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jueves, 24 de diciembre de 2020
Lo que diga el Rey
martes, 22 de diciembre de 2020
Calviño es Rivera en el Gobierno
La noche electoral del 28 de abril de 2019 la bases del PSOE coreaban “con Rivera no”. Recelaban de su líder desde el minuto cero de la nueva legislatura. Las mismas bases que habían aupado a la secretaría general del partido a quien ya era presidente del Gobierno, gracias a la moción de censura contra Rajoy cuya mayoría estructuró Pablo Iglesias, ya desconfiaban con los resultados en caliente.
Los meses posteriores, el veto a Pablo Iglesias y aquel no poder dormir si entraba en el gobierno, demostraron que quien mejor conoce la costumbre de las altas cumbres del PSOE de decir Diego donde dijeron Digo es la militancia socialista; la misma militancia que entregó la confianza a un Pedro Sánchez podemizado. Había motivos recientes, las elecciones de 2015 y su repetición de 2016. Memoria.
Y ocurrió. La querencia de Pedro Sánchez a pactar con Ciudadanos forzó la repetición electoral en 2019. Después de abril volvimos a votar el 10 de noviembre. La resistencia de Unidas Podemos, la demolición del voto de Ciudadanos y la irrupción de Vox a lo bestia impidió que Sánchez volviera a las andadas. Para enero de 2020 teníamos gobierno de coalición con Pablo Iglesias de vicepresidente. Sánchez no tuvo alternativa.
La historia de los liderazgos del PSOE desde Felipe González explica porqué sus bases desconfían de sus líderes. El PSOE llega al gobierno por la izquierda y gobierna por la derecha. Funcionó hasta que la crisis de 2008 puso al descubierto al neoliberalismo y sus radicales intenciones contra los servicios públicos y los derechos que garantizaba el estado. A partir de ese momento y, sobre todo, tras la deconstrucción del bipartidismo monárquico con la irrupción de Podemos, la táctica de llegar por la izquierda y gobernar por la derecha es para el PSOE autodestructiva. Andalucía es el ejemplo, las consecuencias del pacto de Susana Díaz con Ciudadanos están a al vista.
Llegar por la izquierda y saltar a la derecha no muestra las dos almas del PSOE, la socialdemócrata y la liberal, desvela la substancia del modo en que este partido desde la transición ha servido a los poderes económicos herederos del franquismo.
Aprobados de hecho los PGE, Nadia Calviño con el visto bueno de Pedro Sánchez está liderando dentro del Gobierno de coalición al viejo neoliberalismo de los recortes. La ministra Calviño quiere impedir que se continúe con la senda de subida del SMI, que aún sigue en España muy por debajo de las recomendaciones de la UE. La ministra Calviño empuja y apoya al ministro Escribá para contabilizar 35 años de cotización con objeto de bajar las pensiones.
¿A quién sirve Nadia Calviño? ¿Por qué desde su Vicepresidencia de Asuntos Económicos actúa como sustituta del Albert Rivera que pudo ser vicepresidente? Creíamos Calviño iba a ser una buena interlocutora económica en la UE y resulta que ha devenido más reaccionaria que Merkel, ahora que la presidenta alemana, la Comisión Europea el FMI y el BCE impulsan políticas para aumentar el poder adquisitivo de las mayorías, las empresas y los autónomos. Si Sánchez toma el camino que le indica Calviño y no atiende la letra del acuerdo con UP y las demandas de los sindicatos y los jubilados, ni sus bases, ni su electorado, ni mucho menos la oposición o el empresariado le ayudaran a mantener el poder y, lo que es peor, el PSOE se volverá a llevar por delante las ilusiones de cambio progresista de las mayorías sociales. La memoria política existe, no está el PSOE para volver a engañar a su electorado.
martes, 8 de diciembre de 2020
Andalucía, un nuevo anhelo de mar
Andalucía, flashback de diciembre
Se cumplen dos años de la entrada de Vox, el neofranquismo organizado como partido, en el parlamento andaluz. El resultado de las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018 permitió a la derecha partida en tres, PP (26) - Ciudadanos (21) -Vox (12), investir a Juan Manuel Moreno Bonilla presidente de Andalucía con los peores resultados del Partido Popular en la historia electoral andaluza. Cayeron treinta y seis años de gobierno ininterrumpido del PSOE desde 1982.
También esta primera semana de diciembre se cumplen cuarenta y tres años de la constitución de Andalucía como pueblo en las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Las calles de las ocho capitales andaluzas junto con las de Barcelona, Madrid y Bilbao, respondieron en masa a la llamada del lema “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”. Dos millones de andaluces y andaluzas, la cuarta parte de las personas nacidas vivas, trabajaban, emigrantes, fuera de su tierra; un millón seiscientos mil en territorio español, casi un millón en Cataluña. Un éxodo de dimensiones bíblicas.
En diciembre de 1977 las campanas de la historia andaluza repicaron de alegría, fecundando la tierra para que el 28 de febrero de 1980 naciese el único pueblo político del estado español fruto de un referéndum constitucional en el que se ejerció el derecho a decidir. Cuarenta y un años después, el 2 diciembre de 2018 las campanas se acostaron con toque de ánimas.
Resumidamente tres son las causas de que el malestar que la sociedad andaluza arrastraba desde el inicio de la crisis de 2008, se manifestase en una configuración de voto impensable hasta el mismo momento en que se supieron los resultados de las elecciones de diciembre.
En primer lugar, en Andalucía nunca hubo bipartidismo. Los gobiernos de Susana Díaz fueron sumisos a los recortes del gobierno central sin plantar cara institucional desde el sur. La identidad del régimen del 78 que señaló la repolitización del 15M, tenía en Andalucía la faz monopartidista del viejo PSOE. Un partido afectado por el cáncer político y judicial de los ERES, cuya esclerosis se extendía por el tejido civil y empresarial andaluz. Las culpas del gobierno de Rajoy fueron en Andalucía las culpas del PSOE de Susana Díaz tras años de consolidación de una economía andaluza dependiente del turismo, la construcción y la hostelería a la que la crisis de 2008 afectó el doble que al resto del estado.
