una nueva paz renazca. Cuando empecemos a sentir cansancio, y se confundan dicha y sentimiento, lo conveniente es meditar, no sea que después lloremos de arrepentimiento. Pueden oírlo entero aquí. Borrasca podía haber sido el título de este artículo.

La cabezonería de la que tachaba la ministra de hacienda María Jesús Montero al vicepresidente Pablo Iglesias nos es otra cosa que perseverancia. Perseverar tiene una etimología latina que tiene que ver con mantener en tensión la búsqueda de la verdad. Ser perseverante requiere convicción. La convicción de Pablo Iglesias en el liderazgo de Podemos, refrendado masivamente en todos y cada uno de los procesos internos y en todas y cada una de las decisiones importantes, llevó a Unidas Podemos al Gobierno de España. Un bien preciado después de un año de pandemia si se constata que todas y cada una de las medidas de protección social y empresarial han llegado hasta donde han llegado gracias al empuje, perseverancia, del socio minoritario de la coalición de gobierno. Que era y es necesario ir a más, por supuesto, para eso se está en el Gobierno y se empuja desde fuera del Gobierno. Perseverancia.

Desde el origen de Podemos, la perseverancia ha tenido como principal opositor al infundio. Infundio tiene una etimología latina que tiene que ver con lo que no tiene fundamento. El infundo es una mentira, una patraña, una calumnia. El infundio es lo que no está fundamentado por mucha alegoría investigadora que haga la policía o la justicia, y por mucha primera plana de los medios de comunicación en poder de quienes les interesa que se fabriquen los infundios. Si la perseverancia es el empuje de la verdad, el infundio es su freno.

Sin perseverancia de Podemos, el PSOE liderado por Pedro Sánchez en 2016 hubiese pactado con Albert Rivera, entrando en la misma espiral autodestructiva a la que llevó Susana Díaz al PSOE andaluz. Sin perseverancia de Pablo Iglesias al no permitir que Pedro Sánchez gobernase con Ciudadanos y al mostrarle el espejo en el que las bases orgánicas del partido querían mirarse, el espejo del podemismo, el actual presidente del Gobierno no le hubiese dicho a Jordi Évole lo que le dijo en aquella, ya histórica, entrevista. Sin ese espejo perseverante, Sánchez nunca hubiese ganado a Díaz.

Con perseverancia, en medio de un océano de infundios desde 2014, en medio de fuertes marejadas internas provocadas por quienes no admitían su derrota en procesos internos y no conocían la virtud de la paciencia, en medio del acoso personal y familiar, Unidas Podemos, con el liderazgo de Pablo Iglesias, articuló una mayoría para la moción de censura que expulsó a Rajoy tras la sentencia de la Gürtel en 2018, una mayoría en la que no creía el PSOE de Pedro Sánchez.

La misma perseverancia que demostró, tras la repetición electoral de las elecciones de abril de 2019 en noviembre del mismo año, que “con Rivera no” era solo posible porque a Pedro Sánchez no le dieron los números con Ciudadanos. La misma perseverancia que ha permitido sumar una increíble mayoría para aprobar los Presupuestos Generales del Estado articulados sobre la España progresista, de izquierdas y plurinacional.

Y si perseverancia es empeñarse en la verdad, esa perseverancia permitió a En Comú Podem unos relativamente buenos resultados en Cataluña. Resultados que, dada la coherencia en la defensa de una salida de la crisis por la izquierda con derechos democráticos fortalecidos y una salida dialogada no unilateral del conflicto territorial, evitando los vetos cruzados, convierten a En Común Podem en objeto del deseo de todas las partes que pueden formar gobierno. Es la perseverancia que denunció en plena campaña electoral catalana que la democracia española está alejada de los referentes de normalidad de la Unión Europea. Anormalidad que en esos mismos días vino a certificar la orden de entrada en prisión de un rapero por unas letras y un puñado de tuits.

Perseverancia que volvió a manifestarse en todo su esplendor en el discurso de vicepresidente Iglesias en la sede de la soberanía popular española cuando dibujó la verdad del poder de los medios de comunicación en España, el poder de los ricos para manipular la opinión pública y conformar la opinión de la gente común. Las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la plena normalidad democrática y su discurso sobre el poder mediático, en el contexto histórico de detenciones, condenas y multas por ejercer la libertad de expresión, ha tocado el hueso franquista de la democracia española. Ahí dueleContra infundio, perseverancia.

Pero el infundio no da tregua a la perseverancia. El último infundio es que los liderazgos de Unidas Podemos no condenan la violencia en las protestas contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél. Falso, condenan toda forma de violencia venga de donde venga, destruya ojos de manifestantes o rompa escaparates, dispare con fuego real, apalee sin miramiento ni razón, o queme contenedores. No hay caminos para la paz, la paz es el camino debería estar escrito en el frontispicio de todas las movilizaciones y en el casco de quienes en los últimos diez años han sido educados bajo el lema del “a por ellos”.