En segundo lugar, el principal frente del PSOE contra lo que supuso la irrupción de Podemos lo dirigió el susanismo. Podemos, el agente que desestabiliza el bipartidismo en España, que tradujo a la política institucional las demandas quincemayistas, fue para la entonces presidenta Susana Díaz más enemigo que la propia derecha económica neoliberal anidada en el gobierno de Rajoy. Por eso, viendo venir en 2014 el huracán Podemos, convocó elecciones anticipadas en marzo de 2015 con objeto de frenarlo en el territorio más desfavorable para las aspiraciones de tomar los cielos, Andalucía, donde la conciencia de izquierdas y andalucista, que había cobrado forma política e institucional entre diciembre de 1977 y febrero de 1980, fue aprovechada por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra para ganarla y adormecerla poniéndola al servicio del poder económico español y de la monarquía juancarlista, como bien se está revelando estos meses. Susana Díaz consiguió su objetivo, limitar la potencialidad de cambio de Podemos Andalucía, pactando su investidura con Ciudadanos. Conocida es la deriva derechista del PSOE andaluz que sacó a Pedro Sánchez de la secretaría general y lideró la abstención del PSOE en el Congreso para que el PP Gürtel siguiese gobernando.
En tercer lugar, la idea estratégica de fundar la coalición electoral Adelante Andalucía de cara a las elecciones del 2 de diciembre de 2018, heredera, en una percepción de onda larga, de la constitución de Izquierda Unida —Los Verdes— Convocatoria por Andalucía que llevó a Julio Anguita a obtener los mejores resultados históricos de la izquierda en Andalucía y España, al intentar romper la exclusiva identificación de la izquierda progresista andaluza, e incluso andalucista, con el PSOE, aunque aguantó muy bien la previsible caída electoral del espacio de Unidas Podemos que seguía siento atacado por el triángulo de las cloacas, fue incapaz de recoger la diáspora de voto que del PSOE se fue hacia Ciudadanos y la abstención, imposibilitando una posible mayoría parlamentaria que bloqueara la irrupción de la derecha en el gobierno andaluz. El “con Susana ni muerta” de Teresa Rodríguez que resonó durante la campaña electoral que lideró, junto con Antonio Maillo, acabó siendo un inhibidor de transferencia de voto del espacio electoral del PSOE andaluz al espacio de cambio que había sumado al andalucismo. La participación electoral bajó respecto de las elecciones de 2015 más de un 5% y afectó substancialmente al voto progresista y de izquierdas que se quedó en casa.
Las tres causas descritas, el malestar social fruto de la derechización del PSOE andaluz simbolizada en el momento cumbre en el que Susana Díaz se suma al “a por ellos” de las derechas, que luego se citarían en Colón, la enemistad estratégica manifiesta entre Susana Díaz y Teresa Rodríguez, junto con la percepción del electorado progresista y de izquierdas de que el voto del cambio por la izquierda no acabaría sentándose en el gobierno, abonaron las condiciones propicias para que por primera vez la derecha gobernase Andalucía.
Andalucía, dos años de derechas
Nadie en Andalucía podía imaginar que la noche del 2 de diciembre de 2018 los resultados electorales arrojasen la posibilidad de un gobierno tan de derechas. El candidato del PP a la presidencia del gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, no contaba con el apoyo de Pablo Casado, se había alineado con Soraya Sáez de Santamaría en las primarias para la sustitución de Rajoy. El PP acentuaba la cuesta abajo en los sondeos tras la demoledora sentencia Gürtel que provocó la moción de censura. Ciudadanos, con Albert Ribera en sus mejores horas, sonaba en ascenso a pesar del temperamento insulso de su candidato andaluz, Juan Marín, al que encumbró el PSOE de Susana Díaz.
¿Y Vox? Vox era un run run en la calle que la propia Díaz alimentó en su alineamiento explícito con la confrontación dura en el asunto catalán, y que utilizó en la campaña contra el PP, con la intención de partir el voto de la derecha. Pero la matemática de la ley d´Hont, que tanto había ayudado al monopartidismo andaluz, dejó de funcionar como era costumbre y entregó en las urnas, y en el incremento de la abstención, una configuración parlamentaria que investiría a la más aventajada de las opciones de derechas. Así fue como la gran maquinaria de poder de Andalucía, la Junta, cambio de manos, más por el hartazgo del voto progresista y de izquierdas ante un PSOE susanista entregado a la "lealtad institucional con Rajoy”, que por los méritos de la derecha.
PP y Ciudadanos formaron fácilmente gobierno con apoyo externo de un Vox obsesionado con destruir Canal Sur, promover la caza y los toros, y arrinconar cualquier atisbo de políticas contra el machismo y la desigualdad de género. Se repartieron Moreno, presidente, y Marin, vicepresidente, las competencias y los cargos con un lavado de cara de consejerías y delegaciones territoriales intrascendente. Olvidaron inmediatamente sus promesas de liquidación de la administración paralela, de oficina de lucha contra la corrupción, de mejora de la transparencia, y pasaron el año 2019 con la inercia de una Junta de Andalucía que navega sola gracias al empeño de las y los trabajadores públicos.
Moreno y Marín acentuaron la eliminación del impuesto de sucesiones y donaciones, tomando el camino de Madrid abierto por Susana Díaz y Ciudadanos. Continuaron los recortes en educación y salud, preparando las condiciones para potenciar la enseñanza concertada y ahondar en la privatización de la salud, sin mejorar las listas de espera ni aumentar las plantillas, para ir engordando la cuenta de resultados de la sanidad privada. En el primer año de gobierno andaluz a la pareja Moreno y Marín le bastó la estela del legado susanista. Ni un gesto para aprovechar las competencias que otorga el estatuto andaluz para mejorar la vida de la gente con políticas de vivienda, contra la pobreza y la precariedad, de cuidados, de movilidad sostenible, de energías renovables, de mundo agrario, de centros urbanos gentrificados, de conexiones ferroviarias o de reindustrialización. Así llegó 2020 y la pandemia.
En el momento más crítico de la primera ola, Moreno, Marín y Vox aprovechan para convalidar sin trámite parlamentario el decreto ley de 16 de marzo que modifica o deroga veintiún leyes y seis decretos para “simplificar trámites”. Una llamada a la ley de la selva, que elimina barreras de protección contra el urbanismo salvaje, la destrucción medioambiental o el patrimonio cultural andaluz, entre otras muchas para facilitar el libre albedrío de inversores extractivos que abonan precariedad y devastación. El decreto ley se convalidó sin trámite parlamentario en la diputación permanente del parlamento andaluz del 2 de abril, con las libertades civiles coartadas de facto para manifestar siquiera la protesta. Esta enorme modificación legislativa intenta volver a los tiempos de Jauja de un plumazo, cuando los excedentes de capital extranjero actuaron como veneno bulímico para engordar la construcción, hipertrofiar nuestra economía con el turismo y despreciar nuestro patrimonio cultural y natural.
Al fin del estado de alarma en junio, Moreno y Marín pasan un verano tipo ji ji ja ja, como si el virus fuese un mal sueño y solo importase el turismo y la hostelería. Marín en Sotogrande en un torneo de polo mientras ardía la sierra de Huelva; Moreno llega al mismo incendio cuatro días después de su inicio cuando ya había arrasado 10.000 hectáreas y se habían desalojado 3.000 personas. Un gobierno de veraneo que dejó la vuelta al cole en las manos voluntariosas de los cuerpos docentes, sin aprovechar los recursos inversores expansivos disponibles para desdoblar unidades e incrementar plantillas. Peor ocurrió con el sistema sanitario, ni se reforzó la plantilla, ni se prepararon suficientes rastreadores, ni se mejoró el sistemas de atención primaria.
Nunca habíamos vivido en Andalucía un gobierno tan inane. Tan inane que Andalucía ha desaparecido de las escena si no es para alinearse con las posiciones más centralista y reaccionarias, por ende antiandaluzas, del PP de Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso. Un gobierno alejado de la parte más vivaz, emprendedora y con ganas de mejorar la sociedad andaluza. Un gobierno que se encoge de hombros sin querer intervenir en Abengoa, la única multinacional con domicilio en Andalucía, poniendo en riesgo 8.000 empleos y abriendo la puerta para que se vaya a la comunidad valenciana. Un gobierno que ha expulsado a los sindicatos de la concertación y el diálogo para entregarse a los años cincuenta del siglo pasado que representa Vox. Un gobierno que se alinea en defensa del dumping fiscal del independentismo de derechas madrileño contra la armonización y la justicia fiscal, un gobierno al que no le importa el nuevo éxodo bíblico de andaluces y andaluzas cualificadas que sufre Andalucía desde 2008.
¿Algo que destacar del gobierno de Moreno y Marín? Nada, salvo que se llevan bien y puede que acaben compartiendo opción electoral. De momento han sacado adelante tres presupuestos con Vox demostrando que la derecha es, sin ningún misterio divino, una y trina. ¿Lo más grave? Han sacado a Andalucía del mapa mundi del futuro.
Andalucía, un nuevo anhelo de mar
Las causas, y las consecuencias, de la irrupción de un gobierno tan de derechas en Andalucía en las autonómicas del 2 de diciembre de 2018 son, resumidamente, la derechización del susanismo, su alianza estratégica con Ciudadanos y la tolerancia al PP de M. Rajoy y la Gürtel, al que otorgó dos años de venia desde 2016 hasta la moción de censura de junio de 2018, junto con el hastío del electorado andaluz de izquierdas que no veía el fin de los recortes tras la crisis de 2008.
Tampoco vio el electorado progresista que el voto de cambio por la izquierda fuese a sentarse en el gobierno andaluz, a la vista del discurso electoral de Adelante Andalucía que enarboló Teresa Rodríguez, ser dique de contención de la derecha sin sentarse en el consejo de gobierno andaluz con el PSOE. No parece buena idea llamar al voto, sabiendo que no vas a obtener mayoría, diciéndole al electorado que no es para gobernar sino para que el monopardismo andaluz siga campando a sus anchas. Lo contrario que hizo Podemos y Unidas Podemos en toda su trayectoria.
Los liderazgos parlamentarios del PSOE andaluz, Susana Díaz, y de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, hasta su expulsión reciente del grupo parlamentario al pasarse a un partido diferente de los que conformaron la coalición electoral, han coincidido en mantener posiciones diferenciadas de las de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La primera entregada al felipismo y la segunda contra la sola posibilidad de gobierno de coalición. Si lo peor que ha hecho el gobierno uno y trino de las derechas con Andalucía es sacarla del mapa del futuro al alienarla, subalterna, con la derecha centralista, esto no ha encontrado contrapeso en la “oposición” parlamentaria andaluza, la del PSOE por carecer de credibilidad, y la de Adelante Andalucia, o lo que queda, por estar en una profunda crisis destructiva.
Mientras la voz hegemónica de Andalucía es ahora de derechas, la voz de progreso de la izquierda andaluza, ante los importantes acontecimientos que están ocurriendo estas semanas, que han llevado a la aprobación de los PGE con mayoría abrumadora, está muy debilitada. Cuando ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Compromìs y otros suman para colaborar en una nueva dirección de estado de raíz democrática, hay quien en la izquierda andaluza enarbola la verdiblanca para debilitar a quien hasta antier era socio o la opción en la que cobró fuerza, al tiempo agita la arbonaida allende Despeñaperros con más victimismo que utilidad.
La fuerza con la que se han aprobado los PGE indica que, como ha dicho el presidente valenciano, Ximo Puig, en Barcelona, se puede avanzar en un federalismo práctico y justo sin necesidad de plantear una reforma constitucional para la que, hoy por hoy, no hay potencial de acuerdo suficiente con las derechas que están echadas al monte preconstitucional. Las autonomías, las nacionalidades y las naciones, (lo importante en el siglo XXI de la Europa interdependiente, es el grado de soberanía propia, cooperativa y compartida más que el substantivo con que cada pueblo se identifique), cuya voz hegemónica sea contraria a ese impulso federal, quedarán rezagadas y subalternas del efecto extractivo de la capitalidad madrileña.
Por eso es tan importante que la voz política hegemónica andaluza se alinee con este nuevo impulso de progreso, y se sume a su liderazgo. Es lo que ocurrió en la transición a partir de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Esta vez nos coge con el pie cambiado, con un gobierno reaccionario que usa la Junta de Andalucía como oficina de gestión de intereses ajenos a nuestra tierra. Con esta perspectiva territorial progresista, federal y de calado republicano deberían trabajar las izquierdas andaluzas buscando una alianza táctica para defender los intereses andaluces y reforzar, bajo demanda, las políticas progresista del gobierno de coalición. Otra cosa es seguir en la Andalucía colonia de Madrid, perpetuando el atraso estructural que nos separa de la media española y la media europea.
El año próximo el PSOE andaluz acometerá su renovación estratégica. Como hizo a partir de 1977, sabrá leer la fuerza política de la identidad cultural andaluza. No es seguro que no vuelva a utilizarla para desactivar su potencial emancipador. Tiene el PSOE andaluz tres cosas reconocibles para afrontar la tarea renovadora: afianzamiento territorial, capacidad de lectura estratégica y mecanismos para definir un fuerte liderazgo. Lo hará, pero en la memoria reciente del electorado andaluz está su falta de credibilidad, eso le impedirá volver al gobierno si el flanco izquierdo sigue desestructurado y ayuno de proyecto de izquierda andalucista en común. Convendría que, con el fin de darle la vuelta a Andalucía, se recuperase en ese flanco un mínimo de cohesión y de sentido histórico. Convendría parar la máquina del conflicto y cultivar un debate sobre el papel del pueblo andaluz, de la sociedad civil y de la izquierda andaluza y andalucista, en los tiempos venideros.