Hay borrasca sobre la coalición de gobierno. Es preciso salvar la tempestad con perseverancia y convicción. Habrá ley trans, habrá ley para regular el precio del alquiler, habrá desactivación completa de las reformas laborales de Zapatero y Rajoy, habrá desmontaje de la ley mordaza, habrá eliminación del código penal de los tipos delictivos que cohíben y encarcelan la libertad de expresión, habrá gobierno en Cataluña, indultos y salida democrática dialogada, habrá todo eso y más porque hay un actor perseverante central que a pesar de los infundios mantiene al PSOE atado por la izquierda y a ERC atada a la salida dialogada.

Contra infundio, perseverancia; aguantar en el Gobierno hasta que la borrasca pase. ¿Tiene Sánchez otra salida sin llevarse por delante al PSOE en un momento en que no hay horizonte de gobierno alternativo por la derecha? No la tiene. Contra infundio, perseverancia.

lunes, 15 de febrero de 2021

Madrid no es España, España es Cataluña

Basta ver como ha quedado el arco del Parlament para comprobar que lo que más se parece a España es Cataluña. En el legislativo catalán se sentará la diversidad ideológica, la diversidad cultural identitaria, la plurinacionalidad, la concepción de una Cataluña y una España mayoritariamente democrática e, incluso, la tradición nacionalcatólica franquista. El Parlament es la Cataluña actual donde hay una mayoría que se parece mucho a la única España democrática posible, la plurinacional progresista que mira hacia la izquierda y que es mayoritaria dentro y fuera de Cataluña.

Dicen la mayoría de los grandes medios de comunicación que las elecciones catalanas las ha ganado el bloque independentista frente al bloque no independentista, al aumentar el número de escaños pasando de los 70 de 2017 a los 74 de 2021. No es así, en Cataluña no ha ganado el independentismo, ha ganado el soberanismo.

El matiz es muy relevante. ERC ha superado a Junts per Cataluña a pesar de sus posiciones de superación del procés unilateral, incluso podía haber superado al PSC del efecto Illa si no cae, por miedo escénico, en la trampa que le tendieron al final de campaña los postconvergentes con apoyo de la CUP. Entre las fuerzas independentistas gana la que más ha apostado desde que se formó el gobierno de coalición en España por la vía dialogada. Esperemos que ERC tome nota de que el camino del diálogo y la superación del unilateralismo le va bien y no le tiemblen las piernas para separarse de sus, hasta la semana pasada, socios de derechas herederos del Pujolismo.

JxCat se va a la tercera posición del pañuelo de cabeza debido a que sus escisiones, que también intentaban una salida dialogada no unilateral para volver a los viejos tiempos, PNC y PDCat, le ha hurtado el voto que daba a JxCat la victoria.

Salvador Illa, PSOE/PSC viene de un gobierno que acaba de aprobar unos PGE apoyándose en una amplia mayoría progresista, de izquierdas y plurinacional, un gobierno que defiende una salida política dialogada para Cataluña. En Comú Podem, quienes desde el no independentismo han defendido con más fuerza la vía del diálogo y el voto, no se desgastan ni por la acción del gobierno en España ni por el efecto Illa, ni por la subida de la CUP, ni por la relativa moderación independentista de ERC. La campaña de su candidata Jessica Albiach ha revelado que ésta, en el actual contexto y sumada a la credibilidad de Ada Colau y de Jaume Asens, es oro molido para los tiempos venideros. Albiach tiene por delante además de la tarea parlamentaria o de gobierno, según acaben las negociaciones, construir la organización territorial de la que carecen los Comunes fuera de Barcelona.

El bloque del mal llamado constitucionalismo ha salido muy mal parado, Vox a pasado por encima del PP de Pablo Casado y del Ciudadanos de Inés Arrimadas, metiendo a la derecha española en una profunda crisis existencial, no menor por anunciada. Como ha repetido en muchas ocasiones Pablo Iglesias, mientras Vox sea el director de orquesta de la derecha española, la derecha no gobernará España porque no hay mayoría posible que fuerce un modelo de España centralista que anule las múltiples diferencias culturales, ideológicas e identitarias que la pueblan.

Lo que nos dicen las elecciones catalanas es que la España democrática es muy parecida a Cataluña y poco parecida al Madrid de Ayuso, Almeida y Casado por muchas banderas de España que lo inunden. Lo que nos dicen las elecciones catalanas es que gana el soberanismo, el pactismo, el “parlant la gent s'entén”.

Y, algo más, como escribo desde Andalucía, diré que no habrá elecciones anticipadas aquí consecuencia de los resultados de la derecha en Cataluña. Es verdad que el PSOE todavía no ha hecho aquí su particular operación Illa, la hará, pero Moreno Bonilla no va a arriesgar su gobierno con el PP hecho trizas en España, Ciudadanos desmoronado y Vox exultante. Los sucesos de Linares y la protesta de Jaén indican que Andalucía no tiene proyecto de país, el PSOE destruyó cualquier posibilidad de que lo tuviésemos. Una tierra tan grande y tan multipolar como Andalucía, sostenida culturalmente sobre redes de comarcas y municipios no puede permitirse no tener proyecto de país; sin proyecto en común aflorarán con más fuerza los agravios entre municipios y entre provincias alimentados por la actual estrategia madrileñista con sede institucional en Sevilla. Construir un proyecto de país articulado por la sociedad civil, el empresariado productivo y los sindicatos es el primer paso para que Andalucía tome la palabra como la está tomando Cataluña.