Del otro lado, para que un proyecto político con ambición de estado pueda autodenominarse federalista y plurinacional, y ser creíble, habrá de considerar Andalucía como una componente más de ese haz de naciones que nos recuerda Xavi Domenech en su último libro. Se ganó en referéndum el 28 de febrero de 1980. Considerarla y actuar en consecuencia, gestos y hechos.
Hoy es 4 de diciembre, día nacional de Andalucía, la izquierda andaluza tiene memoria, es imprescindible ponerla al servicio de la causa del pueblo andaluz, la justicia universal, por sí, por España y la humanidad, letra del himno de Andalucía. Las condiciones materiales, geográficas, geopolíticas y formativas de las y los andaluces son inmejorables para alumbrar un futuro cuya voz hegemónica no sea la del PP, Ciudadanos y Vox. Pongámonos a construir un nuevo anhelo de mar.
viernes, 4 de diciembre de 2020
Andalucía, un nuevo anhelo de mar - 3 de 3
Las causas, y las consecuencias, de la irrupción de un gobierno tan de derechas en Andalucía en las autonómicas del 2 de diciembre de 2018 son, resumidamente, la derechización del susanismo, su alianza estratégica con Ciudadanos y la tolerancia al PP de M. Rajoy y la Gürtel, al que otorgó dos años de venia desde 2016 hasta la moción de censura de junio de 2018, junto con el hastío del electorado andaluz de izquierdas que no veía el fin de los recortes tras la crisis de 2008.
Tampoco vio el electorado progresista que el voto de cambio por la izquierda fuese a sentarse en el gobierno andaluz, a la vista del discurso electoral de Adelante Andalucía que enarboló Teresa Rodríguez, ser dique de contención de la derecha sin sentarse en el consejo de gobierno andaluz con el PSOE. No parece buena idea llamar al voto, sabiendo que no vas a obtener mayoría, diciéndole al electorado que no es para gobernar sino para que el monopardismo andaluz siga campando a sus anchas. Lo contrario que hizo Podemos y Unidas Podemos en toda su trayectoria.
Los liderazgos parlamentarios del PSOE andaluz, Susana Díaz, y de Adelante Andalucía, Teresa Rodríguez, hasta su expulsión reciente del grupo parlamentario al pasarse a un partido diferente de los que conformaron la coalición electoral, han coincidido en mantener posiciones diferenciadas de las de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La primera entregada al felipismo y la segunda contra la sola posibilidad de gobierno de coalición. Si lo peor que ha hecho el gobierno uno y trino de las derechas con Andalucía es sacarla del mapa del futuro al alienarla, subalterna, con la derecha centralista, esto no ha encontrado contrapeso en la “oposición” parlamentaria andaluza, la del PSOE por carecer de credibilidad, y la de Adelante Andalucia, o lo que queda, por estar en una profunda crisis destructiva.
Mientras la voz hegemónica de Andalucía es ahora de derechas, la voz de progreso de la izquierda andaluza, ante los importantes acontecimientos que están ocurriendo estas semanas, que han llevado a la aprobación de los PGE con mayoría abrumadora, está muy debilitada. Cuando ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Compromìs y otros suman para colaborar en una nueva dirección de estado de raíz democrática, hay quien en la izquierda andaluza enarbola la verdiblanca para debilitar a quien hasta antier era socio o la opción en la que cobró fuerza, al tiempo agita la arbonaida allende Despeñaperros con más victimismo que utilidad.
La fuerza con la que se han aprobado los PGE indica que, como ha dicho el presidente valenciano, Ximo Puig, en Barcelona, se puede avanzar en un federalismo práctico y justo sin necesidad de plantear una reforma constitucional para la que, hoy por hoy, no hay potencial de acuerdo suficiente con las derechas que están echadas al monte preconstitucional. Las autonomías, las nacionalidades y las naciones, (lo importante en el siglo XXI de la Europa interdependiente, es el grado de soberanía propia, cooperativa y compartida más que el substantivo con que cada pueblo se identifique), cuya voz hegemónica sea contraria a ese impulso federal, quedarán rezagadas y subalternas del efecto extractivo de la capitalidad madrileña.
Por eso es tan importante que la voz política hegemónica andaluza se alinee con este nuevo impulso de progreso, y se sume a su liderazgo. Es lo que ocurrió en la transición a partir de las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Esta vez nos coge con el pie cambiado, con un gobierno reaccionario que usa la Junta de Andalucía como oficina de gestión de intereses ajenos a nuestra tierra. Con esta perspectiva territorial progresista, federal y de calado republicano deberían trabajar las izquierdas andaluzas buscando una alianza táctica para defender los intereses andaluces y reforzar, bajo demanda, las políticas progresista del gobierno de coalición. Otra cosa es seguir en la Andalucía colonia de Madrid, perpetuando el atraso estructural que nos separa de la media española y la media europea.
El año próximo el PSOE andaluz acometerá su renovación estratégica. Como hizo a partir de 1977, sabrá leer la fuerza política de la identidad cultural andaluza. No es seguro que no vuelva a utilizarla para desactivar su potencial emancipador. Tiene el PSOE andaluz tres cosas reconocibles para afrontar la tarea renovadora: afianzamiento territorial, capacidad de lectura estratégica y mecanismos para definir un fuerte liderazgo. Lo hará, pero en la memoria reciente del electorado andaluz está su falta de credibilidad, eso le impedirá volver al gobierno si el flanco izquierdo sigue desestructurado y ayuno de proyecto de izquierda andalucista en común. Convendría que, con el fin de darle la vuelta a Andalucía, se recuperase en ese flanco un mínimo de cohesión y de sentido histórico. Convendría parar la máquina del conflicto y cultivar un debate sobre el papel del pueblo andaluz, de la sociedad civil y de la izquierda andaluza y andalucista, en los tiempos venideros.
Del otro lado, para que un proyecto político con ambición de estado pueda autodenominarse federalista y plurinacional, y ser creíble, habrá de considerar Andalucía como una componente más de ese haz de naciones que nos recuerda Xavi Domenech en su último libro. Se ganó en referéndum el 28 de febrero de 1980. Considerarla y actuar en consecuencia, gestos y hechos.