martes, 9 de febrero de 2021

Cataluña, seny, coherencia y honestidad


En PSOE de Sánchez, al igual que en el PSC de Iceta que representa electoralmente el exministro Illa, aún habita, esperando una nueva oportunidad el PSOE que dejó gobernar a Rajoy hasta la sentencia de la Gurtel,
 el mismo PSOE que asintió dócil cuando Zapatero modificó con Rajoy el artículo 135 de la CE para primar los intereses de la banca frente a los de la gente, y el que se sumó al toque de corneta de Felipe VI para consumar la aplicación de artículo 155 de la CE en Cataluña.

Al igual que las bases orgánicas del PSOE y el electorado más comprometido electoralmente con el PSOE y el PSC son más de Sánchez e Illa que de Susana Díaz, García Page, Lambán o Fernández Vara, dentro del consejo de gobierno de España hay una serie de ministros y ministras más proclives al cumplimiento del pacto del gobierno de coalición con Unidas Podemos frente a otros ministerios que parecen añorar al viejo PSOE de González, Guerra, Ibarra o Borrell.

Hay un PSOE/PSC que va a las elecciones por la izquierda, hablando de diálogo y consenso con sinceridad, pero luego hay otro que, si no tiene contrapeso en la sociedad civil o incluso dentro de un posible gobierno de coalición, se olvida del proyecto con el que se presenta a las elecciones y se deja llevar por los poderes económicos o, en Cataluña, por los poderes guardianes del centralismo radicado en Madrid.

Si no fuese porque Unidas Podemos está en el gobierno de España los ERTES por la pandemia no hubiesen sido masivos, el IMV, aún con su problemática, no se hubiese aprobado, las pensiones no se habrían indexado al IPC y el riesgo de que para calcularlas se utilizaran 35 años de cotización sería inminente, el SMI seguiría siendo muy miserables, la deconstrucción de la reforma laboral del PP, prometida por el PSOE en campaña, no se haría, los desahucios sin alternativa habitacional no estarían prohibidos, los cortes de suministro durante el estado de alarma tampoco, y así muchas cosas más que tienen que ver con derechos económicos, sociales, ambientales y de los consumidores. Tampoco la superación del problema político territorial catalán mediante el diálogo frente a la represión o la imposición seria una alternativa real a la vista de los vetos cruzados del PSC y ERC.

Sánchez e Illa tienen que entenderse internamente con el PSOE de Borrell, Calviño, Robles, Calvo o Marlaska. Por eso si no tienen una buena tensión por la izquierda, ni habrá diálogo serio en Cataluña para salir del callejón sin salida de la vía unilateral, ni el dinero de next generation europeo llegaría a las PYMES, autónomos y mundo del trabajo como deberá llegar, ni se actuaría legislativamente contra las cloacas, ni se avanzaría en leyes de igualdad y trans, ni se acabaría con la ley mordaza, ni iría en serio la modificación del código penal para eliminar o reformular los delitos de rebelión y sedición para que no puedan ser utilizados contra actos políticos, sin valor jurídico, bien de autoridades o bien de la sociedad civil, ni estaría sobre la mesa la posibilidad real del indulto a los presos políticos catalanes. Basta ver los debates y tensiones para que se cumpla el acuerdo de gobierno de coalición en España, para hacerse una idea de quienes quieren cumplir de verdad y quienes andan, unas veces por A y otras por B, frenando la acción de gobierno para que se cumpla el pacto.

Las elecciones catalanas son clave para España, y la fortaleza con la que salga En Comú Podem aún más relevante para Cataluña. En Comú Podem es la única fuerza política que no ha ocultado nunca sus cartas, al igual que Unidas Podemos, la única que es capaz de impulsar un acuerdo político que supere la unilaterialidad del independentismo y el españolismo irredento del que también ha formado parte el PSC junto con PP, Ciudadanos y Vox. Todas las demás fuerzas que se dicen, y se reconocen como progresistas por el electorado catalán, han actuado sin coherencia, más en función del momento y de intereses partidistas que de lo que conviene al pueblo catalán. ERC ha obstruido en más de una ocasión la salida dialogada, igual que el PSOE/PSC de Illa, Calvo y Robles; la CUP ha preferido a la derecha catalana partícipe de la corrupción del 78 antes que un consenso político de izquierdas para el diálogo territorial sin que pierdan las mayorías sociales del pueblo catalán al que dicen defender.

Si los parámetros para decidir el voto en Cataluña del votante progresista y de izquierdas, catalanista a tope o con matices, fuesen la solidaridad, la libertad, la coherencia y la honestidad discursiva, nos cabe duda que En Comú Podem sería la opción. La campaña sensata, el seny catalán que está defendiendo Jessica Albiach cuadra con el comportamiento histórico de Ada Colau en Barcelona y con las posiciones absolutamente democráticas de Pablo Iglesias en el estado y en el gobierno de España. Yo no lo dudaría, Albiach está haciendo una gran y sincera campaña electoral.