Hoy es 4 de diciembre, día nacional de Andalucía, la izquierda andaluza tiene memoria, es imprescindible ponerla al servicio de la causa del pueblo andaluz, la justicia universal, por sí, por España y la humanidad, letra del himno de Andalucía. Las condiciones materiales, geográficas, geopolíticas y formativas de las y los andaluces son inmejorables para alumbrar un futuro cuya voz hegemónica no sea la del PP, Ciudadanos y Vox. Pongámonos a construir un nuevo anhelo de mar.
jueves, 3 de diciembre de 2020
Andalucía, dos años de derechas 2 de 3
Nadie en Andalucía podía imaginar que la noche del 2 de diciembre de 2018 los resultados electorales arrojasen la posibilidad de un gobierno tan de derechas. El candidato del PP a la presidencia del gobierno andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, no contaba con el apoyo de Pablo Casado, se había alineado con Soraya Sáez de Santamaría en las primarias para la sustitución de Rajoy. El PP acentuaba la cuesta abajo en los sondeos tras la demoledora sentencia Gürtel que provocó la moción de censura. Ciudadanos, con Albert Ribera en sus mejores horas, sonaba en ascenso a pesar del temperamento insulso de su candidato andaluz, Juan Marín, al que encumbró el PSOE de Susana Díaz.
¿Y Vox? Vox era un run run en la calle que la propia Díaz alimentó en su alineamiento explícito con la confrontación dura en el asunto catalán, y que utilizó en la campaña contra el PP, con la intención de partir el voto de la derecha. Pero la matemática de la ley d´Hont, que tanto había ayudado al monopartidismo andaluz, dejó de funcionar como era costumbre y entregó en las urnas, y en el incremento de la abstención, una configuración parlamentaria que investiría a la más aventajada de las opciones de derechas. Así fue como la gran maquinaria de poder de Andalucía, la Junta, cambio de manos, más por el hartazgo del voto progresista y de izquierdas ante un PSOE susanista entregado a la "lealtad institucional con Rajoy”, que por los méritos de la derecha.
PP y Ciudadanos formaron fácilmente gobierno con apoyo externo de un Vox obsesionado con destruir Canal Sur, promover la caza y los toros, y arrinconar cualquier atisbo de políticas contra el machismo y la desigualdad de género. Se repartieron Moreno, presidente, y Marin, vicepresidente, las competencias y los cargos con un lavado de cara de consejerías y delegaciones territoriales intrascendente. Olvidaron inmediatamente sus promesas de liquidación de la administración paralela, de oficina de lucha contra la corrupción, de mejora de la transparencia, y pasaron el año 2019 con la inercia de una Junta de Andalucía que navega sola gracias al empeño de las y los trabajadores públicos.
Moreno y Marín acentuaron la eliminación del impuesto de sucesiones y donaciones, tomando el camino de Madrid abierto por Susana Díaz y Ciudadanos. Continuaron los recortes en educación y salud, preparando las condiciones para potenciar la enseñanza concertada y ahondar en la privatización de la salud, sin mejorar las listas de espera ni aumentar las plantillas, para ir engordando la cuenta de resultados de la sanidad privada. En el primer año de gobierno andaluz a la pareja Moreno y Marín le bastó la estela del legado susanista. Ni un gesto para aprovechar las competencias que otorga el estatuto andaluz para mejorar la vida de la gente con políticas de vivienda, contra la pobreza y la precariedad, de cuidados, de movilidad sostenible, de energías renovables, de mundo agrario, de centros urbanos gentrificados, de conexiones ferroviarias o de reindustrialización. Así llegó 2020 y la pandemia.
En el momento más crítico de la primera ola, Moreno, Marín y Vox aprovechan para convalidar sin trámite parlamentario el decreto ley de 16 de marzo que modifica o deroga veintiún leyes y seis decretos para “simplificar trámites”. Una llamada a la ley de la selva, que elimina barreras de protección contra el urbanismo salvaje, la destrucción medioambiental o el patrimonio cultural andaluz, entre otras muchas para facilitar el libre albedrío de inversores extractivos que abonan precariedad y devastación. El decreto ley se convalidó sin trámite parlamentario en la diputación permanente del parlamento andaluz del 2 de abril, con las libertades civiles coartadas de facto para manifestar siquiera la protesta. Esta enorme modificación legislativa intenta volver a los tiempos de Jauja de un plumazo, cuando los excedentes de capital extranjero actuaron como veneno bulímico para engordar la construcción, hipertrofiar nuestra economía con el turismo y despreciar nuestro patrimonio cultural y natural.
Al fin del estado de alarma en junio, Moreno y Marín pasan un verano tipo ji ji ja ja, como si el virus fuese un mal sueño y solo importase el turismo y la hostelería. Marín en Sotogrande en un torneo de polo mientras ardía la sierra de Huelva; Moreno llega al mismo incendio cuatro días después de su inicio cuando ya había arrasado 10.000 hectáreas y se habían desalojado 3.000 personas. Un gobierno de veraneo que dejó la vuelta al cole en las manos voluntariosas de los cuerpos docentes, sin aprovechar los recursos inversores expansivos disponibles para desdoblar unidades e incrementar plantillas. Peor ocurrió con el sistema sanitario, ni se reforzó la plantilla, ni se prepararon suficientes rastreadores, ni se mejoró el sistemas de atención primaria.
Nunca habíamos vivido en Andalucía un gobierno tan inane. Tan inane que Andalucía ha desaparecido de las escena si no es para alinearse con las posiciones más centralista y reaccionarias, por ende antiandaluzas, del PP de Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso. Un gobierno alejado de la parte más vivaz, emprendedora y con ganas de mejorar la sociedad andaluza. Un gobierno que se encoge de hombros sin querer intervenir en Abengoa, la única multinacional con domicilio en Andalucía, poniendo en riesgo 8.000 empleos y abriendo la puerta para que se vaya a la comunidad valenciana. Un gobierno que ha expulsado a los sindicatos de la concertación y el diálogo para entregarse a los años cincuenta del siglo pasado que representa Vox. Un gobierno que se alinea en defensa del dumping fiscal del independentismo de derechas madrileño contra la armonización y la justicia fiscal, un gobierno al que no le importa el nuevo éxodo bíblico de andaluces y andaluzas cualificadas que sufre Andalucía desde 2008.
¿Algo que destacar del gobierno de Moreno y Marín? Nada, salvo que se llevan bien y puede que acaben compartiendo opción electoral. De momento han sacado adelante tres presupuestos con Vox demostrando que la derecha es, sin ningún misterio divino, una y trina. ¿Lo más grave? Han sacado a Andalucía del mapa mundi del futuro.
miércoles, 2 de diciembre de 2020
Andalucía, flashback de diciembre - 1 de 3
Se cumplen dos años de la entrada de Vox, el neofranquismo organizado como partido, en el parlamento andaluz. El resultado de las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018 permitió a la derecha partida en tres, PP (26) - Ciudadanos (21) -Vox (12), investir a Juan Manuel Moreno Bonilla presidente de Andalucía con los peores resultados del Partido Popular en la historia electoral andaluza. Cayeron treinta y seis años de gobierno ininterrumpido del PSOE desde 1982.
También esta primera semana de diciembre se cumplen cuarenta y tres años de la constitución de Andalucía como pueblo en las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Las calles de las ocho capitales andaluzas junto con las de Barcelona, Madrid y Bilbao, respondieron en masa a la llamada del lema “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”. Dos millones de andaluces y andaluzas, la cuarta parte de las personas nacidas vivas, trabajaban, emigrantes, fuera de su tierra; un millón seiscientos mil en territorio español, casi un millón en Cataluña. Un éxodo de dimensiones bíblicas. En diciembre de 1977 las campanas de la historia andaluza repicaron de alegría fecundando la tierra para que el 28 de febrero de 1980 naciese el único pueblo político del estado español fruto de un referéndum constitucional en el que se ejerció el derecho a decidir. Cuarenta y un años después, el 2 diciembre de 2018 las campanas se acostaron con toque de ánimas.
Resumidamente tres son las causas de que el malestar que la sociedad andaluza arrastraba desde el inicio de la crisis de 2008, se manifestase en una configuración de voto impensable hasta el mismo momento en que se supieron los resultados de las elecciones de diciembre.
En primer lugar, en Andalucía nunca hubo bipartidismo. Los gobiernos de Susana Díaz fueron sumisos a los recortes del gobierno central sin plantar cara institucional desde el sur. La identidad del régimen del 78 que señaló la repolitización del 15M, tenía en Andalucía la faz monopartidista del viejo PSOE. Un partido afectado por el cáncer político y judicial de los ERES, cuya esclerosis se extendía por el tejido civil y empresarial andaluz. Las culpas del gobierno de Rajoy fueron en Andalucía las culpas del PSOE de Susana Díaz tras años de consolidación de una economía andaluza dependiente del turismo, la construcción y la hostelería a la que la crisis de 2008 afectó el doble que al resto del estado.
En segundo lugar, el principal frente del PSOE contra lo que supuso la irrupción de Podemos lo dirigió el susanismo. Podemos, el agente que desestabiliza el bipartidismo en España, que tradujo a la política institucional las demandas quincemayistas, fue para la entonces presidenta Susana Díaz más enemigo que la propia derecha económica neoliberal anidada en gobierno de Rajoy. Por eso, viendo venir en 2014 el huracán Podemos, convocó elecciones anticipadas en marzo de 2015 con objeto de frenarlo en el territorio más desfavorable para las aspiraciones de tomar los cielos, Andalucía, donde la conciencia de izquierdas y andalucista, que había cobrado forma política e institucional entre diciembre de 1977 y febrero de 1980, fue aprovechada por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra para ganarla y adormecerla poniéndola al servicio del poder económico español y de la monarquía juancarlista, como bien se está revelando estos meses. Susana Díaz consiguió su objetivo, limitar la potencialidad de cambio de Podemos Andalucía, pactando su investidura con Ciudadanos. Conocida es la deriva derechista del PSOE andaluz que sacó a Pedro Sánchez de la secretaría general y lideró la abstención del PSOE en el Congreso de Madrid para que el PP Gürtel siguiese gobernando.
En tercer lugar, la idea estratégica de fundar la coalición electoral Adelante Andalucíade cara a las elecciones del 2 de diciembre de 2018, heredera, en una percepción de onda larga, de la constitución de Izquierda Unida - Los Verdes - Convocatoria por Andalucía que llevó a Julio Anguita a obtener los mejores resultados históricos de la izquierda en Andalucía y España, al intentar romper la exclusiva identificación de la izquierda progresista andaluza, e incluso andalucista, con el PSOE, aunque aguantó muy bien la previsible caída electoral del espacio de Unidas Podemos que seguía siento atacado por el triángulo de las cloacas, fue incapaz de recoger la diáspora de voto que del PSOE se fue hacia Ciudadanos y la abstención, imposibilitando una posible mayoría parlamentaria que bloqueara la irrupción de la derecha en el gobierno andaluz. El “con Susana ni muerta” de Teresa Rodríguez que resonó durante la campaña electoral que lideró, junto con Antonio Maillo, acabó siendo un inhibidor de transferencia de voto del espacio electoral del PSOE andaluz al espacio de cambio que había sumado al andalucismo. La participación electoral bajó respecto de las elecciones de 2015 más de un 5% y afectó substancialmente al voto progresista y de izquierdas que se quedó en casa.
Las tres causas descritas, el malestar social fruto de la derechización del PSOE andaluz simbolizada en el momento cumbre en el que Susana Díaz se suma al “a por ellos” de las derechas, que luego se citarían en Colón, la enemistad estratégica manifiesta entre Susana Díaz y Teresa Rodríguez, junto con la percepción del electorado progresista y de izquierdas de que el voto del cambio por la izquierda no acabaría sentándose en el gobierno, abonaron las condiciones propicias para que por primera vez la derecha gobernase Andalucía.
martes, 1 de diciembre de 2020
La poderosa identidad cultural andaluza
¿Por qué Andalucía no reivindica su identidad cultural? Porque a las y los andaluces no nos parece que haga falta. Es la andaluza la única identidad con hábitat territorial y sin idioma propio con fama explícita universal. Sí, ya sé que es con la que España se “vende” culturalmente en el extranjero, yo no sufro por ello; la cultura no tiene propietarios, así que hablar de apropiación cultural es un sin sentido.
La identidad cultural andaluza mezcla tan bien porque nace de la mezcla. En épocas de poder ilustrado se admira, se imita, se adapta y se alea con otras culturas. ¿Cómo si no, podría ser la cultura de una geografía en la que han fundado ciudades las más antiguas y clásicas civilizaciones del mediterráneo?
En épocas en las que el poder está tomado por impostores, la cultura andaluza se muestra como pastiche, subalterna y folclórica. No es culpa nuestra, sí daño colateral de nuestra poderosa identidad cultural. Nos mimetizamos con lo que nos invade hasta el punto de que lo que llega se hace converso a lo andaluz, a contrario, cuanto invadimos lo convertimos sin esfuerzo en nuestro. Lo que más gusta a la cultura andaluza es ese arte del birlibirloque, bajo la apariencia de pureza la lujuria del mestizaje. Si de algo se dice que es puro andaluz se está diciendo que es todo menos puro. Le pasa al flamenco, uno de nuestros dos idiomas junto con la multicromática gama de acentos tan reconocibles como conjunto. Busquen un universo musical más mestizo y con más capacidad de mestizaje que el flamenco.
Cuenta mi madre que en reunión de gentes de muchos lugares gustaba a cada quien vacilar de su tierra, de lo bonita y de las cosas buenas que tiene. Ella no lo hacía de su Granada. Cuando le preguntaban que por qué no esmeraba epítetos de su ciudad tan hermosa, respondía que por eso precisamente, porque Granada está fuera de concurso, no necesita aduladores, ya todo el mundo sabe de su universal belleza.
Eso es lo que tiene la cultura andaluza, su poderío es tal que no necesitamos andar por ahí achicando al resto. Otra cosa es, y eso sí que lo necesitamos, reconocernos colectivamente en ella para que no nos sigan atropellando poderes extraños a nuestra historia milenaria extrayéndonos el jugo, llevándoselo calentito, y dejándonos sin derechos, sin poder, y en cueros con nuestro arte.
El primer renacimiento europeo se dio en Al-Andalus. En los libros de historia de nuestros niños y niña no se estudia, y si algo se dice es para mostrar lo exótico y extranjero (invasor), lo ajeno a “España”. Hace mil años, cuando Londres era un villorrio pestilente y Berlín ni existía, Córdoba tenía iluminación urbana y en Granada se operaba de cataratas.
viernes, 27 de noviembre de 2020
España, una posibilidad de vida justa en común
Las derechas ultra y las ultraderechas, con Felipe González líder, el gobierno de Isabel Ayuso fuerza de choque y el gobierno andaluz comparsa, están que trinan. Los acuerdos del gobierno de coalición con Bildu y ERC para aprobar los PGE, que incluyen la armonización fiscal para evitar la política de paraíso de las grandes fortunas que ejerce el gobierno de la comunidad de Madrid, les enervan.
Para las izquierdas, los nacionalismos de los pueblos nación y la España vaciada, limitar la fuerza extractiva de Madrid es prioridad. El empresariado productivo con raíces fuera de la capital deber ver que limitar el centralismo (federalizar España) es la manera de no ser subalterno de los tiburones que navegan en el IBEX, para los que la concentración del poder político es una bendición que simplifica la interlocución para defender sus intereses.
No será suficiente erradicar el dumping fiscal, hay que analizar lo que Madrid recauda pero extrae del resto de España con su altísima concentración de domicilios fiscales. La edición del BOE produce un efecto centrípeto. Que ERC apoye los presupuestos tras pactar la armonización fiscal para limitar el dumping es trascendente. Fue una reivindicación del parlamento andaluz, menos Ciudadanos, en la pasada legislatura, con el apoyo del actual presidente Moreno Bonilla. Es una reivindicación del gobierno valenciano, una necesidad de todas las comunidades autónomas y del pueblo madrileño que sufre igual el expolio de lo público.
Parece que ERC entra en inflexión, del "España nos roba" a que no roben los ricos. Si Bildu aprieta para derogar la reforma laboral y ERC para la justicia fiscal, son evidentemente aliados naturales de un gobierno progresista y de izquierdas. Bajo la acusación de la derecha, y de las posiciones ultras de todos los que piensan como Felipe González, de que los acuerdos con Bildu y ERC preparan el desguace de España, está el interés de mantener España como propiedad de unos pocos en vez de España como posibilidad de vida justa en común.
El papel de Unidas Podemos, su capacidad de influencia en los PGE, reconociendo la España plurinacional para sumar mayorías parlamentarias que beneficien a los pueblos, se sientan nación o no, se demuestra determinante. No quieren verlo agentes menores que, escorados sobre la margen izquierda, agarran causas "nacionalistas" e insisten, quejicas, en el todo o nada de sus demandas, invirtiendo en inutilidad bajo los paraguas de la santa pureza y la sagrada coherencia.
lunes, 23 de noviembre de 2020
Ciudadanos, vía muerta
Contaba la pasada semana Magdalena Trillo, subdirectora del grupo de comunicación andaluz Joly y directora de la cabecera Granada Hoy, en su columna dominical que el vicepresidente andaluz, Juan Marín, y el alcalde de Granada, Luis Salvador, ambos de Ciudadanos después de un periplo de militancias y cargos, el primero Alianza Popular, Partido Andalucista e Independientes de Sanlúcar, y el segundo PSOE y Ciudadanos, a la vista de la reducción del espacio ciudadanista, preparan su desembarco en el PP con una eventual propuesta de coalición Andalucía Suma, y si no es posible por negativa de Arrimadas, saltando del chinchorrito en que va a quedar reducido Ciudadanos en Andalucía al buque que conserva el PP remolcado por Vox.
La periodista Trillo no se juega su prestigio a un bulo o un cuchicheo, los movimientos políticos que alude están amparados por hechos. Se prepara una movida de liquidación de Ciudadanos en territorio andaluz absorbiendo al vicepresidente autonómico y al único alcalde de capital en territorio español.
El caso es que gracias a los resultados desde 2015 en elecciones estatales, que han impedido que el PSOE sume mayoría con Ciudadanos sin el consentimiento de Unidas Podemos, el partido deseado por el presidente del Banco Sabadell está condenado a disolverse en su espacio matriz, el PP. No se entiende así que sectores del PSOE, e incluso Pedro Sánchez, insistan en llegar a acuerdos con Ciudadanos a pesar de que cogobierne con el PP gracias a Vox en Andalucía, Madrid y Murcia.
La supuesta estrategia trasversal de Sánchez buscando a Ciudadanos no le sirve al PSOE ni para ganar los votos indecisos liberales de ciudadanos, que acabarán refugiados en el PP, como pinta que harán Juan Marín y Luis Salvador, ni para sujetar el voto progresista por su izquierda que volvería a Unidas Podemos, donde estuvo en 2015 y 2016. O en su relación con la izquierda y la plurinacionalidad Pedro Sánchez no es fiable, o la parte del PSOE liderada por Lambán, Pagé y Vara con Díaz de comparsa es fuerte, o no se comprende el empeño en Ciudadanos. Sánchez debería recordar que la causa de que se perdiese Andalucía fue la deriva ciudadanista y del “a por ellos” de la todavía secretaria general andaluza, Susana Díaz.
Los resultados de las próximas elecciones catalanas podrían confirmar los augures andaluces. Ciudadanos está entrando en vía muerta. Su fundador Albert Ribera está ya de hecho contratado por el PP. La táctica de Unidas Podemos de ser gobierno y al tiempo presionar desde fuera cuando la parte gubernamental del PSOE se opone a avances pactados, imprescindibles para mejorar la vida de la gente, es un freno al PSOE para que no abra la puerta a las derechas alimentando a Ciudadanos, y un catalizador para conseguir avances para la democracia y para las mayorías sociales.
viernes, 13 de noviembre de 2020
Patria
Patria es una serie sobre el perdón como antibiótico para que las heridas sociales y políticas cicatricen. El perdón es antígeno del odio. Vivir con odio es malvivir.
El perdón es dialógico, requiere de quien lo pide y de la disposición para perdonar de quien es víctima. Patria muestra que quien más necesita la dialéctica del perdón es quien puede perdonar. Por eso Bittori, la viuda protagonista a la que ETA asesinó años atrás a su marido, el Txato, es la parte activa para que quien pudo ser el asesino de su marido, miembro largos años encarcelado de la organización terrorista ETA, le cuente si fue él quien mató a su marido y le pida perdón. Si eso ocurre, ella perdonará, su familia perdonará, el Txato en la tumba, con el que mantiene empáticas y emocionantes conversaciones, perdonará y, así, la sociedad vasca iniciará un proceso para transitar de un mundo violento de valores guerreros, un viejo mundo, a otro pacífico de valores feministas, un nuevo mundo. En la serie, el perdón se forja entre dos mujeres. Ellas hacen que la patria pueda ser un día matria.
En Euskadi el perdón llama al perdón porque las dos partes se consideran víctimas. Al perdonar, la parte perdonada siente que también se le pide perdón. Imposible que Patria exprese toda la complejidad histórica de la política, la represión, el terrorismo vasco y el dolor inmenso causado dentro y fuera de Euskadi. Comienza en 2018, cuando ETA anuncia su disolución; ya hace once años que dejó de atentar y casi diez que abandonó la lucha armada.
La derecha española actual, tan derecha y tan ultra, actúa como si contra ETA le fuese mejor. Por eso, aunque ya no existe, arroja su recuerdo contra cualquier cosa a la que puedan acusar de ser antiEspaña, aunque sea más pacifica que una sesión de guiñoles. La prueba de que a la derecha española le falta arraigo democrático es que se muestra incapaz de ser parte en la dialógica del perdón. Como es incapaz de reconocer una realidad manifiesta: que España es diversa en lo cultural y lo político; y plurinacional si es que quiere ser de verdad integradora y democrática.
El día que conocíamos que el gobierno del ayuntamiento de Madrid usa la bandera de España para la iluminación kilométrica de la navidad, el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegui, anunciaba que apoyarán, si todo va como parece que va a ir, los primeros PGE progresistas de izquierdas, no ya de años de presupuestos neoliberales del PP, sino de presupuestos socioliberales del PSOE. Este hecho histórico, en un momento en el que conviven una crisis socioeconómica de calado global con una crisis sanitaria de un calibre tal que las generaciones vivas no teníamos memoria, es producto de la dialéctica sanatoria del perdón; del pacifismo, el ecologismo y el feminismo de los nuevos tiempos en el progresismo y las izquierdas. Un hecho que abona la posibilidad de construir en el medio plazo un nuevo acuerdo de país, que dé solución al viejo problema de las soberanías de los pueblos políticos que constituyen España en el marco del la cooperación justa.
sábado, 7 de noviembre de 2020
Antidisturbios
He visto del tirón ‘Antidisturbios’, como recomendaba Carlos Boyero en su crítica Sorogoyen, el rey de la adrelanina. No es una serie sobre la dureza de la Policía ante situaciones desesperadas como los desahucios, ni sobre las actitudes repudiables moral y legalmente que algunos miembros de los cuerpos policiales pudiesen tener. Ver eso es ver el dedo y no la luna a la que apunta. Por eso, las críticas a la misma de algún sindicato policial, particularmente el más ultra, no se entienden.
Podría ser al revés, los sindicatos policiales y todos y cada uno de sus miembros podrían perfectamente elogiar la serie. Lo que dibuja ‘Antidisturbios’ es cómo determinados poderes económicos, trabados con algún (algunos) jueces que gozan de impunidad en sus decisiones a sabiendas injustas, conniventes con policías corruptos, usan a policías de carne y hueso (es verdad que algunos con más cuerpo que cerebro), no para el servicio al Estado y la sociedad, sino para el servicio a intereses de parte muy concretos y muy dañinos.
La serie describe a la perfección cómo funciona lo que podríamos llamar “paraestado”, una suerte de triángulo formado por grupos económicos con vínculo o propensión a construir tramas mafiosas, cloacas en las administraciones judicial y policial y, en España, cómo no, determinados medios de comunicación que trabajan para elevar a verdad la mentira con el fin de manipular la opinión publica en beneficio de intereses muy concretos. Les suena.
La serie incluso humaniza a los polis antidisturbios por muy aspecto de fieros que tengan. Son gente con sus historias y sus familias, moralmente malos, buenos, o abrumados por su situación, su trayectoria o su responsabilidad. Muy condicionados por un trabajo durísimo del que parecen inconscientes que en demasiadas ocasiones no es para servir a la patria sino para servir a quienes se creen, y de hecho suelen serlo, dueños de la patria.
Creo que los líderes sindicales de la policía no han visto ‘Antidisturbios’ entera, puede verse en Movistar, tal vez se han quedado en el capítulo 1, trepidante, tal vez han llegado al 2. Ni la Policía ni sus antidisturbios son los auténticos malos en ella. Los malos, como en el gran cine, son los que, escondidos, mueven los hilos de las adiestradas marionetas.
La serie es de una calidad excepcional, te atrapa de principio a fin. Todo funciona en ella: las actrices y los actores, las escenas de acción, las de diálogo y las tipo Aaron Sorkin; la posición de la cámara siempre, especialmente en las operaciones del equipo de antidisturbios; la trama y, una gran idea, que la auténtica protagonista sea una inspectora de policía joven, testaruda, inteligente y libre.
No haré ni un solo comentario sobre el desenlace. Véanla y saquen sus conclusiones. Si son polis con más motivo, no va contra ustedes.